La música flamenca nace en Andalucía a lo largo del siglo XVIII y se conforma en el siglo XIX en medio de todos los procesos políticos y sociales que sacudieron este siglo. En el sur de la península ibérica, a lo largo y ancho de lo que fueron los últimos bastiones del Al-Ándalus, mujeres y hombres trabajadores forjaron los estilos que conformarían el grueso árbol de la música jonda. En aquel tiempo, la pobreza afectaba a la mayoría de la población y el modelo de la producción sufrió transformaciones que fueron desde el caciquismo imperante en siglos anteriores, a una suerte de capitalismo que se conformaría ya en el siglo XX.

El flamenco nació entre las clases sociales más desfavorecidas, en el seno de un pueblo trabajador que vivía en régimen de semi esclavitud. Nace esta música popular en unas condiciones sociales muy difíciles y se impregna de todo lo que acontece en su entorno, dejando constancia de un posicionamiento general ante los acontecimientos históricos reflejado en la poesía popular que sacude el espíritu del cante. A través de los textos cantados podemos observar muestras de una rebeldía social andaluza que echaría raíces en el cante. La abundante masa de letras que ha llegado hasta la actualidad, da testimonio del compromiso y del posicionamiento político que amasaban las flamencas y los flamencos de la época.

Nació el flamenco en el seno de los barrios y los pueblos, en el seno de las familias andaluzas. Nació para ser cultivado en lo sagrado de la intimidad con carácter no venal, pero al calor de las transformaciones del siglo XIX surgieron los primeros cafés cantantes, las primeras representaciones y aquellos seres cultivadores de las esencias sonoras andaluzas, empezaron a vivir de sus preciados dones artísticos. El flamenco sufre ciertas renovaciones estéticas y estilísticas, sin abandonar su esencia de protesta, para adecuarse a su nuevo hábitat, aunque la intimidad siempre ocupara un papel preponderante en cuanto a la verdad sonora. Así lo recoge el poeta Ricardo Molina, quien se ocupó del estudio de lo jondo durante un amplio periodo de su vida y que aseguraba que a finales del XIX y principios del XX el eco de la política se encontraba presente en los repertorios de los artistas.

El posicionamiento en favor de los liberales y en contra del absolutismo, fue prácticamente unánime en el siglo XIX. La primera y segunda repúblicas españolas se encuentran igualmente respaldadas por un buen número de grabaciones y letras que perviven en los recopilatorios letrísticos y que dan fe del republicanismo imperante entre los flamencos. Las revueltas jornaleras, una suerte de filia hacia los bandoleros como “héroes del pueblo” que roban a los ricos para socorrer a los pobres, las guerras de África, el poder del dinero, la ausencia de libertad, la pobreza, las diferencias sociales y una serie de cuestiones ideológicas, aparecen intermitentemente en los repertorios de todas las épocas.

Ya en el siglo XX, la mayoría de los componentes de esta música sureña toman favor por el bando republicano durante la guerra civil, muchos tendrían que marchar al exilio posterior, y otros tantos formaron parte de la lucha clandestina contra la dictadura de Franco y el advenimiento de la democracia. Merece la pena rescatar algunos testimonios dignos de ser mencionados, para que la gran mayoría que ignora la verdadera esencia del flamenco como arte popular de fuertes connotaciones político-sociales, dejándose llevar por estudio absurdos altamente refutados o por la consideración nacional-catolicista del flamenco que se cultivó en el franquismo (que no era flamenco sino “aflamencado”) tomen conciencia de la importancia de proteger a una música creada por gentes que no sabían leer, pero escribieron algunas de las piezas musicales más importantes del siglo XX.

JUANITO VALDERRAMA

Juan Valderrama Blanca nació en Torre del Campo, Jaén, en 1916, en el seno de una familia trabajadora. Durante los años de la segunda República había alcanzado gran notoriedad y al estallar la guerra civil, se enroló en las filas del bando republicano dentro de la CNT. Cavó trincheras y estuvo en primera línea de fuego pero consiguió pasar a la retaguardia gracias a un general que lo había conocido actuando. Así, formó una compañía con grandes figuras como Pepe Marchena, Canalejas, Palanca o Niño Ricardo, a quienes la guerra había sorprendido en la provincia olivarera, y cantaron para las tropas republicanas durante los primeros meses de la contienda. Una vez entrada la dictadura, supo reponerse inteligentemente del señalamiento y formó una nueva compañía en la que dio cobijo a muchos artistas denostados por cuestiones políticas. Compuso tituló su gran éxito ‘El emigrante’ como eufemismo de ‘Exiliado’, basando la composición en las decenas de exiliados que encontraba en Orán y Tánger cuando tenía conciertos. Fue invitado a cantar ante el dictador en la finca del Marqués de Villaverde. Temió por su vida porque Franco ordenó que repitiera la canción de El emigrante hasta dos veces. Él pensó que estaban analizando si había algún componente político en la misma.

