En septiembre de 2013, en un discurso en la Universidad de Nazarbayev (Kazakhstan), Xi Jinping compartía el compromiso de China por revitalizar las antiguas rutas de la seda. Las enormes dimensiones del proyecto convertían la propuesta en un hito histórico. Se calculaba que afectaría directamente a dos tercios de la población mundial. El compromiso tomaría cuerpo y nombre en la Iniciativa de la Franja y la Ruta (IFR).

Eran los años de la guerra en Siria y del apogeo del terrorismo islámico por el cual sangraba el sudoeste del continente asiático (Afganistán, Siria, Irak, Pakistán). La IFR empezó por concretarse en una coalición en pro de la estabilización de los países colindantes al gigante asiático. Esta se consolidaría mediante la estimulación planificada de su desarrollo económico y social. Para ello se abrirían rutas logísticas de transporte, se facilitarían mecanismos de inversión y comercio internacional, se facilitarían fuentes de financiamiento mediante el establecimiento de fondos y bancos internacionales, se establecería una mayor coordinación política y, finalmente, se intensificaría el intercambio cultural en pro de estrechar la amistad entre los pueblos de los respectivos países.

Entre los años 2013 y 2014 se crean el Fondo de la Ruta de la Seda y el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura. Por ellos pasará la financiación de los proyectos de la IFR que empiezan a multiplicarse. En efecto, 138 países han firmado el Memorándum de Entendimiento de la IFR, integrándose formalmente al proyecto. Por su fuerza y ambición, dichos fondos empezarían a rivalizar en influencia con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco de Desarrollo Asiático (BDA), ambos alineados a los intereses de potencias como Japón, Estados Unidos o la Unión Europea.

De resultar exitosa, la IFR obligaría al Oeste a ceder ante un mundo cada vez más multipolar y con una capacidad de desarrollo cada vez más extendida. Con ello se cerrarían los 500 años de la llamada era de Colón y se pondría fin a los privilegios del puñado de países que siglos atrás descubrieron las virtudes de la colonización.

El presente texto se ofrece como continuación del artículo publicado con anterioridad, China y los derechos humanos. También se considera continuación del artículo publicado por el presidente del PCE, José Luis Centella, que funciona de introducción a la herencia cultural china bajo la cual se construye la presente estrategia de reforma y apertura, y en su cúspide la IFR.

Deuda y sino-imperialismo

Occidente acusa a China de establecer relaciones de depredación con los países en los que la IFR coordina y financia proyectos. Estas se darían en un contexto en el que, acorde al BDA, el continente asiático sufre de un déficit de inversión en infraestructura de 1.7 trillones de dólares al año. China estaría empujando sistemática y unilateralmente a dichos países a entrar en trampas de deuda que los llevarían al default financiero. El default obligaría a la transferencia de la propiedad de los proyectos realizados al gigante asiático, apropiándose así de territorio soberano extranjero.

Sin embargo, varios centros de investigación rechazan dicha narrativa. El Instituto Real de Asuntos Internacionales, o Chatham House, un influyente think tank de sede británica, indica en su informe de Agosto de 2020 que los proyectos de la IFR se inician formalmente a través de una solicitud emitida por los gobiernos. Los proyectos surgen de manera ascendente, por partes, son evaluados caso por caso y acordados bilateralmente. Si bien existe una guía general de acción por parte del gobierno chino, esta opera de manera flexible dirigiendo el sistema hacia objetivos amplios y sin especificar resultados detallados.

El caso del puerto de Hambantota en Sri Lanka, la propiedad del cual ha sido cedida a una empresa estatal china, se cita extensivamente como prueba de la narrativa de las trampas de deuda. Sin embargo, según indica Chatham House, la deuda nacional de Sri Lanka establecida con el gigante asiático era pequeña a comparación de la establecida con Japón y otras organizaciones internacionales como el Banco Mundial o el BDA y contaba con tasas de interés más flexibles y acomodables. Además, la concesión final de la propiedad del puerto se dio a petición del gobierno de Sri Lanka. En resumen, la evidencia no justificaría las acusaciones presentadas.

Al contrario, el reporte indica que la IFR se muestra fuertemente dependiente de las demandas del país receptor. Los obstáculos a los que se enfrenta la IFR suelen estar causados por una combinación de deficiencias de gobernanza de las élites de los países receptores y una falta de previsión y evaluación por parte de las empresas chinas. Este sería el caso de Sri Lanka.

