“El cardo siempre gritando y la flor siempre «callá»
Qué grite la flor y que se calle el cardo (…)
‘Todo es de color’ (Lole y Manuel)
A través de Víctor Díaz Cardiel me entero del fallecimiento de José Casado Algora, ‘Pepito’. Llevo varios meses de retraso, pues el suceso tuvo lugar el pasado 14 de agosto. Es paradójico, en una época en la que vivimos permanentemente expuestos a una sobreinformación compuesta de mentiras, detritus y cualquier tipo de material perfectamente superfluo, resulta que se nos escapan asuntos que forman parte de las verdades inamovibles, esas que nos tocan muy de cerca, que nos conmocionan y hasta nos dejan tirados en la lona. Es el caso, pues como tantos y tantas compañeros y compañeras, como tantos y tantas amigos y amigas, Pepito Casado tenía un sitio de honor en el corazón y la memoria de mucha gente.
Pepe Casado nació en la frontera del barrio de la Arganzuela con la zona industrial de Méndez Álvaro (Madrid). Siendo todavía un adolescente, entró a trabajar como aprendiz en Isodel, la fábrica de paramenta eléctrica de media tensión. El barrio y la fábrica sellaron su destino y marcaron una profunda identidad militante y de clase: fue fundador de las CCOO Juveniles de Madrid y miembro de las Juventudes Comunistas, para ingresar enseguida al Partido y a las Comisiones. Como tantos otros militantes obreros, pasó por la cárcel de Carabanchel.
Al constituirse la Unión de Madrid de CCOO, a finales de 1976, formó parte de su primer secretariado como responsable de organización. ‘Pepito’ tuvo que enfrentar, como muchos otros miles de trabajadores y trabajadoras, la reconversión industrial, peleando para evitar el cierre de su fábrica, que al final se produjo allá por 1987, cuando fue aprobada la extinción de contratos de toda la plantilla. Aunque siempre fue un «compañero del metal», tras el cierre de Isodel se desempeñó en diversos empleos, jubilándose en la Fundación 1° de Mayo, donde su prodigiosa memoria y su enorme disposición fueron elementos muy efectivos en el desarrollo de la colección de testimonios biográficos del Archivo de Historia.
En un entrañable y valioso artículo obituario firmado por Javier López en el digital Nueva Tribuna (‘La leyenda de Pepito Casado’), el autor evocaba: “Era sindicalista cuando yo no había salido del colegio. Era un buen labrador de la afición al flamenco, antes de que yo hubiera aprendido a saborear cualquier tipo de música. Era un tipo castizo, chulapo, gracioso, socarrón, con criterio propio y siempre cercano a cuantas personas pudieran necesitar un apoyo, una ayuda, una mano amiga”.
Afectuoso, simpático y -ya se ha dicho- siempre cercano y disponible, recurrí a su memoria y a su agenda con alguna frecuencia. La última de esas veces en las que le hice llegar un SOS a Pepito, fue con ocasión de preparar unas notas para esta misma sección de ‘El tren de la memoria’ sobre el dirigente sindical Tranquilino Sánchez, al que en su momento trató de forma intensa y del que me regaló un magnífico material en forma de recuerdos y vivencias. Había en estas situaciones un aspecto de Pepito que yo valoraba mucho, su objetividad y su humanidad indulgente. De quienes hablaba bien lo hacía por sus hechos y de aquellos a quienes había de poner algún ‘pero’, siempre explicaba las circunstancias, el contexto, las razones del otro. Sin duda fue ‘Pepito’ un maestro de vida empeñado en construir puentes, así lo recordaré.
El abogado José Benito Batres recordaba en enero de 2020: “Hoy hace 50 años conocí a Pepito Casado. Era su primera detención y la sexta mía. He de decir que en un principio me cayó mal. Entró en un microbús de la policía armada en el que me habían llevado y estaba sentado y esposado. Iba con otro detenido en plan ji,ji,ja,ja hasta que un gris le soltó una hostia por detrás, que se la hubiese dado yo. Yo no estaba para bromas. Luego me dijo que el cachondeo era por los nervios. Nos hicimos muy amigos hasta hoy que seguimos siendo como hermanos o más (…) Con la legalidad fue elegido secretario de organización de las Comisiones Obreras de Madrid y fue una pieza clave en la consolidación de este sindicato en la transición”.
Comparto el sentir expresado por Paloma López, secretaria general de CCOO Madrid, al poco de conocer la triste noticia del fallecimiento, “conquistó derechos y libertades a base de lucha y compromiso. Una gran pérdida”. Siempre fue joven y se nos ha ido con 71 años, joven, o sea ‘Pepito’ hasta el final.