Viento del frente, pueblo del sur: M.Hernández en Jaén (1937)
Juan Manuel Molina DamianiAyuntamiento de Jaén
Juan Manuel Molina Damiani es un profesor, investigador y poeta de Jaén, muy conocido, dentro y fuera de la provincia, por el rigor intelectual y el compromiso con que aborda cada una de las muchas obras que ha presentado hasta ahora y que son fruto de un intenso trabajo, expresado no solo en sus escritos sino también como conferenciante. Su último libro, Viento del frente, pueblo del sur: Miguel Hernández en Jaén (1937), profundiza en la vida y en la obra del poeta comunista durante los meses en los que estuvo destinado en esta provincia; está dividido en siete capítulos: “Memoria de olvidos”; “Guerra Civil, Jaén, Miguel Hernández”; “Humanismo y estética”; “Naturalismo político: la guerra o la vida”; “Contra la solemnidad”; “Bibliografía y fuentes” e “Índice de ilustraciones”. En el primero, el autor habla de lo que él llama el boom sobre la obra de Miguel Hernández, pues con motivo del centenario de su nacimiento, en 2010, y del setenta y cinco aniversario de su muerte, en 2017, ha habido publicaciones, encuentros culturales, jornadas académicas, etc. sobre la obra hernandiana. Habla también de la adquisición del legado familiar de Miguel Hernández por parte de la Diputación Provincial, lo que suscitó algunas tensiones con el Partido Popular, pero que ya está en la provincia, en el municipio de Quesada, donde había nacido su esposa, Josefina Manresa. Pero señala el autor que “el proceso de mitificación jiennense del poeta parece limitado a acentuar un valor de cambio de su persona sin hacer lo propio a la vez con el valor de uso de su obra”. Sería triste que Miguel Hernández se viera sobre todo como un reclamo turístico de esta provincia, aunque no sería raro… Jaén también es escenario de la conjura postmoderna y del fin de la Historia y si en Granada han cometido la frivolidad de dar el nombre de una obra de Lorca a una ensalada -lo dice Felipe Alcaraz en Elegía a Javier Egea-, no es raro que en Jaén importe más la figura del poeta que su dimensión histórica y su voz, tan viva hoy como entonces.
Lo cierto es que, en la provincia de Jaén, esa voz fue acallada durante décadas, salvo alguna excepción, como el homenaje a Josefina Manresa y por extensión al poeta que era su esposo, en el año 1964. Fue a partir de 1980, cuando la obra de Miguel Hernández empieza a ser reconocida y el segundo capítulo del libro recoge muchos de esos testimonios, entre ellos, el libro de Manuel Urbano Pérez Ortega, titulada Ruiseñor de fusiles y desdichas. Jaén en la vida y obra de Miguel Hernández.
Miguel Hernández estuvo en Jaén durante unos meses del año 1937, destinado a esta provincia como miembro del Altavoz del Frente. En algunas publicaciones que se citan en este libro -no desde luego en el texto de Molina Damiani- aparece la idea de que Miguel Hernández era un corresponsal de guerra, alguien que venía a esta provincia a contar lo que estaba ocurriendo y no es así. El mismo lo dice: “Aunque no soy periodista, sino poeta, escribo en el periódico de mis compañeros de “Altavoz del Sur” la prosa de la poesía que veo y siento en lo más profundo de esta guerra. Sabe que me irrita la falsedad, mala hierba abundante entre los periodistas, acostumbrados a contar sucesos no sucedidos o sucedidos de otra manera y mucho antes de que ellos pasaran por el campo de su desarrollo. Las cosas, para sentirlas, vivirlas y verlas, y la prensa no sería tantas veces irritante o aburrida si algunos de los que escriben sus diarios se acercaran más oportuna y menos prudentemente a los campos donde la verdad habla a balazos”. Está claro, por lo tanto, la labor de Miguel Hernández, la de un militante comunista que defendía la República, y la defendía con sus armas: con el fusil, en el asalto al santuario de La Virgen de la Cabeza, por ejemplo, y con su palabra, escribiendo artículos de opinión y poemas en la revista Frente Sur y recitando sus poemas a los soldados en las trincheras. Muchos de esos poemas y artículos no debían ser cómodos para muchas de las personas que los leían, pues Miguel Hernández trataba de sacudir la modorra y de crear conciencia, convencido, como estaba, de que esa labor cultural y de agitación era la labor política que correspondía al Comisariado de Cultura. Y así escribió, nada más llegar a Jaén, el poema Aceituneros que fue publicado en Frente Sur, que después formaría parte de su libro Viento del pueblo, que tantas veces hemos cantado y que ahora es el himno de la provincia.
Antes de la guerra, Miguel Hernández había publicado Perito en lunas y El rayo que no cesa, poemas de inspiración amorosa, bien construidos formalmente, donde encontramos la huella de la mejor tradición poética española. Vientos del pueblo, publicado en 1937, es, como indica el subtítulo, Poesía en la guerra, pero no debe ser entendido –Molina Damiani lo demuestra con distintos ejemplos- como una poesía de circunstancias, sino como el testimonio de un hombre que sabe que la Guerra Civil es un conflicto de clase, político e ideológico y toma partido por la clase obrera, por la República y por la revolución, que es la cultura y el progreso… Porque Miguel Hernández, que murió tan joven, vivió sus treinta y dos años con auténtica pasión, apasionado en la poesía, en el amor y en el compromiso que, desde su juvenil catolicismo a su entrada en el Partido Comunista, fue siempre con los de abajo, los campesinos sin tierra, las mujeres maltratadas por la pobreza, los niños tristes y sin juguetes condenados a la explotación desde la infancia… Ése es el pueblo al que pertenece Miguel Hernández y a ese pueblo quiere que lleguen sus versos, los versos de un poeta que era comunista y que se dejó traspasar por la realidad de una provincia en guerra en la primavera de 1937, al mismo tiempo que dejaba su palabra y su compromiso militante en las tareas que desarrollaba el Partido en aquellos momentos. Pues bien, todo eso está magníficamente documentado y expresado en este libro de Juan Manuel Molina Damiani, una obra necesaria, sin duda, para situar la obra hernandiana como palabra en el tiempo, en diálogo con lo que está ocurriendo en esta provincia, en la que resuenan hoy las palabras del poeta, escritas en la primavera de 1937: “¿Ha despertado ya Jaén de su modorra incrédula y moruna?”