Es evidente la voluntad de los Estados Unidos (EE.UU.) y la Unión Europea (UE) en prolongar lo máximo posible la guerra en Ucrania. Pero el belicismo se deja notar también en el otro extremo del planeta: los Estados Unidos de América repiten en la isla Formosa (Taiwán) el guion de Ucrania.
En contra de las palabras de respeto a la integridad territorial de China, pronunciadas durante la video-cumbre entre los presidentes Xi y Biden en marzo, la presidenta de la Cámara de Representantes y tercera figura en la jerarquía de poder de los EE.UU., Nancy Pelosi, anunció una visita a Taiwán, que desde entonces ha sido aplazada, supuestamente por la Covid19. Una semana después, seis congresistas estadounidenses “de las comisiones militar, de inteligencia, de asuntos exteriores, de justicia y de finanzas” (globalimes.cn, GT, 15.4.22) visitaron la isla china, incluido el halcón de todas las guerras, Lindsey Graham. Ya en marzo hubo una visita de altos funcionarios militares y de inteligencia estadounidenses.
La venta de armas a la isla, que ni siquiera es reconocida oficialmente como país por los propios EE.UU., se ha multiplicado: 750 millones de dólares el año pasado (thedefensepost.com, 6.8.21); 100 millones en febrero (CNN, 8.2.22); 95 millones en abril (Al Jazeera, 6.4.22). Mientras las llamas de la guerra arden en Ucrania, sería lógico no fomentar nuevos focos de conflicto. Esto sería así si un imperialismo en decadencia no quisiera la guerra. Pero lo hace. Y al igual que empujó a Rusia a la guerra de Ucrania, está tratando de empujar a China a una guerra por Taiwán.
El Global Times afirma que “la naturaleza engañosa y la duplicidad de la política de Estados Unidos hacia China quedan plenamente expuestas” (GT, 9.4.22). El Ministerio de Asuntos Exteriores chino exigió a Pelosi no solo que pospusiera, sino que cancelara la visita (GT, 9.4.22). La respuesta china también adoptó la forma de maniobras militares, que el GT describe así: “el Ejército Popular de Liberación está listo para el combate y tomará todas las medidas necesarias para aplastar resueltamente cualquier intento de injerencia de fuerzas externas e iniciativas secesionistas (…) para preservar la soberanía nacional y la integridad territorial (GT, 15.4.22). Mientras tanto, los Estados Unidos también se esfuerzan por desestabilizar a Pakistán y amenazar a la India, “culpable” de no haber seguido la estrategia de sanciones y belicismo contra China (GT, 12.4.22).
El militarismo siempre va acompañado de la mentira y el autoritarismo. O Público, el periódico del gran capital que ha defendido todas las guerras del imperialismo, incluida la invasión de Irak, se indigna con quienes albergan sospechas sobre la propaganda de guerra. Sospechas expresadas por el marine y ex inspector de desarme de EE.UU. y la ONU, Scott Ritter, que fue testigo directo de las mentiras sobre Irak. Ritter afirma estar convencido de que la masacre de Bucha fue una provocación, en la que “la Policía Nacional ucraniana asesinó a civiles ucranianos”, atribuyendo después “la culpa a los rusos” (consortiumnews.com, 13.4.22). Por argumentar esta postura, su cuenta de Twitter fue suspendida.
Los que piensan que la censura se debe a Ucrania, que recuerden a Julian Assange. Detenido en el Reino Unido, mucho antes que estallase el conflicto de Ucrania, por divulgar las mentiras sobre los crímenes de las guerras imperialistas. La guerra y la mentira están en el ADN del sistema, que hoy amenaza con llevar a la humanidad al desastre.
Fuente: avante.pt
Traducción: Redacción Mundo Obrero
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