NIÑA DE LA PUEBLA

Dolores Alcántara ‘Niña de la Puebla’ nació en La Puebla de Cazalla. Cantaora ciega, fue una de las figuras más importantes de la llamada ‘Ópera flamenca’. Casada con Luquitas de Marchena, y madre de los también cantaores Adelfa Soto y Pepe Soto. Hija de un militante anarquista conocido como Curro Casamía, al que se le atribuye la paternidad de las letras de ‘Los campanilleros de la libertad’, que cantaría Dolores siendo muy joven pero que nunca llegó a grabar: “Por los campos de mi Andalucía/ los campanilleros de la libertad/ van luchando, gritando y cantando/ los campanilleros de la libertad. / Y en la cárcel están sin comida / anarquistas que un día/ a la España esclava querían libertar./ Amnistía reclaman los parias / para sus hermanos que sufren prisión / y sus gritos se ahogan en sangre / por los opresores de la situación./ Pero un día será / en que el pueblo se lance a la lucha/ y de estas mazmorras los libertará./ Anarquía sublime palabra, / la idea más hermosa de la Humanidad.” Curro Casamía, era de nombre Francisco Jiménez Montesinos. Dolores Vimes, hija de Antonio Vimes, cenetista de Constantina (Sevilla) y amigo del padre de la Niña de la Puebla aseguraba que fue en una barbería de aquel pueblo sevillano donde, en privado, la Niña de la Puebla comenzó a cantar “Los Campanilleros de la Libertad” en torno a 1932.

MANUEL VALLEJO

Cantaor sevillano, segunda Llave de Oro del cante, artista de culto que contaba con centenares de seguidores debido a su portentosa voz y su inconfundible sello cantaor. De tendencias izquierdistas conocidas en toda Sevilla, realizó varias giras con una camioneta de la CNT. El secretario general del PCE de los años 30, José Díaz, era un destacado admirador de este genio sevillano que grabó en Barcelona los primeros fandangos republicanos tras proclamarse la segunda República.

Después de escuchar el himno,
y al grito de ¡viva España!,
canto el fandango gitano;
y en él llevo puesta mi alma
como buen republicano.

NIÑA DE LOS PEINES

La cantaora totémica, la genial e ilustre Pastora Pabón, Niña de los Peines, está considerada como la mejor cantaora de todos los tiempos. Nacida en una familia gitana de grandes artistas donde destaca su hermano, Tomás Pabón, fue compañera de vida del también cantaor Pepe Pinto. Grabó la práctica totalidad de los cantes del acerbo flamenco en una amplia discografía que está catalogada como patrimonio oral de Andalucía. Fue una mujer adelantada a su tiempo. Tuvo varias relaciones sentimentales que terminaban siempre por decisión propia. Mujer libre, ejercía su libertad en unos tiempos harto difíciles para las mujeres que no se sentían inferiores a los hombres. Durante la República grabó cantes republicanos como “La bandera de mi patria”. A ella se le atribuye la popularización de los famosos tangos: “Qué bonita está Triana / cuando le ponen al puente / banderas republicanas”. Durante la guerra civil estuvo en Madrid y ayudó continuamente al Socorro Rojo además de realizar incontables actos benéficos para recaudar fondos en beneficio del bando republicano. Tras la guerra civil, su vida artística, la más brillante de los flamencos de la época, se vio lastrada y ya nunca llegó a alcanzar las cotas anteriores. Hoy en día, legiones de devotos recurren a ella en busca de inspiración.

