Han pasado diez meses desde que la eurodiputada de Izquierda Unida, Sira Rego, presentara su candidatura a la presidencia del Parlamento Europeo a propuesta del Grupo de la Izquierda Unitaria Europea/Izquierda Verde Nórdica. Y en la parte final de su discurso, ante el hemiciclo de Estrasburgo, apeló a construir desde el Parlamento Europeo “una Europa de paz, una Europa solidaria, que no se deje a nadie atrás”.
De hecho, esa fue una de las líneas centrales de sus mítines durante toda la campaña para las elecciones europeas de mayo de 2019, para contraponer el proyecto de la izquierda al de una Unión Europea más preocupada por el desarrollo económico de sus élites, que por el bienestar de las familias trabajadoras que viven en ella.
Lo que está claro es que sin solidaridad, es imposible que nadie se quede atrás y el Consejo Europeo, la Comisión Europea y el Eurogrupo están muy lejos de acordar una salida justa a esta crisis. “Cuando en Bruselas hablan de que no se quede nadie atrás, se refieren a que no se queden atrás aquellos a los que siempre les va bien”, explica Rego. Sin embargo, “para nosotras, que no se quede nadie atrás supone que nuestros pueblos tengan garantías, certezas de que los recursos se repartirán con justicia”.
La descoordinación y la ausencia de una respuesta conjunta coherente y solidaria a la pandemia ha marcado las decisiones de la Unión Europea desde el inicio de la crisis. Una crisis que ha vuelto a subrayar las graves diferencias entre los gobiernos de Alemania y Países Bajos y los de España, Italia o Portugal. De algún modo, la solución a esta crisis, teniendo en cuenta cómo se cerró la de 2008, marcará el futuro de la Unión Europea. Se trata de “un momento muy complejo en el que está en riesgo este modelo de integración europeo, que desde luego no compartimos”.
Pero la eurodiputada de Izquierda Unida cree que “sería algo ingenuo pensar que el simple hecho de que haya una inclusión en la Unión Europea es garantía de que lo que venga a continuación vaya a ser mejor”. “Estamos viendo que la extrema derecha tiene cada vez más hegemonía con un proyecto alternativo en el que, en el fondo, planean una subordinación a uno de los bloques dominantes del mundo”.
Esa insolidaridad también está teniendo un reflejo en el ámbito internacional, donde la UE sigue aceptando como política propia la que marque EEUU. En plena pandemia, Washington ha redoblado su presión a países como Cuba y Venezuela, y ha tratado de criminalizar la gestión del Gobierno chino de todas las maneras posibles. La UE no ha dado una respuesta contundente a la actitud beligerante de Donald Trump y tampoco ha sabido reaccionar ante peticiones de la comunidad internacional como el levantamiento de las sanciones o a la liberación de presos palestinos y saharauis, muy vulnerables a la expansión del virus.
El eurodiputado de Izquierda Unida, Manu Pineda, sostiene que “la UE debería replantearse su política de alianzas, desprenderse del actual rol subordinado a las decisiones de EEUU y de la OTAN y apostar por un mundo multilateral que tenga como objetivo el respeto al derecho internacional y a los derechos humanos, la paz, la justicia social y la soberanía de los pueblos”.
Esto conlleva también abandonar la política de las buenas intenciones y las declaraciones impecables de la diplomacia europea y empezar a tomar decisiones. “Nosotros hemos defendido y hemos pedido al Alto Representante de la UE”, el español Josep Borrell, “que pase de las palabras a los hechos”. “La UE tiene mecanismos suficientes para actuar y en el caso de Venezuela, debería empezar por levantar las sanciones que impuso la propia UE siguiendo el dictado de EEUU”, explica.
En el caso de Palestina “debería reconocer sin demora el estado palestino, instar a todos los Estados miembros a hacer lo mismo, suspender el acuerdo de Asociación con Israel y cancelar su participación en el programa Horizonte 2020”. Y respecto al Sáhara Occidental, Pineda es partidario de “cancelar los acuerdos con Marruecos y acatar las sentencias del Tribunal de Justicia de la Unión Europea sobre la soberanía de los recursos saharauis”.
La extrema derecha está intentando sacar tajada en países como España e Italia. “La UE es profundamente anticomunista, pero no se entiende la historia del antifascismo sin la acción de las comunistas. Desde los partisanos italianos, la liberación de Berlín, la resistencia francesa o la revolución de los claveles. Es la negación de su propia historia la que nos lleva a este punto”. Además “hay un hecho inquietante: la UE asume cada vez de forma más evidente la agenda de la extrema derecha”.