Es el “leitmotiv” de las últimas semanas. Los “medios”, siempre al servicio de los que mandan, han llenado las pantallas y los diarios. Pintan la crisis migratoria como un caos, una nueva invasión bárbara que viene a disputarnos nuestro “bienestar”. Se distorsiona la realidad aunque hay un discurso común: todo lo que pasa es “fortuito”, que los refugiados huyan de Libia o Siria (países pacíficos hasta que los gobiernos occidentales decidieron destruirlos) no tiene nada que ver con la actual crisis.
La realidad es otra. El caos migratorio es un objetivo perseguido. No es fruto del azar o la mala suerte, responde a una planificación fría, calculadora y criminal: se apoya en propuestas de eruditos, en cátedras universitarias, en estudios sociológicos financiados por los “lobbys de opinión”, especialmente influyentes en Norteamérica.
Hace tres décadas el filósofo neoliberal Leo Strauss, desarrolló el concepto de “caos creativo”. Sus seguidores han sido asesores de todos los presidentes norteamericanos. Uno de sus discípulos, Paul Wolfowitz, asesor presidencial de Busch, elaboró basándose en esas teorías la estrategia para la era postsoviética. Se denominó la «Doctrina Wolfowitz» que pretendía asegurar la supremacía de EEUU. Entre otros objetivos figuraba crear dificultades de todo tipo a la Unión Europea, así en 2008 cuando se inicia la crisis financiera, la presidenta del Consejo Económico de la Casa Blanca, explicó que la única manera de sacar a flote los bancos norteamericanos era provocar desórdenes en Rusia, China y especialmente en Europa para hacer retornar los capitales.
El planteamiento es simple: es necesario crear el “caos social” en los estados que condicionen o limiten la hegemonía de Estados Unidos. El objetivo es crear un desorden de tal magnitud que nada pueda oponerse a la voluntad de la potencia hegemónica.
La doctrina estratégica es lineal aunque tiene en cuenta las diversidades sociales: si pretendemos saquear los recursos de una nación no deberíamos ocuparla durante mucho tiempo, es caro y políticamente comprometido. El objetivo es destruir el Estado, sin Estado no hay ejército enemigo, sin ejército enemigo no hay riesgo de ser derrotados y se puede saquear sin cortapisas; por tanto el objetivo de la OTAN es únicamente la destrucción de los Estados. Las consecuencias no preocupan para nada a EEUU puesto que es el objetivo buscado. Uno de los métodos propuestos son las “Revoluciones de colores”, movimientos sociales que, apoyándose en reivindicaciones reales o ficticias hábilmente financiadas y dirigidas, destruyen los estados o bien consiguen sustanciales cambios de gobierno (véanse Iraq, Georgia, Ucrania, Egipto, Libia o Siria por nombrar sólo unos cuantos).
En los países de Oriente Medio adquirieron una entidad propia con la creación de las “revoluciones árabes”, donde la aparición de los grupos terroristas como el EIS en Libia o Siria tienen formas específicas. En Libia especialmente nunca hubo una «revolución democrática» pero los tertulianos de la derecha jalearon la guerra (a fin de cuentas Repsol se ahorró los centenares de millones de euros que debía pagar al gobierno de Gadafi). También apoyaron los bombardeos humanitarios algunos “filósofos”, intelectuales y organizaciones supuestamente de izquierdas. Nunca se aplicó el mandato de la ONU para «proteger a la población» en Libia. Los bombardeos de la OTAN costaron 160.000 vidas, de los cuales el 75% eran civiles (datos de Cruz Roja Internacional) Más de 2.000.000 de refugiados libios fue la consecuencia inmediata. Otros centenares de miles, de origen africano, fueron expulsados del país y dirigieron sus ojos hacia las costas europeas. Siria fue el siguiente objetivo. A los pocos días del supuesto levantamiento social en 2011, los asesores militares franceses, ingleses y turcos entrenaban y dirigían el embrión del ejército islámico; el resultado lo vemos ahora con 4.000.000 de refugiados y un país devastado por la guerra.
La Unión Europea, una auténtica pléyade de politicastros, ha sido incapaz de leer el diseño y de entender la profundidad del problema. Ningún dirigente europeo ha mencionado que los refugiados iraquíes, libios, sirios, nigerianos o ucranianos (400.000 asilados en Rusia) no salen huyendo de dictaduras sino del caos que la UE ha ayudado, con su ineficacia, a crear. Los principales dirigentes europeos (y ahí se incluye a gran parte de la izquierda parlamentaria europea que ha permanecido muda, sin nada que proponer excepto el “buenismo solidario”) pretenden disociar los conflicto militares alentados por Occidente de la crisis migratoria. La posición política de personajes como el exparlamentario europeo por Iniciativa per Catalunya señor Romeva, ahora cabeza de lista de la candidatura independentista en Catalunya, pidiendo el bombardeo de Libia y Siria es un ejemplo más que evidente.
La imagen de la migración descontrolada es un argumento útil para los gobiernos europeos que pueden, con la excusa del control, recortar aún más las libertades públicas mientras que la competencia de este nuevo “ejército de reserva” deprime aún más los salarios y los derechos sociales.
La población occidental quiere seguir creyendo que la aparición del Ejército Islámico es fruto del odio de los musulmanes hacia los cristianos o judíos. Occidente acusa al EIS de crear la “guerra de las civilizaciones” cuando en realidad es una teoría desarrollada en las universidades europeas y especialmente en el Consejo Nacional de EEUU. El terrorismo es el peón imprescindible para extender ese “caos creativo” que fue teorizado, como hemos dicho, en EEUU hace más de tres décadas.
El cinismo de personajes como el expresidente Sarkozy, Hollande, Rajoy o Merkel, responsables directos de la crisis migratoria en Libia y especialmente en Siria causarían bochorno en sociedades políticamente preparadas. Es de temer que la respuesta de la ciudadanía europea será incrementar el sentimiento xenófobo y racista. La imagen de familias alemanas insultando a los refugiados que alcanzan Alemania en las últimas semana, el ataque a albergues de refugiados, la movilización de la policía y el ejército inglés en el paso de Calais, el incremento del voto xenófobo en Francia y otros países nos hacen retroceder al Berlín de finales de los años 30 del pasado siglo y recuerdan, cómo no, al gobierno francés de “izquierdas” que encerraba en campos de concentración a los refugiados españoles que huían de la victoria del fascismo. La migración se presenta como un problema. Se intenta enfrentar en una guerra sin cuartel a los pobres entre sí, autóctonos y foráneos, que son cada vez más pobres, cada vez más parecidos y cada vez más iguales.