EL MOJICONERO

Una de las historias flamencas más conmovedoras la protagoniza Casto Moreno Vargas. Conocido como ‘El Mojiconero’, fue un gitano anarquista hijo del mítico cantaor Joaniquí, creador de cantes por soleá. Se procuró una vasta cultura de forma autodidacta e impartió clases entre las familias más humildes de Lebrija. Tras el golpe de Estado fascista del 36 fue arrestado y condenado a muerte por fusilamiento. Se cree que el miliciano a cargo de su ajusticiamiento erró a caso hecho en el tiro. Casto cayó al suelo y sobre él, los cuerpos de sus compañeros. Unas horas más tarde, los encargados de trasladar los cadáveres a la fosa común no lograron encontrar el cuerpo del Mojiconero. Había sobrevivido. Abandonó a su esposa y a su familia y huyó a pie hasta Málaga donde rehízo su vida. Una pareja de la guardia civil acudió a casa de Joaniquí de Lebrija (su padre) a preguntar si sabía algo y aquel gitano mítico sacó de lo más hondo de sus entrañas un cante que ha quedado grabado con letras de oro en la historia jonda: “Tengo un hijo perdío / y si Dios no lo remedia / yo voy a perder el sentío”. Fue tan desgarrador el cante de aquel hombre que los guardias huyeron de la choza en la que vivía. El Mojiconero volvió a Lebrija veinte años más tarde, con nombre y señas de identidad falsas. Nadie se atrevió a señalarlo a pesar de que sospecharon de su identidad cuando reanudó su actividad docente por los cortijos y familias más humildes.

ANITA SEVILLA

Ana Gómez Segura (1908-1942). Cantaora y actriz. José María Caparrón Lera, en ‘Arte y política en el cine de la Segunda República’, escribe que Anita Sevilla se fue a América “sin tardanza (…) intérprete destacada de ‘El genio alegre’, cuyo rodaje se suspendió a causa de la guerra, temerosa de que pudieran descubrirse sus simpatías por la causa roja”. Hermana del banderillero ‘El Nili’, destacado luchador antifascista contra quien realizaban las corridas de toros en la Sevilla de Queipo de Llano al grito de “Mueran los hijos de Pasionaria”, su nombre fue borrado de las carteleras de las películas tras la guerra. Entre otras muchas aventuras, se cuenta que fue El Nili quien sacó de Madrid al alcalde republicano Pedro Rico escondido en una maleta camino de Valencia, donde ambos pusieron rumbo al exilio en México. Anita Sevilla también marchó al exilio mexicano donde continuó sus grabaciones, entre ellas, una titulada “Andalucía, la roja”. El Nili abrió un restaurante español y fue allí donde se realizó el famoso encuentro entre Manolete y el político Indalecio Prieto.

LUIS CABALLERO

Luis era considerado, verdaderamente, un caballero del flamenco. Artistas y críticos ensalzan su humildad, su figura y su maestría. Republicano convencido desde temprana edad nació en 1919 y falleció en 2010. Tras la guerra fue apresado en su municipio, Aznalcóllar (Sevilla) y desde la reja de la cárcel vio un día venir a su madre vestida de luto. Fue ahí donde se dio cuenta que su padre había sido fusilado por la dictadura. Militante comunista, fue condenado a muerte, pena conmutada por la de largos años de cautiverio. Tuvo que cambiar de residencia para conseguir trabajo ya bien entrados los años 50. Vivió en Triana, donde se codeó con lo más granado de la época. Su dedicación al cante flamenco la alternó con profusos estudios sobre esta materia, decenas de artículos y entrevistas. Murió en 2010, a los 90 años, manteniéndose fiel a sus ideas hasta el final.

JOSÉ MENESE

José Menese Scott nació en la Puebla de Cazalla en 1942 y falleció en el mismo pueblo en 2016. Criado en una prolífica familia trabajadora, tomó conciencia política gracias a la influencia de sus paisanos, los hermanos Moreno Galván, junto a los que emigra a Madrid, ya convertido en un sólido cantaor forjado junto al maestro Antonio Mairena, otro destacado republicano. Menese se granjeó la amistad de los intelectuales izquierdistas de la clandestinidad y pidió el voto para el PCE en las primeras elecciones democráticas. Francisco Moreno Galván moldeó su repertorio con letras nuevas que Menese encajó en los palos más señeros del flamenco a través de las cuales protestaba contra las injusticias sociales. Fue un cantaor notable que alcanzó su plenitud en los 80 y 90, siendo primera figura de los carteles más importantes del mundo flamenco.

