I.- UN PLAN GLOBAL DE TRANSFORMACIÓN Y DESTRUCCIÓN
Vimos en el capítulo anterior la escenificación de la pena de muerte de Dostoevskii y sus compañeros. Toda una demostración ejemplar del poder sobre la vida y la muerte del Zar de Todas las Rusias. Para ahondar más en la naturaleza del conflicto que se estaba fraguando en aquellos años, quizá resulte ilustrativo conocer algunos rasgos de la biografía de una de las personas que jugaron un papel destacado en aquel caso. Se trata de Iván Petrovich Liprandi, destacado militar, escritor y uno de los principales historiadores rusos del siglo XIX.
Su padre, Pedro de Liprandi fue un aristócrata italiano de origen español que en 1785 se estableció en Rusia invitado por Ekaterina II. Su hijo Iván nació en Rusia y con sólo tres años de edad fue inscrito en un regimiento militar por su padre. Aquella vinculación con el ejército desde tan temprana edad marcó toda la vida posterior del futuro historiador. Alternando periodos de licencia con periodos de servicio militar Iván Petrovich Liprandi acabó su carrera militar como general. Entremedias, participó en numerosas campañas militares, incluidas las de la guerra contra el invasor Napoleón.
Fue amigo de Pushkin y muy conocido en los ambientes en los que se desenvolvía el poeta y sus amigos. En 1826 fue arrestado en la causa general contra los decabristas. Mantuvo estrechas relaciones de amistad con muchos de ellos y estuvo exiliado en Moldavia, en la ciudad de Kishenev, donde compartió destino con otros decabristas también exiliados. Más tarde fue readmitido en el ejército y participó en la campaña militar de 1828-1829. Sus inquietudes intelectuales las dirigió a la historia, la religión y los asuntos orientales.
Autor de varios libros y de numerosos artículos, acabó especializándose en la historia de la guerra contra Napoleón, recopilando prácticamente todos los materiales publicados por otros autores tanto en Rusia como en el extranjero. Publicó a su vez un gran número de trabajos en los que recogió las memorias de muchos de los participantes en aquella guerra. Además, publicó la más completa bibliografía sobre la guerra y creó una colección completa de todos los artículos publicados. Como nota curiosa, indicar que el escritor Lev Tolstoi utilizó la gran cantidad de materiales publicados por Liprandi para escribir su monumental “Guerra y Paz”.
En el año 1840 pasó a forma parte del Ministerio del Interior y en marzo de 1848, Liprandi fue encargado de la investigación en secreto de la tertulia de Butashevich-Petrashevskii. Su prestigio y buena pluma resultaron determinantes para la posterior evolución de los acontecimientos con el resultado final que ya conocemos.
He aquí un extracto de su brillante informe: “Los miembros de esta sociedad pretendía influir en las masas a través de la propaganda. Con este objetivo mantuvieron discusiones sobre como despertar en todas las clases del pueblo el descontento contra el Gobierno, como armar a los campesinos contra los propietarios de tierras, a los funcionarios contra sus jefes, como utilizar el fanatismo de los cismáticos (religiosos), y en los demás estamentos socavar y destruir todo sentimiento religioso, … como actuar en el Cáucaso, en Siberia … en Finlandia, en Polonia, en Malarossia … Por todo esto llegué al convencimiento de que no se trataba de una conjura pequeña y aislada, sino de un plan global, de un movimiento de transformación y destrucción”. (LIPRANDI, [1849]1872)
II.- UNA ENTREGA AL PUEBLO
Quizá la característica más importante de la intelligentsia rusa es su componente nihilista. Se puede decir que al igual que el populismo, el anarquismo o el bolchevismo, el nihilismo es una creación de la cultura rusa. En su formulación técnica, se trató de un movimiento intelectual por la liberación social. Pero, finalmente, resultó ser mucho más que eso.
En la base del nihilismo ruso se encuentra el ascetismo del cristianismo ortodoxo ruso, la percepción de que el mundo se encuentra sumergido en el mal, la negación de la riqueza y el bienestar como expresión del pecado, en definitiva la negación del mundo, en el entendimiento de que en él domina el pecado, el mal y la explotación de las personas.
Pero, al mismo tiempo, este ascetismo religioso del nihilismo negó, y niega, radicalmente a Dios. Niega el alma, el espíritu, y se convierte en ateísta. Y sobre la base de la negación de Dios, sobre la base de ese ateísmo radical, todos los esfuerzos han de ser dirigidos a la emancipación del hombre en la tierra, a la liberación del pueblo trabajador de los terribles sufrimientos a que es sometido, a la creación de las mejores condiciones para disfrutar de una vida feliz, aunque ascética, en la tierra.
Como escribió el filósofo N. Berdiaev, el nihilismo ruso… “Es la insurrección contra la ausencia de verdad en la historia, contra las mentiras de la civilización. Es la exigencia de que acabe la historia y comience una nueva vida fuera de la historia, suprahistórica. El nihilismo es… la transformación en nada de todas la tradiciones históricas, la emancipación del hombre natural al que ya no le serán impuestos ningún tipo de cadenas” (BERDIAEV, 1997, p. 281).
