El Auditorio Marcelino Camacho acogió este martes un acto de reivindicación de la Plataforma Centro Memoria Cárcel de Carabanchel en el que expresos y expresas de la cárcel, vecinos del barrio y asociaciones de defensa de la memoria histórica exigieron que los terrenos que en su día ocupó el presidio sean destinados a crear un centro memorialista que ayude a que la ciudadanía conozca las luchas y los sacrificios de miles de militantes demócratas (muchos de ellos militantes del PCE y/o de Comisiones Obreras) que pagaron con su libertad y algunos con su vida su apuesta por la democracia.
Diego Blázquez, director general de Memoria Democrática, organismo dependiente del ministerio de Presidencia, se comprometió a poner en marcha este proyecto que muchos de los intervinientes pidieron que se agilice ya que “llega excesivamente tarde”. Blázquez afirmó que “el Gobierno de España está comprometido con esta reparación, una deuda urgente por razones de humanidad y convivencia”. “La secretaría de Estado” continuó, “está convencida de la necesidad de este proyecto. Carabanchel es un símbolo poderoso de la maquinaria de represión política y social del franquismo. Es un lugar que debe ser honrado en nuestra memoria colectiva”. Blázquez afirmó que el proyecto se diseñará con las organizaciones que han promovido esta iniciativa.
El, expreso político de Carabanchel Luis Suárez Carreño explicó en nombre de la Plataforma Centro Memoria Cárcel de Carabanchel que su deseo es recoger la memoria no solo de los presos políticos de Carabanchel sino también la memoria de las luchas de sus familiares, de los presos de otras cárceles y de las lucas de los presos comunes, que muchas veces eran otra forma de lucha política. Para Suárez Carreño, este centro memorial se hace urgente en un Madrid “desierto”.
Presentó el acto Aída Sánchez Rodríguez, quien explicó su “estrecha relación” con la cárcel: “toda mi familia, excepto mi hermano, hemos pasado por ella. Mi madre, Carmen Rodríguez Campoamor estuvo presa en 1970; mi padre, Simón Sánchez Montero, estuvo en numerosas ocasiones entre 1949 y 1976; yo estuve en 1973, y mi compañero de esos años, Paco Sevilla, en 1974. Todos éramos militantes del Partido Comunista de España y más tarde también de Comisiones Obreras”. Aída contó su primer recuerdo de la cárcel siendo una niña y explicó la reivindicación del centro de memoria con un doble objetivo: “por un lado, conocer que la lucha por la democracia exigió el coraje, la movilización y el talento de miles de hombres y mujeres en todo el país; y por otro, porque una democracia que no es sensible y reivindicativa con la memoria democrática de su país corre el riesgo de que sea el ideario reaccionario y hostil a los valores progresistas el que acabe revisando y contado la historia. Y porque el pasado no debe volver, pero debe estar presente, es un deber ético y un compromiso con la democracia de nuestro país que el combate contra la dictadura y la lucha por la libertad sea contado por sus verdaderos protagonistas”.
Pedro Casas, de la Asociación de vecinos de Carabanchel Alto, narró la lucha que los vecinos vienen librando desde el cierre de la cárcel en 1998 para que el solar de más de 170.000 metros cuadrados que ocupaba la cárcel se sustraiga a la especulación y se destine a uso social, incluido un centro para la memoria de la cárcel. A esta lucha se han ido sumando los colectivos de expresos y de defensa de la memoria histórica. Casas consideró que el acuerdo de 2008 entre Rubalcaba y Gallardón por el que el solar se iba a dedicar a construir pisos fue un intento de enterrar la memoria. Para Casas, con el derribo del edificio, “presenciado entre lágrimas por los vecinos”, el “Gobierno de Zapatero perdió una parte de su legitimidad democrática”. Para mayor ignominia, de la antigua cárcel solo se ha salvado un edificio que ahora alberga a inmigrantes encerrados sin haber sido acusados de ningún delito, contraviniendo un principio elemental de la Constitución. Casas denunció la lentitud e inconcreción con que el presidente del Gobierno está abordando esta cuestión en un contexto en el que la derecha elimina partidas presupuestarias o destruye memoriales a toda prisa.
Paloma López, secretaria general de Comisiones Obreras de Madrid, dijo que era un honor acoger en el Auditorio Marcelino Camacho un acto de justicia y de reparación “para todas aquellas personas que dejaron su vida para defender la vida de los demás”. Paloma López criticó el derribo de la cárcel y alertó contra el revisionismo histórico y el blanqueamiento de la ultraderecha: “La cárcel de Carabanchel es sinónimo de represión, de tortura, de persecución, y precisamente por ello es por lo que conviene recordar los motivos que llevaron allí a tanta gente por sus ideas, por reclamar democracia y libertad para un país gobernado por un tirano, mujeres y hombres de una calidad extraordinaria encerrados por defender sus principios.”
Francisco Acosta y Nicolás Sartorius, ambos condenados a varios años de cárcel en el Proceso 1001, intervinieron a través de sendos vídeos en los que mostraron su apoyo al proyecto de convertir el solar de la cárcel en un centro de memoria, resaltando la importancia de dar a conocer la lucha en favor de la democracia que miles de personas llevaron a cabo al precio de su libertad y, en no pocos casos, la propia vida. También se pasó un documental en el que varios expresos, Víctor Díaz Cardiel entre ellos, contaron su experiencia carcelaria.
Dos mujeres sindicalistas de Comisiones Obreras, Ángela Gutiérrez y Begoña San José, narraron sus experiencias como presas políticas de las postrimerías del régimen franquista. Ángela contó cómo fue torturada en su primera detención.
Finalmente, Yenia Camacho habló sobre el papel que jugaron los familiares de los presos y especialmente de las organizaciones de solidaridad que crearon las “mujeres de preso” desde los primeros días de la represión, un aspecto que, dijo, ha estado “olvidado”. Domenech Martínez, expreso de Carabanchel, en nombre de la Associació Catalana d´Expresis Politics del Franquisme, apoyó la creación del centro memorial y pidió que la futura Ley de Memoria incluya la enseñanza de la memoria en las escuelas. El músico Bernardo Fuster amenizó la reunión con varias canciones, dos de ellas escritas por los presos del franquismo Miguel Hernández y Marcos Ana.