MANUEL GERENA

El cantaor más prohibido por el franquismo, Manuel Gerena, sigue hoy día, a sus 75 años, fiel a los principios comunistas que lo llevaron a derramar sus letras protesta sobre los escenarios de medio mundo. Afiliado a CCOO y posteriormente al PCE desde el año 1968, Manuel Gerena pasó por el calabozo más de 300 veces. Todos los gobernadores civiles de España prohibieron sus conciertos, a los que asistían miles de personas, llegando a llenar el estadio del Rayo Vallecano para un concierto. Gerena se descubrió como autor de sus propias letras, ganándose el cariño y el respeto de artistas como Rafael Alberti o Blas de Otero, que le dedicaron sendos poemas. Tal era su popularidad que la policía franquista no se atrevía a tocarlo en las dependencias de la Puerta del Sol donde el cantaor asegura que oía chillar de dolor a los presos políticos torturados por siniestros personajes como Willy el Niño. Autor de decenas de discos y libros con sus poemas, Manuel Gerena ha actuado en los teatros más importantes del país, realizando a principios de 2020 una sonada actuación en el teatro Lope de Vega de Sevilla, en conmemoración de los 45 años de la prohibición de su concierto en este mismo recinto.

PACO MOYANO

Paco Moyano nació en Alhama de Granada en 1951. Militante comunista desde la clandestinidad, se trasladó a Madrid en los años 70 donde participó activamente en los movimientos políticos mientras tejía su carrera como cantaor flamenco. Detenido en varias ocasiones, su caso sí cuenta con torturas y episodios de palizas por parte de los policías de la Dirección General de Seguridad de la Puerta del Sol, tal y como recoge en su libro ‘Historia social del flamenco’ (libro muy recomendable) el camarada y periodista Alfredo Grimaldos. Moyano se enrolaría después en las compañías de Salvador Távora y Mario Maya, con quienes recorrió el mundo entero. Durante los años 80 formó su propia compañía con la que realizó importantes giras y de la que saldrían nombres como Eva Yerbabuena, Sara Baras e Israel Galván. Sus letras tienen alto contenido político. Llegó a grabar el famoso tango “Don Manuel”, en el que señalaba el blanqueamiento de fascistas como Manuel Fraga por la democracia: “Que no nos vengan ahora / con cuentos de democracia / si ya no engañan a nadie / después de tanta matanza”. Grabó, igualmente, el cante titulado ‘Militante’, dedicado a los últimos fusilados por el franquismo. ‘Espada y cruz’ es una hermosa colombiana que lleva implícita una crítica al colonialismo español en América.

ANTONIO GADES

El bailaor totémico se llamaba simplemente Antonio. Si los grandes teóricos marxistas insistían en que las obras de arte progresistas debían ir acompañadas de un fuerte respaldo de contrastada calidad artística para tener la suficiente consideración, encontramos en Antonio Gades uno de los mejores exponentes de esta premisa. La vida de Antonio Gades (1936-2004) es una constante de esfuerzo, disciplina, éxitos y coherencia política. Quizá por ello, por su talento, por su genialidad, por sus obras inmortales, quienes censuran a los artistas por el compromiso político hubieron de rendirse ante sus pies tras el eco atronador de los aplausos del público en los más importantes teatros del mundo. Realizó una indiscutible aportación al mundo de la cultura, a la que contribuyó su ética, su insobornable dedicación obrera al baile y la insigne reivindicación de las danzas españolas, disciplina que llevó a las más altas esferas. Todo ello, en paralelo a su inquebrantable y férreo compromiso político.

Nació en el seno de una familia trabajadora, hijo de un albañil republicano de fuertes convicciones políticas que luchó en la defensa de Madrid contra el fascismo y una madre que trabajaba en el sector del calzado. Antonio vino al mundo en plena guerra civil un 14 de noviembre de 1936. Su padre no pudo estar presente en el alumbramiento porque se encontraba en el frente de combate. “Estoy orgulloso de mi padre que prefirió ir a defender a la República antes que verme nacer a mí”, manifestó en alguna ocasión el bailaor. Antonio Gades tomó conciencia del mundo dentro de una familia con fuertes convicciones políticas. Acabada la guerra civil, se trasladaron desde Elda hasta Madrid, donde vivieron en una portería los primeros años de la durísima posguerra y de la represión impuesta por la dictadura.

