Acaba de fallecer en Estrasburgo (Francia) Rafael Gómez Nieto, el último de los combatientes de La Nueve, la mítica compañía de la segunda división blindada del ejército francés, integrada en su mayoría por republicanos españoles, que fue la primera unidad militar aliada que entró en París, hasta las puertas de su Ayuntamiento, en su combate contra las tropas alemanas. Fueron muchos los combatientes y en muchos frentes pero la visión de esta compañía con sus blindados bautizados con batallas de nuestra guerra ocupa un lugar destacado en la memoria visual de la victoria sobre las fuerzas hitlerianas.
Tuve el honor de conocer a Rafael Gómez en la programación de actividades que acompañaron la inauguración, por el Ayuntamiento de Madrid, de los Jardines de La Nueve, situados en la calle Institución Libre de Enseñanza, todo un símbolo gracias al cambio de callejero que tantas resistencias afrontó y afronta.
La vida de Rafael Gómez Nieto es un ejemplo de lo que les tocó sufrir a muchos españoles como consecuencia del golpe de Estado, la agresión nazi-fascista a nuestro país por los ejércitos de Hitler, Mussolini y Salazar, la política de no intervención de las grandes potencias occidentales, el exilio y el horror de la Segunda Guerra Mundial.
Un vida difícil que contempló muy joven como una parte de los militares españoles, con el apoyo de las grandes fortunas y la jerarquía eclesiástica, pretendió imponerse a la voluntad mayoritaria del pueblo expresada en las urnas a favor de un gobierno del Frente Popular; que sufrió bombardeos, asesinatos, torturas y prisión, por defender al Gobierno legal y legítimo de un país que no se sometió a los designios retrógrados de una minoría; que aguantó el bloqueo internacional de quienes en nombre de la paz ataron de pies y manos al pueblo español para entregarlo como víctima propiciatoria al fascismo internacional, pensando que así le aplacarían; que fue sometido en Francia a los campos de concentración en condiciones inhumanas y al trabajo forzado, cuando no había más alternativa que la devolución al patíbulo ibérico; que asistió a la locura del genocidio en el expansionismo nazi-fascista durante la Segunda Guerra Mundial.
Todo ello pone en valor el ejemplo de resistencia que ofreció el pueblo que bien representa la figura de Rafael Gómez Nieto. Combatió hasta el final de la Guerra Civil y, desde el primer momento, a la dictadura franquista. Defendió el derecho de asilo, ese que definió de manera tan elocuente la Constitución jacobina («Francia, tierra de asilo inviolable de los que luchan contra la tiranía») y que olvidaron sus gobernantes. Y lo hizo con las más bella e irónica de las formas, poniéndose a la vanguardia de la resistencia contra un invasor implacable. La entrada en París de los combatientes de La Nueve fue todo un símbolo y una lección: la historia la hacen los pueblos, los hombres y mujeres que no se resignan a la injusticia.
Rafael Gómez Nieto vivió todo esto y aún lo más sorprendente, el olvido de la democracia española de sus más ejemplares combatientes antifascistas. Tuvo que ser el movimiento memorialista quien hiciera revivir la hazaña de La Nueve y de todos los que contribuyeron a derrotar el fascismo en Europa. No fue una casualidad. En nuestro país todavía tenemos que explicar que no hay democracia sin antifascismo. La impunidad que denunciamos en algunos torturadores del franquismo, todavía vivos, tiene una expresión ideológica en la idea impuesta de una democracia fruto de unas élites venidas de la dictadura.
Tuvieron que pasar más de treinta años de la muerte del dictador para que se empezara a reconocer el papel de los antifascistas españoles en la derrota del fascismo europeo. Hoy cuentan con placas, jardines y calles. No deberíamos dejar que su memoria se pierda. Camarada Rafael Gómez Nieto, ¡nosotros no te olvidaremos!
Secretario de Memoria Democrática del PCE