Tras dos campañas con entradas agotadas de “No Te Metas En Política”, Facu Díaz y Miguel Maldonado han iniciado su tercera temporada del programa. Los jóvenes cómicos se han lanzado, además, a la carretera para llevar su show a decenas de ciudades y también mantienen diversas colaboraciones en otros programas. No ha sido fácil encontrar hueco en su agenda, pero hemos podido hablar con Facu antes de su último programa.

EL MONO AZUL: Empezáis con fuerza esta tercera temporada…
FACU DÍAZ:
Creemos que ésta es la temporada en la que ya se consolida el proyecto. Empezamos con una primera edición muy humilde, muy pequeñita, aquí cerca, en el Teatro del Barrio, con muchísimas más funciones de las que hubiésemos querido. Fue una paliza importante, sobre todo porque lo hacemos entre muy poquita gente. El año pasado dimos un salto grande de aforo, ya en una sala más grande, en el teatro Kamikazee, con 400 butacas que también llenamos todos los días. Y esta temporada hemos encontrado la fórmula perfecta, que es volver a un teatro con las butacas en grada, con un poquito menos de público, más familiar, y que nos permite estar trabajando, preparando el programa, todo el día. Llevamos cuatro programas, hoy grabamos el quinto, y estamos encantados.

E.M.A.: Además, también estáis participando en otros proyectos.
F.D.:
Sí, estamos también haciendo algunas colaboraciones en otros medios, por ejemplo, en el programa “Late Motiv”, de Andreu Buenafuente. Y además hacemos una sección muy discretita, un par de veces al mes, en el programa “Hoy empieza todo” de Radio 3.

E.MA.: Trabajáis con guiones muy abiertos a la improvisación.
F.D.:
Sí, no tenemos la forma convencional de la tele, que lleva un guion muy cerrado con unas indicaciones muy concretas, sino que la mayoría de las piezas que hacemos quedan abiertas a la posibilidad que se pueda interactuar con el público y entre nosotros. Muchas veces se nos ocurren cosas sobre la marcha que metemos y funcionan. Eso vuelve un poco loco al equipo técnico, pero también es una forma de hacerlo más divertido para todos. Para hacer algo improvisado, es necesario que los cámaras y todo el equipo técnico esté más alerta, más volcado, pero todo es más divertido y más entretenido.

E.M.A.: Te he oído lamentar que os hayan cambiado alguna de vuestras “musas”…
F.D.:
Nuestras musas van cambiando, sí. Nos las van cambiando las circunstancias. Mariano Rajoy, por ejemplo, era un amuleto: una fuente inagotable de comedia. A Mariano le echamos de menos, porque daba mucho juego, y daba pie a reírnos ante el desolador panorama. Pero, inevitablemente, nos van cambiado los personajes de inspiración. Lo que tenemos ahora enfrente, con Pablo Casado y todo lo que le acompaña, ni siquiera nos da para reír, pero hay que encontrar las claves para hacerlo. Yo me reía el otro día de Miguel, porque durante la grabación de un programa no le salía otra cosa de la cabeza en directo para referirse a Rodrigo Rato, con todo lo que sabemos de él, que insultarle. Insultarle directamente. Y es que a medida que se va polarizando el panorama político, lo tenemos más difícil para echarle ingenio y no decir lo que nos pide el cuerpo. Y ahí entra esa duda que me asalta a veces sobre si contribuimos a resaltar la crítica o a frivolizar cosas que son serias y graves. Es un debate que nos planteamos frecuentemente.

E.M.A.: El humor político, es un terreno que permite mucho juego… pero también es un terreno peligroso. Tú, precisamente, has sido pionero en la Audiencia Nacional por cuestiones de opinión…
F.D.:
Sí, tengo ese dudoso honor de haber sido pionero en el paso por la Audiencia Nacional por un chiste. Bueno, yo creo que hay un cambio en general en los receptores. La gente, como consumidora de entretenimiento, tiene ahora la posibilidad de reaccionar e incluso de organizarse en las redes sociales ante algo que le ha disgustado y hacernos saber lo que piensan sobre lo que decimos, sobre el humor que hacemos. Y eso está bien. Lo preocupante es cuando las reacciones ante este tipo de cosas se judicializan. El problema es cuando es el propio Estado o una asociación policial, como en el caso de Dani Mateo, quien te lleva a los tribunales por cosas que tienen que ver con este oficio. Eso sí que da miedo, pero es lo que al mismo tiempo nos obliga a rebelarnos y a decir “¡oye, a mi no me vas a quitar las ganas o el derecho a hacer comedia con este tipo de temas!”. Yo creo que están consiguiendo precisamente lo contrario: que mucha gente y muchos programas que no hubiesen tocado asuntos políticos se vean obligados a hacerlo porque la situación lo exige y porque estamos viviendo un panorama respecto al recorte de libertades muy peligroso que debería obligar a posicionarse a todo el mundo. Esto les puede salir muy mal a quienes pretenden coartar la libertad de expresión.

E.M.A.: En un preocupante contexto en el que la extrema derecha está ganando posiciones…
F.D.:
Un amigo periodista, Alejandro Torrús, habla del concepto de la “antiespaña”. De cómo han sabido situar y polarizar las cosas de una forma que juntan en un mismo bloque a Pedro Sánchez, a Nicolás Maduro, y a Ana Gabriel, de la CUP, porque, para ellos, todo eso representa lo que conciben como la antiespaña: “los que quieren destruir España”. Ese es un caldo de cultivo perfecto para la extrema derecha. La antiespaña somos todos los demás.

E.M.A.: Me consta que viviste muy activamente el proceso del 15-M y todo lo que vino después, ¿No es un poco frustrante el balance?
F.D.:
El otro día precisamente otro amigo me decía con sorna, “vosotros sois lo único que queda en pie del 15M”. Yo me reía y le decía, ¡bueno si eso es así, apaga y vámonos! Insisto en que es broma, claro. Yo creo que la percepción general es de una oportunidad perdida, sí. En cierto modo se han registrado mejoras en la posición en algunos ámbitos, pero en el balance general da la sensación de que hubo una oportunidad de construir un relato nuevo, pero no hemos podido o no hemos sabido hacerlo.