El Ministerio de Consumo ha presentado este miércoles una campaña de fomento de la moda sostenible con el objetivo de concienciar sobre los efectos en el medio ambiente de la conocida como fast fashion, termino que hace referencia a los grandes volúmenes de ropa producidos por la industria textil y que son consumidos por los jóvenes en función de modas pasajeras, lo que contribuye a que el sector textil sea el responsable del 10% de las emisiones de CO2 a nivel global, de mayor contaminación y un uso excesivo de recursos naturales.

Para concienciar sobre esta problemática, el Ministerio de Consumo ha lanzado una campaña que fomenta la moda sostenible, que es aquella duradera, reutilizada y producida por empresas locales. La campaña, que tiene como lema Presume de armario sostenible, está protagonizada por tres jóvenes que, aunque ya han asumido en su día a día prácticas como reciclar o ahorrar agua, no son conscientes del impacto medioambiental de la ropa que usan.

Para descubrirlo, se les invitó a participar en un experimento documental cuyo primer paso era grabar sus propios armarios. Días más tarde, los jóvenes acudieron a una nueva cita de la que no tenían información alguna. El objetivo era conseguir que sus reacciones fueran reales, tal y como aparecen en el spot de la campaña. Gracias a ello, el espectador es partícipe de cómo los tres protagonistas descubren los efectos ambientales de la industria textil y deciden dar un paso adelante para erigirse en la generación más sostenible del momento, también en lo que a la ropa se refiere.

Con esta nueva campaña, el Ministerio de Consumo recalca la necesidad de avanzar en la consecución de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en un sector como la moda, que afecta transversalmente a ODS tan importantes como los relacionados con el agua (número 6), unas condiciones laborales dignas (número 8) o la producción y consumo responsables (número 12).

Presume de armario sostenible se enmarca dentro de las acciones de información, concienciación y divulgación que el departamento dirigido por Alberto Garzón lleva realizando desde el inicio de la legislatura en favor de una nueva forma de producir y consumir.

Se calcula que el 73% de la ropa producida anualmente termina incinerada o en los basureros, lo que contribuye a la contaminación terrestre y atmosférica. Para cumplir con las ingentes cantidades que impone la fast fashion, la producción de prendas se realiza normalmente en países con condiciones laborales mínimas y en su fabricación se usan químicos «altamente dañinos para la salud humana», según denuncia Greenpeace.