Este domingo se han celebrado elecciones regionales en Berlín (que es una ciudad-estado federal) y en sus doce distritos, que ejercen la función administrativa de municipios. La CDU democristiana se ha impuesto con un 28,2% (+10,2%) del voto y 52 escaños, 10 puntos por delante de SPD y a Alianza 90 (Verdes), ambos con un 18,4% (-3% y -0,5% respectivamente) de los votos y 34 escaños (solo 105 votos han otorgado el segundo puesto a los socialdemócratas). DIE LINKE (La Izquierda) ha obtenido un 12,2% (-1,9%) y 22 escaños, mientras que la extrema derecha de AfD un 9,1% (+1,1%) y 17 escaños. Los liberales del FDP se quedan por debajo de la barrera del 5& con un 4,6% de los votos (-2,5%) y otros partidos han obtenido un 9% (-3,4%). La participación ha bajado de un 75,3% al 63%. Además, los democristianos han ganado en 9 de los 12 distritos berlineses, mientras que en los otros 3 se ha impuesto Alianza 90.
La victoria de la CDU y Kai Wegner se ha sustentado en varios pilares argumentales: por un lado, la ley y el orden, alimentados por los sucesos de Nochevieja, cuando decenas de miles de personas se lanzaron a las calles a «celebrar» el nuevo año con petardos, cohetes y armas de fogueo, derivando en algunos casos en ataques con los mismos al transporte público, coches y edificios, así como a los bomberos que trataban de sofocarlos, y a la Policía. Enseguida todos los partidos de la derecha se lanzaron a crear un perfil criminal en estos sucesos, de los que acusaban a inmigrantes. Posteriormente, tras decenas de detenciones, se observó que la mayoría de personas detenidas eran alemanas, a lo que la derecha respondió pidiendo «los ocho apellidos alemanes», para ver si hundían sus raíces en familias migrantes. A partir de ahí, el relato de la inseguridad, de la permisividad de la izquierda con la criminalidad, de la falta de orden y de la necesidad de mano dura. Uno de los eslóganes de la CDU rezaba: «lo que los criminales oirán pronto: orden de arresto». Otro de los pilares argumentales ha sido el debate en torno a la movilidad y el uso del coche, bajo los lemas «Berlín es para todos, también para los conductores», y «Berlín, no dejes que prohíban el coche».
Con el primer hilo argumental la CDU ha conseguido amarrar a potenciales votantes de la extrema-derecha AfD, que ha obtenido un 9%, con un alza mínima, en comparación con las subidas que le otorgan las encuestas a nivel nacional, donde se sitúa entre el 15% y el 17%. Con el tema de la movilidad ha encontrado un enorme caladero en los votantes del FDP (liberales), a los que ha acabado expulsando del parlamento, un efecto probablemente indeseado, al verse privada la CDU de uno de sus aliados naturales y repartiendo sus escaños entre tres partidos del centro a la izquierda y dos de derechas.
A todo ello se suma el descontento de la celebración de las propias elecciones, que es una repetición de las de 2021 a raíz de una sentencia del Tribunal Constitucional, que detectaba fallos masivos en las anteriores, como apertura tardía de colegios, cierre durante horas de los mismos por falta de papeletas, papeletas en colegios equivocados (cada distrito tiene sus candidatos también a la cámara berlinesa) y publicaciones de resultados mientras se seguía votando. La CDU ha aprovechado para denunciar el caos generado por la coalición de izquierdas gobernante (SPD, Alianza 90, Izquierda) y en especial por el entonces senador de Interior, Andreas Geisel.
La CDU se presentaba como el partido del orden y la seriedad en este contexto. Cabe mencionar además que todas estas elecciones de 2023 podrían verse invalidadas y se podría retornar al status quo de 2021, si prospera una reclamación de inconstitucionalidad de las elecciones de 2021, y que se resolverá en la primera semana de marzo. Podría resultar en una aceptación de los resultados de 2021, en la aceptación de los de 2023, o en la aceptación parcial de algunos de 2021 (por ejemplo, de algunos distritos sin incidencias) y otros de 2023 (donde se sucedieron las mayores incidencias).
