Lo que nos jugamos realmente es quién organiza y dirige los próximos 30 años. Hablamos de una aduana política, compleja, pero que es posible, por motivos pedagógicos, resumir. Y una aduana que ha situado en las próximas elecciones generales un momento crucial. La arena política, en sus aspectos esenciales, ha pasado desde las movilizaciones y la estructuración del bloque social y alternativo, a la convocatoria electoral. Tras los comicios de diciembre, según los resultados, o el bipartidismo dirige la segunda transición, o se abre un proceso constituyente hacia un nuevo país.
Personalmente pienso que la búsqueda en el tablero electoral de un juego de transversalidades, a la caza de un voto amplio, obviando toda la acumulación de malestar e indignación, e ignorando la necesidad de dinamizar y coordinar los combates de clase, es un error histórico, máxime si se hace como sustitución de una estrategia de unidad popular basada en un programa de cambio real; y, sobre todo, si esta búsqueda de transversalidades se hace desde una pedagogía inconcreta, quiero decir, sin un discurso político y un programa claro de transformación. Y hablar de un programa claro es hablar de las líneas de demarcación que marcan hoy la separación entre restauración y ruptura: la UE, el BCE, el Euro, la deuda y el rescate de los sectores estratégicos, no olvidando nunca la necesidad de una gran banca pública.
Tras lo ocurrido en Grecia no vale programáticamente la fórmula del memorándum encubierto, porque, yendo al fondo de lo que está pasando, ha empezado a fracasar la estrategia de la creación de una contrahegemonía desde el Sur de Europa, y esto, dado el panorama general, y lo que ha venido ocurriendo en el último periodo en otros países, quiere decir que nos jugamos también la propia existencia de la izquierda (marxista) en España. Es decir, si todo se apuesta en el tablero de los meros resultados electorales, a través de candidaturas pactadas por arriba, sin programa de ruptura y con un discurso más que político, periodístico, nos podemos estar incorporando a ese europeísmo posmoderno, variante de superficie del sistema, que ha empezado a representar Siryza. Por cierto, a veces se habla de nuestra fuerza de “referencia” en Grecia, cuando realmente, en estos momentos, solo es posible hablar de políticas y programas, no tanto de referencia, cuanto de contenido alternativo a cualquier memorando de resignación. Sólo así podremos plantear en serio la necesaria respuesta desde el sur a esa multinacional europea de la deuda, a esa Europa sin fronteras que ha levantado más muros que nadie en ningún otro lugar o momento histórico.
En todo caso, la respuesta no es otra que la política que conduce a la unidad popular. Bertolt Brecht tenía colgado un cartel en su dormitorio: “La verdad es concreta”. Es decir, que no hay modelos, provengan de Chile o de cualquier otro lado. En marxismo solo hay casos. Y cada caso tiene su dinámica propia, su coyuntura histórica irrepetible. Y en España esa coyuntura pasa por crear las condiciones de existencia de la unidad popular desde la “indignación” que echó a andar en 2011 y desde la necesidad de una ruptura de la paz social, a través de una alternativa concreta a la pérdida de soberanía (de futuro) que sufre nuestro país, arrinconado entre el euro y la pared.
Los instrumentos partidarios son débiles, y pocos, y la masa crítica del nuevo bloque no termina de crear los exponentes de la unidad. Pero la aduana está ahí, posiblemente el 13 de diciembre. Esta ahí y es preciso afrontarla, porque a la vez que consecuencia es también causa para un proceso de maduración y organización que nos lleve a formular las coordenadas del contrapoder necesario.
Por eso IU, antes de la referida “aduana”, debe jugar a fondo el papel para el que fue concebida: para no dejar de crecer nunca en sus alianzas sociales y políticas. No otra cosa ha debido ser IU, al margen de sus derivaciones partidistas y su funcionamiento como comisión electoral permanente. Por eso también el PCE debe jugar a fondo un papel especialmente activo, sabiendo que, después de diciembre, las cosas ya serán de otra manera en nuestra casa.
Es fácil decirlo, pero hay que decirlo, y repetirlo, con motivo o sin él, sabiendo que queda poco tiempo y que en diciembre nos jugamos quién organiza los próximos 30 años. Pero la aceleración no nos puede llevar a cosméticas de resignación ni a astucias demoscópicas. Hay que encabezar la más amplia respuesta, la indignación, el malestar de clase, la ausencia de Marcelino. Es preciso coger la antorcha que pudo rodear al Partenón. Ruptura de la paz social, proceso constituyente, catarsis general contra la corrupción encabezando la alternativa clara al Euro y a la UE actual. Programa constituyente de ruptura y voluntad innegociable para la constitución de un bloque social de cambio. O eso o el eclipse.