El camarada Sierra (1929-2020) ha significado, como pocos, una vida entregada a la causa obrera, en su condición de militante en el PCE y en CCOO. Todos y todas los que conocimos a Pilar Sierra guardamos un gran recuerdo de su trayectoria, su honestidad, su bondad.
Militante desde principio de los años 60, participó activamente en la huelga de los 30 duros, en 1962, siendo trabajador de la empresa nacional Calvo Sotelo-Encaso, quedando en el recuerdo de las generaciones siguientes el compromiso de aquellos hombres curtidos en la clandestinidad. Personas que, sabiendo lo mucho que arriesgaban, seguían con disciplina férrea la estrategia del partido para socavar la dictadura y que se abriera paso una gran avenida democrática en España. Un esfuerzo que se realizaba, junto con el de otros anónimos y clandestinos camaradas, desde el convencimiento de que sólo la resistencia contra la tiranía podía sembrar cimentos para la libertad. Conocimos, también, su fortaleza cuándo resistió interrogatorios y torturas en la Casa de Baños (antigua cárcel y comisaría durante la dictadura) sin dejarse doblar jamás.
Quedará por siempre su incansable afán por hacer llegar las ideas comunistas hasta cualquier rincón de la provincia de Ciudad Real, después de una dura jornada de trabajo. No había horario, ni horas de descanso, nada que impidiera, en los albores del periodo democrático, que los primeros comunistas llevarán el mensaje del partido a cada uno de los rincones de esta provincia.
Su recuerdo nos debe servir de aliciente para estar siempre al lado de los más desfavorecidos. Su ejemplo, la luz que nos ilumine en estos tiempos oscuros y tenebrosos.