Otro estudio publicado en 2018 por el Centro de Desarrollo Global, con sedes en Washington y Londres, concluye que “es poco probable que la IFR cause un problema sistémico de deuda en las regiones donde se concentra la iniciativa”. El Grupo Rhodium, de investigación y análisis de datos económicos, también con sede en Estados Unidos, recoge que son raros los casos de aprovisionamiento de activos por parte de China tras un default financiero. En líneas generales, el gobierno chino se muestra abierto a mejorar las condiciones de la deuda establecida ante signos de posible impago. Acorde al estudio, las renegociaciones de deuda tienden a resultar en la cancelación de la misma o su aplazamiento. Como es sabido, China ha liderado la demanda para la cancelación y congelación de la deuda a los países más pobres durante la pandemia.

Multilateralidad y desarrollo compartido

No parece que China necesite de aprobación europea. Sin embargo, Yanus Varoufakis y Michele Geraci, ex ministros de finanzas de Grecia e Italia, han hecho público su interés de negociar con el gigante asiático y la IFR, de la cual Italia ya forma parte. Ambos resaltan la predisposición del gigante asiático para llegar a acuerdos de beneficio mutuo.

El compromiso de China con el establecimiento de un orden mundial de destino compartido es explícito y reiterado. Su construcción pasa por dos puntos esenciales. El primero, económico, asegura un desarrollo estable, multipolar e interconectado de los países en vías de desarrollo mediante el éxito de la IFR. El segundo, político, incide en el trabajo de organismos internacionales como las Naciones Unidas o la Organización Mundial de la Salud, organismos de referencia en la regulación social y política mundial. En su lucha por un desarrollo multipolar y antihegemónico podemos observar ciertas reverberaciones del pensamiento de Samir Amín.

Los acuerdos comerciales que China sostiene con los países de su entorno son en esencia bilaterales y tienen por principio el respeto mutuo a la política interior del país. Nos olvidamos de las reestructuraciones neoliberales a las que organismos como el Banco Mundial y el FMI empujan a los países deudores bajo amenaza de ulteriores sanciones económicas o intervenciones militares de la OTAN. Good Governance Africa señala las mejores condiciones de negociación de China y la ausencia de condicionantes políticos como responsables de la disminución de los préstamos del FMI y del Banco Mundial y del incremento de préstamos del continente africano a China.

El exministro de construcciones públicas de Liberia e investigador en el Centro por el Desarrollo Global, W. Gyode Moore, afirmaba en agosto de este año que “Occidente podría exceder la inversión de China en África si quisiera […] ¿Pero quiere? No estoy convencido de ello […] China ha construido más infraestructura en África en dos décadas que el Occidente en siglos […] China es también nuestra amiga”. En términos parecidos se expresaba el presidente de Ruanda, también presidente de la Unión Africana. Además el presidente del Banco para el Desarrollo de África y los casi cincuenta presidentes reunidos en el Foro para la Cooperación China-África han explicitado su reconocimiento a la inversión china y el rechazo a las acusaciones de neocolonialismo presentadas por Occidente. Recientemente, la plataforma de información dedicada al mundo en desarrollo Devex, con sede en Estados Unidos, señalaba como varios líderes africanos rechazaron públicamente la narrativa anti-china de Estados Unidos durante un evento oficial que contaba con inversores y oficiales políticos de la potencia norteamericana.

No parece que el resultado de las elecciones en Estados Unidos vaya a traer consigo ningún cambio significativo en sus relaciones con la potencia asiática. Por ello, emplazamos a la izquierda y a los movimientos antiimperialistas a actuar con cautela y estudio frente al bombardeo propagandístico del capital europeo y estadounidense. Sin duda, tenemos mucho que aprender del trabajo de nuestros camaradas y de la magnífica astucia del Partido Comunista de China.

Referencias

(1) The Guardian, “Support for China-led development bank grows despite US opposition”, 2015;

(2) Mundo Obrero, “China y los derechos humanos”, 2020;

(3) Mundo Obrero, “El mundo tras la crisis del coronavirus y la respuesta de China”, 2020;

(4) Asian Development Bank, “Asia Infrastructure Needs Exceed $1.7 Trillion Per Year, Double Previous Estimates”, 2017;

(5) Chatham House, “Debunking the Myth of ‘Debt-trap Diplomacy’”, 2020;

(6) Center for Global Development “Examining the Debt Implications of the Belt and Road Initiative from a Policy Perspective”, 2018;

(7) Rhodium Group, “New Data on the “Debt Trap” Question”, 2019;

(8) Good Governance Africa, “China vs the IMF “, 2017.

(9) Associated Press, “Rwandan leader says China relates to Africa ‘as an equal’”, 2018;

(10) Quartz Africa, ““Satisfied” and “inspired”: All the ways African leaders praised their alliance with China”, 2018;

(11) Devex, “African leaders question US position on China at investment event”, 2020;

(12) Mundo Obrero, “Inquietud y virus en la Casa Blanca”, 2020;