Por su parte, todos los partidos de la alianza del centro a la izquierda han perdido, en especial el SPD y su candidata Franziska Giffey, una persona muy polarizante, que contaba con el mayor grado de satisfacción entre la ciudadanía de las candidaturas, pero también con el mayor grado de odio (y no dejaba a nadie indiferente, a diferencia de otros candidatos y candidatas). El SPD cosecha su peor resultado histórico con el 18,4%, solo 105 votos más que la Alianza 90 (Verdes) de Jarasch, cuya persona ha lastrado a un partido que está en general al alza en el resto de Alemania y ha hecho que pierda un 0,5% de los votos.
Por su parte, DIE LINKE. ha pagado entrar en un Gobierno que no ha satisfecho las demandas de la calle (punto de anclaje del partido), especialmente las del referéndum de expropiación a las grandes inmobiliarias Deutsche Wohnen & Co. enteignen, que no se ha traspuesto en ley por el bloqueo de la alcaldesa Giffey y del senador de vivienda Geisel, unido a una tibieza de Alianza 90 y Jarasch que hablan de «no saber si podría realizarse en los próximos años». A ello se suma las peleas internas a nivel nacional entre las diferentes facciones, que han supuesto una pérdida enorme de militantes al partido. No en vano, la federación berlinesa trataba de distanciarse con unos carteles donde no ponía «DIE LINKE», sino Berliner LINKE (Izquierda Berlinesa). El candidato Klaus Lederer, pese a ser uno de los más queridos y menos odiados, no ha conseguido evitar que el partido se deje un 1,9% de los votos y que en las elecciones de distritos se haya perdido el primer puesto en Lichtenberg, posiblemente la alcaldía de Pankow, y tres grupos municipales en los llamados «distritos exteriores» del oeste (Reinickendorf, Spandau y Steglitz-Zehlendorf, cada uno con 2 concejales sin grupo a partir de ahora). Pese a todo, la pérdida de escaños es mínima a nivel berlinés, al repartirse los escaños de los liberales que se quedan fuera, y ayer la sensación en la fiesta electoral central era de que «podría haber sido peor».
¿Y ahora qué?
En menos de 24h se han sucedido todo tipo de declaraciones: la CDU reclama el Gobierno de Berlín como ganador incontestable; el SPD se fractura entre el Partido, que no vería con malos ojos ir a la oposición tras la debacle, y el grupo parlamentario, que quiere que Giffey siga siendo la alcaldesa; Alianza 90 – Los Verdes, que en campaña se había distanciado de un pacto con la CDU, ya no ve con malos ojos cogobernar con un partido racista y opuesto a cualquier avance en tema climático, aunque según su candidata, «preferirían que se mantuviera la alianza de izquierdas»; finalmente, la dirección de DIE LINKE en Berlín no vería con malos ojos seguir con la coalición de izquierdas para no dar el gobierno a la CDU, a pesar del enorme escepticismo de sus bases y cuadros medios orgánicos (como el aquí firmante y otras portavocías de distrito, que ya nos manifestamos en contra de la coalición en 2021). Solamente un claro giro programático de la coalición y el compromiso por escrito en un plazo concreto para implementar el referéndum de expropiación a grandes inmobiliarias podrían hacer ganar la confianza en esa coalición.
Alemania espera unos meses calientes: los movimientos antibelicistas y por la paz parecen coger un nuevo impulso, cuya fuerza se verá el 25 de febrero en Berlín; los sindicatos amenazan con huelgas, si no se cumplen sus condiciones de mejoras salariales, que no hagan perder poder adquisitivo respecto a la inflación, actualmente con las negociaciones del convenio del sector público en curso, donde Ver.di o GEW reclaman el 10,5% de subidas salariales; el referéndum de expropiación de vivienda DWE, ganado con el 59% de los votos en 2021, ve que sus esperanzas de trasposición a ley se pueden esfumar con un gobierno de la CDU, y anuncian la preparación de un referéndum vinculante, en medio de un alza sin freno del precio de la vivienda; finalmente, los movimientos ecologistas también han recuperado músculo tras los sucesos de Lutzerath: la reactivación de la mayor mina de carbón a cielo abierto (a cargo de un gobierno de los verdes de Alianza 90). En este contexto, una izquierda que pierda el pulso a la calle para agarrarse solamente a las instituciones, sería una izquierda fallida. Por eso, la debacle para el centro-izquierda y la izquierda en Berlín, es un gran toque de atención.
(*) Coportavoz de DIE LINKE. Steglitz-Zehlendorf. Militante de IU Berlín.