Ayer por la tarde murió Ángel Melgar González “El Guaje”, a los 81 años, tras una larga enfermedad, el terrible Alzheimer, que lo mantuvo más de 10 años perdido en la nada, en la no-vida, y sin poder rememorar su larga trayectoria de luchador incansable contra las injusticias y por un mundo mejor.

Nacido en Oviedo (Asturias), fue minero y, desde muy joven, se comprometió en la lucha antifranquista. Participó en las huelgas reivindicativas de finales de la década de los 50, cuando todos los cuerpos represivos se dedicaban a perseguir a los rebeldes para torturarlos y encarcelarlos. En aquellos años buscaban obsesivamente, entre otros, a Horacio Fernández Inguanzo “El Paisano”, dirigente obrero asturiano.

“El Guaje” tuvo que abandonar su querida tierra y las combativas cuencas mineras, dónde surgió una luz que calentaba la esperanza de la España obrera. Atrás dejó las oscuras galerías de carbón dónde forjó su conciencia, y allí quedaron muchos compañeros con los que disfrutó en los verdes prados de los frutos de las vacas lecheras y las manzanas.

Llegó a Francia y desempeñó varios oficios: albañil, camarero, metalúrgico,… . Al mismo tiempo militaba en el PCE. En París surgió el amor y vino a Sevilla para casarse con Pepita Gil Murillo, a quién siempre llamaba “La Guaja”. Tuvieron dos hijos: Lidia y Angelito. Aquella época en Francia se hizo muy larga y pasaron muchos años de duro trabajo para ahorrar algún dinero con el que regresar a la patria. Y la lucha por cambiar esta España nuestra también allí se mantenía y, además de lo que él aportaba personalmente, fue comprensivo con Pepita, que viajó varias veces de forma clandestina hasta Sevilla para servir de enlace al Partido entre París y Andalucía. Ella y él se apoyaban firmemente asumiendo misiones tan arriesgadas como cuando tuvieron que habitar una casa del Partido, en la Sevilla de los años 70 y con la policía franquista al acecho, un hogar poco dulce y con la peligrosa tarea domestica de imprimir miles de ejemplares del Mundo Obrero y otras publicaciones clandestinas.

Con el transcurso de los años cambiaron mucho las cosas en este país y la sociedad se transformó, dejando secuelas de frustración para los que aspiraban a construir un futuro mejor a sus descendientes.

Un nuevo oficio tuvo que afrontar “El Guaje” para mantener a su familia: trabajó de portero en un edificio de Los Remedios. Y bregando diariamente entre gente tan opuesta a sus ideas reafirmó su estirpe natural de asturiano de braveza, su leyenda de hombre duro ante las adversidades. Afiliado a CC.OO. promovió dentro del Sindicato de Actividades Diversas la organización de los conserjes y porteros con la ayuda del compañero –ya fallecido- Jaime Montes.

Dentro del PCE sevillano militó en varias agrupaciones: Triana, Centro y Macarena-San Jerónimo teniendo con constancia un comportamiento ejemplar incluso después de jubilarse.

Familiarmente tuvo algunas alegrías y conocimos su faceta de abuelo tierno vertiendo su cariño en Sandra y Alejandro, sus adorables nietos.

La añoranza de los paisajes de su niñez le motivaba a recorrer frecuentemente montañas, bosques, ríos y caminos alejados de las urbanizaciones, siempre andando o en bicicleta para sentirse más libre.

Pero, desgraciadamente, lo apresó la enfermedad y los últimos años han sido muy tristes, a la familia se le rompía el alma contemplando su deterioro progresivo. Por eso, en este último adiós, tenemos que recordarlo en sus vivencias más entrañables, lleno de vida y entrega hacia los demás, como el hombre bueno que nunca renunció a sus ideas, comprometido en transformar la realidad que le tocó vivir y siempre leal a su familia y a sus compañeros. ¡Hasta siempre Guaje!

Manuel Raya Gil
Sevilla, a 12 de Abril de 2017.