Hay dos aspectos fundamentales en el nihilismo que estarán ya siempre presente en la parte de la cultura rusa que se planteará las grandes cuestiones de justicia social y de modernización de Rusia. Por un lado, la pasión por el materialismo y la adoración de la ciencia, percibida como un instrumento para hacer el bien con el que el hombre construirá la nueva sociedad y liberará a la humanidad de las injusticias y de la explotación.
Y por otro lado, una dura crítica hacia el arte, al que se considerará en gran medida tocado por el pecado del hedonismo. El arte, el momento creativo, y en especial la literatura, debían estar siempre dirigidos a la emancipación social del hombre, del pueblo trabajador. Este aspecto estuvo siempre presente en la vida de los grandes escritores rusos, los cuales tuvieron siempre eternas dudas sobre la justificación social, sobre la verdadera “utilidad” social, de sus obras.
En la misma línea, el nihilismo consideraba como representación del mal al Estado, el derecho, la moral tradicional y todos los institutos sociales que de una u otra manera justificaban la explotación de la persona y del pueblo en su conjunto. Además, el nihilismo, con su acentuado ascetismo, veía en el servicio al pueblo, en la lucha por la liberación del pueblo, una misión cuasi de vocación apostólica. Los jóvenes nihilistas consideraban la revolución como una entrega al pueblo y aceptaban todos los sacrificios necesarios en aras de la liberación popular, incluso si se trataba de la cárcel, del exilio en Siberia o de la condena a muerte.
Estos componentes del nihilismo pasaron a formar parte de todas las teorías sociales en Rusia, de todas las organizaciones y movimientos revolucionarios. “Todos somos nihilistas”, dijo Dostoevskii. Y la historia le dio la razón.
III.- LA IDA AL PUEBLO
En Rusia, el populismo (narodnichestvo) fue sin duda el gran movimiento revolucionario durante la segunda mitad del siglo XIX y la primera década del XX. En la historiografía rusa se entiende por populismo el movimiento de acercamiento de la intelligentsia al pueblo, entendido éste, en lo fundamental, como el campesinado ruso, ya que se consideraba que era el portador de la sabiduría sobre la vida auténtica, que había quedado oculta para las clases dominantes. Había un doble objetivo final en esta marcha al pueblo, por un lado la búsqueda de las raíces populares de la cultura rusa. Por otro, ayudar al pueblo a tomar conciencia de su condición de explotación y humillación a la que estaba sometido y ayudarle en el proceso de liberación y de construcción de un nuevo orden social.
La intelligentsia era consciente de la pérdida, o incluso ausencia, de los vínculos con el pueblo, lo que la hacía sentirse culpable y en una eterna deuda histórica. El populismo de tipo socialista consideraba que las clases dominantes debían su bienestar y su cultura a la dominación y explotación del pueblo y que incluso los intelectuales, los artistas y escritores debían su preeminente situación cultural a la explotación del pueblo trabajador. Esta percepción dio lugar a que muchos de los grandes artistas y escritores rusos se sintieran separados del pueblo y aislados socialmente. En esta situación de culpa espiritual, los escritores se lanzaban literalmente a “buscar” al pueblo. Esta era la naturaleza de la permanente crisis espiritual de los grandes genios de la literatura rusa como Dostoevskii y Tolstoi.
Al mismo tiempo, el populismo tenía un carácter telúrico, vinculado a la tierra, asumido a través de la esencia misma del pueblo, es decir el campesinado. Y toda vez que el campesinado era colectivista, el populismo era a su vez colectivista. Como dice Berdiaev “Todos los populistas idealizaron las formas de vida campesinas. La comunidad campesina era considerada por ellos como un producto original de la historia rusa, como un tipo ideal [de economía], o como decía N. Mijailovskii, un tipo ideal [de economía] en un estadio inicial de desarrollo” (BERDIAEV, 1997, p. 294). En consecuencia el populismo hará del colectivismo campesino la base y expresión de su Idea de Rusia, de sus proyectos de transformación social.
No se puede hablar de un único populismo. En su seno se manifestaron varias corrientes. El populismo de base filosófica religiosa, por ejemplo el de los eslavófilos, el de Dostoevskii o Tolstoi, entendía que en el pueblo estaba escondida la verdad religiosa. Por el contrario, el populismo social, muchas veces ateísta, consideraba que el pueblo escondía la verdad social. Como después pasaría con el bolchevismo, el populismo albergó en su seno a eslavófilos y occidentalistas, a revolucionarios y conservadores, a socialistas, marxistas y anarquistas. Unidos, y al mismo tiempo enfrentados de forma radical, unos y otros consideraban que había que llegar al pueblo.
Precisamente, el principal objetivo de los marxistas rusos, en particular de Plejanov y del joven Lenin, fue desmontar las percepciones idealistas que del campesinado ruso tenían los populistas. Pero, curiosamente, una vez eliminado ese componente idealista, y entendiendo el significado del campesinado como clase en la revolución, Lenin, ya a partir de los años 1905-1097, asumió los elementos fundamentales del populismo, racionalizándolo con el marxismo e incorporándolo al bolchevismo. Por cierto, para gran desesperación de Plejanov y de los marxistas socialdemócratas ortodoxos.
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(*) Historiador