El día que esperamos todas las personas de bien, y desde luego los republicanos, es el del funeral de la monarquía británica: el fin de esa poderosa corona imperial, colonialista y criminal que tanto sufrimiento y muerte ha causado a tantos pueblos del mundo.
El Reino Unido, históricamente, es además un reino unido a la fuerza, a través del sometimiento de irlandeses y escoceses a sangre y fuego. Por ello, pasan los años y en esos territorios las reivindicaciones soberanistas no terminan nunca. Por eso también, la reina Isabel fue trasladada muerta, o a morir, a Balmoral. Para enviar el mensaje de que Escocia es también parte de sus propiedades y del Reino Unido. Y es que el próximo año en Escocia está convocado para el 19 de octubre de 2023 un referéndum que decidirá o no la independencia.
Pero lo sucedido, ya saben, no ha sido un funeral de la monarquía, sino en la monarquía británica, el funeral de Isabel II. Los once insoportables días de rituales y protocolos regios y exhibicionismo mediático, se han hecho casi más largos que el propio reinado de la fallecida, 70 años desde su llegada al trono en 1952. Conscientes de la importancia de los medios (su coronación fue la primera en ser televisada) la corona británica ha convertido durante once días un entierro en todo un espectáculo, en una enorme demostración de poder, y en un lavado de imagen. El entierro, casi de dioses.
Nos parece lamentable, y motivo suficiente para cesar al director general de esta TVE cada vez más mediocre, el hecho de que la televisión pública durante estos once días nos metiera este evento de manera invasiva hasta en la sopa, como si fuéramos una colonia británica. La prensa española ha dado mucha vergüenza, y hasta arcadas, en un elogio permanente de una falsa Isabel II que se nos ha presentado como modelo de reina ejemplar, cuando la realidad histórica es que la constante de su reinado se definió por una política exterior imperialista y militarista criminal. Isabel II tuvo que enfrentar la decadencia de un imperio que en periodo de descolonización se caracterizó por la aplicación de la guerra como herramientas para mantener sus dominios, y no perder la hegemonía global de un imperio que llegó a dominar una quinta parte de la extensión del planeta.
Ni una crítica a la monarquía británica… ni a su fortuna
Resulta sorprendente a qué nivel tan bajo de periodismo marujo y superficial hemos llegado en este país: adulación, boato y estupidez. Ni una crítica a la monarquía británica. Ni una palabra sobre Gibraltar. Nos cuentan, otra vez, el tostón sobre Megan y Guillermo, Diana y Carlos, Carlos y Camila, etc. No nos cuentan que Monarchy PLC es el conglomerado de propiedades de la familia real británica, que según la revista Forbes asciende a 27.750 millones de euros repartidos en bancos, elementos inmobiliarios, tierras de la corona y no pocos palacios como el de Buckingham o Kensington. La isla de Jersey, bajo la corona británica, es uno de los paraísos fiscales más importantes del mundo. ¿No tendrán ahí más dinero? ¿Existe el periodismo de investigación?
Reduciendo la monarquía británica a historias y conflictos familiares, y elogiando de manera invasiva un reinado que es históricamente detestable, niegan a los ciudadanos el derecho a una información veraz sobre la política imperial británica de los últimos 70 años. Estamos ante la peor prensa desde 1976, domesticada y sometida al régimen imperante, que convierte cada vez más la información en el régimen de la superficialidad y de la manipulación.
La retribución de la reina era de más de 100 millones de euros al año. Esperemos que Carlos III, que los cobrará ahora, no siga recogiendo maletines con millones de dólares de Arabia Saudita, como otros. Muy pocos se han atrevido en los medios a recordar este hecho conocido, o a recordar los escándalos de agresión sexual a menores del príncipe Andrés. Sin embargo, sobre la reina Isabel II se nos ha contado un relato único (y mentiroso), presentada como la excepción moral, como ejemplo alto de ética y de responsabilidad. Nada más alejado de la realidad histórica.
Imperio: esclavismo, dominación y guerras coloniales
Porque durante las largas décadas de su reinado la corona británica ha aplicado la guerra y la violencia más severa en los territorios que su imperio había conquistado y sometido. Fue la constante de un estado que creció como imperio con violaciones generalizadas de los derechos humanos: con el esclavismo y la dominación colonial como base, y usando incluso para su expansión la piratería en América, o el narcotráfico durante las guerras del opio con China. Después de invadir Australia, provocaron el exterminio casi total de los aborígenes y en los hoy EEUU, el de los indígenas. Todo ejemplar.