En sus entrevistas y declaraciones dejó entrever que fue un niño que se movía por la curiosidad y las ansias de aprender. Este hecho hizo que le gustara el colegio y se sintiera a gusto en el mismo, pero abandonó los estudios a los 11 años por las necesidades económicas de su familia y comenzó a trabajar en distintos oficios. Fue mozo en el diario ABC, repartidor de frutas, ayudante en un estudio de fotografía, y hasta ciclista, torero y boxeador. Aseguraba que tuvo tantos oficios porque fue despedido de todos ya que no soportaba las injusticias y se enfrentaba a sus jefes. En 1949, con 13 años, su madre lo matriculó en una academia de baile. El joven pagaba las clases con su propio sueldo. La danza estimuló su curiosidad y peregrinó por otras academias de su barrio hasta que la suerte quiso que fuera descubierto por Pilar López quien, sorprendida por la naturalidad y la pose del joven bailaor, lo incorporó pronto a su compañía. Cuando Pilar López comprobó el talento y las actitudes de su descubrimiento, le sugirió cambiar su nombre de pila por el de Gades, en honor a la antigua Cádiz fenicia. Así pasó Antonio Esteve Ródenas a forjar el nombre con el que se convertiría en una leyenda del baile internacional.

Otra faceta brillante de Gades fue su intelectualidad. Venía desde abajo y alcanzó la cima del pensamiento de cualquier filósofo. Él era un filósofo de la danza, la política y de la vida, como manifiestan sus declaraciones. Antonio Gades fue un hombre que se hizo a sí mismo. Un hombre que se procuró lecturas y conocimientos para saciar su enorme curiosidad: “Pepe Bergamín, Alberti, Caballero Bonald y el doctor Barros me enseñaron a leer. Miró, Tàpies, Brossa y Picasso me enseñaron a ver la pintura”, aseguró el bailaor. Reconocía que fue un joven sin apenas cultura que debió apañárselas para abrir los ojos.

Durante los años 60 se forja la leyenda. En 1961 abandonó la compañía de Pilar López y comenzó un fructuoso periplo que lo llevó a Italia y Francia, donde trabajó al lado de grandes nombres de la danza como Antón Dolin, Miskovitch, Rudolf Nuréyev o Carla Fracci. Antonio Gades acaparaba la atención de artistas, críticos y músicos de toda Europa por el estilo único de su danza y la capacidad para transmitir la pureza del baile español. Aprovechó estos viajes para tomar clases con algunos de los intérpretes más destacados, especialmente en París. En 1962 participó en el estreno del ‘Amor Brujo’ en el teatro de la Escala de Milán. En 1963 regresa a España y graba la película ‘Los Tarantos’ junto a la genial Carmen Amaya. Por esa época conoce a Vicente Escudero de quien se decía discípulo.

Su compromiso político no había dejado de crecer durante todos esos años en los que había viajado por el mundo entero, lo que le permitió comprobar de primera mano las injusticias sociales. Por esos años tomó contacto también con organizaciones políticas clandestinas que luchaban contra el régimen franquista, y en 1975 protagonizó uno de los episodios más abrumadores de coherencia política en la historia de la cultura española: abandonó el baile en protesta por los fusilamientos de los cuatro opositores vascos a la dictadura, sentencia firmada por Franco en sus últimos meses de vida. Gades consideró una frivolidad seguir bailando después de aquello. Disolvió la compañía y se retiró de la danza.

No volvería a los escenarios hasta años más tarde, cuando fue convencido en Cuba por Alicia Alonso de que su lucha, desde los escenarios, llegaría a más personas. A partir de ahí el genio no dejó de crecer. Fue Premio Nacional de Teatro a la mejor interpretación coreográfica de 1979, premio al mejor espectáculo de Buenos Aires en 1974, premio de la Sociedad General de Autores de 1982, y Premio Nacional de Bellas Artes de 1983. Ha recibido también la Medalla de Círculo de Bellas Artes de Madrid, el Premio Vicente Escudero de danza y coreografía, el Premio Carmen Amaya, el Premio Nacional de Teatro de 1970 al mejor ballet español, el Premio del Gran Teatro de La Habana (2 de enero de 1990), el Premio Luigi Tani (abril de 1990). En junio de 2004 fue condecorado en La Habana (Cuba) con la Orden José Martí, máxima distinción de Cuba para figuras del arte y la cultura, en presencia del presidente Fidel Castro y su hermano Raúl, ministro de las Fuerzas Armadas. Sus cenizas, por petición expresa del artista que, desde su lecho de muerte escribió una carta autógrafa a Raúl Castro, descansan en Cuba, al pie de la Sierra Maestra.