La editorial Renacimiento acaba de publicar, el pasado mes de diciembre (2022), la biografía de José María Ots Capdequí, un voluminoso texto que da a conocer al más influyente historiador de América de la Segunda República, referente del antifascismo durante la Guerra Civil y del exilio español en Colombia, uno de los destinos más desconocidos de la diáspora de la intelectualidad republicana.
Nacido en Valencia en la última década del XIX, el clima social en el que transcurren los primeros años de Ots Capdequí, nos dice, son aquellos en los que confluyen, por un lado, las tendencias sociales más avanzadas de la época en la ciudad del Turia, el llamado “blasquismo”, un republicanismo específico referenciado en el escritor Blasco Ibáñez; y por otro, su entorno parental más próximo, familia de profesionales liberales, “acomodada, progresista, que valoraba mucho la formación cultural”.
Trasladado a la capital de España para sus estudios de Derecho, iniciará el despertar de su vida intelectual en el marco del Ateneo madrileño, teniendo sus referentes intelectuales en la Institución Libre de Enseñanza (ILE), de la que siempre lamentará no haber podido seguir las clases de Francisco Giner de los Ríos.
José María Ots siempre mostró una inclinación favorable a la ILE y la Junta de Ampliación de Estudios, en cuyo Centro de Estudios Históricos (CHE) estuvo becado, instituciones impugnadas por los sectores católicos más integristas del ámbito de la docencia y la investigación, lo que da idea de las posiciones intelectuales más avanzadas en las que se situaba el biografiado.
Los estudios de doctorado en la Universidad Central madrileña suscitarán su interés por la historia jurídica de América y el derecho privado indiano, en especial el matrimonial, plasmado en la tesis que bajo el título “Los derechos de la mujer casada en la legislación de Indias” prenderán la llama de una vocación americanista que nunca le abandonará.
Tras iniciarse profesionalmente en el ejercicio de la abogacía y como profesor auxiliar en la Universidad de Valencia, pasará posteriormente a la actividad académica como Catedrático de Historia General del Derecho Español en Barcelona, Sevilla y Oviedo, ciudad esta última donde entabló estrecha amistad con el también catedrático de Derecho Leopoldo García-Alas, nombrado posteriormente rector de su universidad con la llegada de la República en 1931 y fusilado por los franquistas en febrero de 1937.

Su labor investigadora y el desempeño de diversas responsabilidades institucionales y académicas relacionadas con los estudios históricos americanos, contribuyeron a fraguar su contribución a un americanismo de nuevo cuño, enfrentado a los conceptos de Hispanidad y Día de la Raza que la dictadura de Primo de Rivera había consagrado. Un americanismo que propugnaba una España abierta al mundo, “que mirara su pasado con respeto pero no con adulación acrítica” y que por eso mismo entroncaba tan bien con el discurso de Azaña, a cuyo partido Acción Republicana Ots estuvo vinculado, de compromiso político con el proyecto de un nuevo país.
La creación en Sevilla en 1931 del Centro de Estudios de Historia de América (CEHA) por parte del primer gobierno de la Segunda República, con un ambicioso proyecto para el americanismo, institución para la que Ots fue nombrado director técnico, le permitió contribuir desde su especialidad al momento histórico excepcional de cambio, que pasaba también por una “actuación cultural seria para las relaciones de pueblos y estados de ambas orillas del Atlántico”, que sustituyera necesariamente a las “vacías expansiones retóricas del viejo hispanoamericanismo”.
La cuestión de la leyenda negra de la colonización española será un tema recurrente a lo largo de la obra de José María Ots Capdequí, polémica esta que como señala Mauricio Valiente Ots, autor de la biografía, “la reacción chovinista en España ha recuperado de manera sorprendente en la actualidad». Para José María Ots no era una cuestión que debiera preocupar a los historiadores españoles de la América colonial. Se mostraba partidario de “dejar atrás el apasionamiento y orientar la investigación por un recto sentido histórico, abandonando inútiles propósitos vindicatorios y viejos desahogos retóricos”.
Para José María Ots una cosa era combatir la manipulación política de la historia y otra quedarse al margen de los combates políticos. Su rechazo al golpe de Estado de 1936 fue inequívoco, y pese a haber mantenido una posición profesional y política moderada dentro del republicanismo, el levantamiento popular para frenar el golpe y el curso de la guerra le hicieron evolucionar hacia -como destaca el autor de la biografía- “lo que puede definirse como un patriotismo revolucionario… sin romper con la tradicional identificación liberal (en el sentido amplio de la época, que no coincide con el partidista de hoy en día)”. De ahí la asunción de responsabilidades en la sección de Universidades del Ministerio de Instrucción Pública dirigido por el ministro del PCE Jesús Hernández, Wenceslao Roces y Josep Renau o el liderazgo de la Alianza de Intelectuales en Defensa de la Cultura o la Asociación de Amigos de la Unión Soviética de Valencia. Más “como un imperativo ético, como reacción necesaria ante una agresión sin precedentes”, como una coincidencia con el PCE en la estrategia a seguir y la política de unidad que este hegemonizaba, que como una identificación plena desde una pertenencia a una cultura política y extracción de clase diferenciadas “que ningún voluntarismo podía hacer desaparecer”. De ahí que nunca abandonase su adhesión al liberalismo como seña de identidad y a su militancia en Izquierda Republicana.
Para el autor de la biografía, el biografiado respondía a un arquetipo, al del despliegue de “una evolución ideológica generalizada entre los intelectuales republicanos, con un patriotismo revolucionario, que en el contexto de la guerra intentaba destacar todo lo popular para la construcción de una identidad colectiva”, a tono con la posición del PCE sobre el carácter nacional-revolucionario de la guerra, en defensa de la independencia frente al agresor fascista, “que colocaba al pueblo como la parte más sana de la nación frente a las minorías privilegiadas que siempre se habían opuesto a los avances históricos”.
Hacia mediados de 1938 a José María Ots se le encargará desempeñar una misión oficial en América que le llevará a México, Colombia, Cuba y EE.UU., profundizando las alianzas en pro de la causa republicana, viaje del que, en un acto de coherencia y valentía, volvió, al contrario que otros intelectuales a los que Azaña reprocharía haber puesto precipitadamente tierra de por medio. Marcharía exiliado a Colombia al final de la guerra y tendría su inserción en las universidades colombianas poniendo en marcha “nuevos métodos de enseñanza e investigación, de acuerdo con los avances experimentados en España”.
En 1953 regresó del exilio, y pese al “éxito de su magisterio y publicaciones en América no impidió que fuera relegado a su vuelta a España y condenado a un nuevo exilio interior”.
Mauricio Valiente Ots, autor de la biografía de José María Ots Capdequí, nos ofrece un voluminoso trabajo extensamente documentado y completamente referenciado, una obra que trasciende la vida de una personalidad dedicada a la historia del derecho para conducirnos también a la exposición de un amplio panorama de la vida intelectual en la primera mitad del siglo XX.
Señala Mauricio que durante sus responsabilidades al frente de las políticas de memoria democrática en el Ayuntamiento de Madrid entre los años 2015 y 2019, tuvo que asistir a diversas polémicas públicas que provocaban una distorsión del pasado por intereses partidistas. “Frente a la esterilidad y pobreza de la vaga idea de una tercera España –dice- supuesta víctima de los extremismos de ambos lados, sustento de una supuesta equidistancia nada inocente desde el punto de vista político, biografías como la de José María Ots, como la de tantas otras por hacer, ofrecen una multiplicidad de matices que no pueden opacar una visión tan empobrecedora de la necesaria interpretación histórica”.