Cuando en 1947, derrotado por Gandhi, el Reino Unido se vio obligado a conceder la independencia a la India, lo hizo promoviendo la separación de India y Pakistán, hecho que dio lugar a una guerra étnica entre ambos países, en la que murieron medio millón de personas (y de paso, al asesinato de Gandhi). Pero se me dirá que todavía no reinaba Isabel II.
Sin embargo, en 1956 si reinaba doña Perfecta, y ante la nacionalización del Canal de Suez por el presidente socialista egipcio Nasser, el Reino Unido provocó la guerra del Sinaí con Francia e Israel, derrotando a Egipto. Fue una victoria militar, pero una derrota política para Reino Unido, pues EEUU y la URSS obligaron a que retirara sus tropas del Canal cuando se disponía a invadirlo y gestionarlo comercialmente al servicio de sus empresas y su imperio.
En África, la corona imperial británica reprimió los movimientos independentistas empleando siempre una violencia brutal contra los pueblos que luchaban por su emancipación. En Kenia, como ejemplo, se produjo una insurrección popular nacionalista conocida como Mau Mau entre 1950 y 1960 (reina ya Isabel II). Por temor a que se extendiera a otros países, Reino Unido detuvo a 1,5 millones de personas que fueron llevadas a campos de concentración y obligados a trabajos forzados como esclavos. Torturas, ejecuciones selectivas y violaciones generalizadas fueron cometidas por el ejército imperial. Kenia logró, a pesar de ello, la independencia en 1963. Y otras colonias británicas en África y Asia también. La corona real británica y el imperialismo inglés no han soltado nada nunca sin sangre, pero los pueblos luchan por su libertad.
Recordemos las guerras del Bacalao de ingleses con Islandia entre los años 50 y 70, bajo el reinado de Isabel II. Recordemos la guerra de las islas Malvinas, cuando el crucero argentino Belgrano en 1982 fue hundido con 323 marineros a bordo por un submarino nuclear británico, caso único en el mundo, solo para demostrar la autoridad y la superioridad militar británica y castigar el atrevimiento de la dictadura de Videla.
¿Habrá que recordar al periodismo español la 1ª y 2ª Guerra del Golfo con tropas británicas? ¿La guerra de Bosnia o de Kosovo? ¿La guerra de invasión de Iraq? ¿La guerra de Libia? ¿La guerra civil en Sierra Leona? ¿Su presencia en Afganistán? ¿La protección en Londres al dictador Pinochet? ¿Ha sido Isabel II una promotora de la democracia y la paz en el mundo?
Todavía hoy la corona británica es la soberana de otros catorce estados que forman una Mancomunidad de Naciones: Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Jamaica, Bahamas, Belice, Granada, Papúa Nueva Guinea, Islas Salomón, Tuvalu, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas, Antigua y Barbuda, y San Cristóbal y Nieves. Da vergüenza enumerarlos.
Carlos III, más cerca de la República
Sin embargo, Barbados se ha proclamado República en 2021, y ha dejado de tener a Isabel II como Jefa de Estado, porque a pesar de todo, Reino Unido es un imperio en decadencia. Debería ponerle oído a esto el nuevo rey Carlos III, conocido en España como el orejas. Ha dado mucho que hablar estos días por su autoritarismo y mal carácter al reprender por asuntos nimios de protocolo a varios conserjes y trabajadores. Eso es empezar mal. La verdad es que para los republicanos será mejor rey que Isabel II, porque su grado de inteligencia ya quedó demostrada en aquella elocuente frase suya, filtración de los servicios secretos británicos: “Camila, quiero ser tu támpax”. Con reyes con una cabeza así, hasta en Reino Unido puede llegar la República. Tampoco nos han contado los medios españoles las detenciones de ciudadanos que protestaban contra la monarquía y pedían la República. Los hubo y muchos. Una joven portaba un cartel que decía: “Dios salve al pueblo de la Reina”. Pues eso. Salud y República.
(*) Secretario General de Izquierda Republicana