Si son seguidores de Naukas, espacio de divulgación más que recomendable, quizá hayan empezado a cantarse bajito: “Menudo tío que es Pío del Río, de Valladolid….”. Y, si no, busquen la canción que le hicieron porque es tremendamente pegadiza.

Efectivamente, menudo tío fue Pío del Río. Neurocientífico, gay, republicano y capaz de montarse en una tanqueta para ir al rescate de muestras histológicas.

Pero vayamos por partes…

Pío del Río Hortega nació en un pueblo de Valladolid en 1882, se licenció en Medicina y empezó su carrera profesional como médico de su pueblo, Portillo, aunque lo dejó casi enseguida: la investigación le llamaba enormemente la atención. Buscó y consiguió una beca de la Junta de Ampliación de Estudios y amplió su formación en Berlín, Londres y París, volviendo a España para trabajar en el Laboratorio de Histología Normal y Patológica. También trabajó con Ramón y Cajal aunque, como veremos, la cosa no fue demasiado bien. Pío del Río constituyó un terremoto en el conocimiento sobre células gliales de la época; gracias al desarrollo que les dio a las técnicas de tinción, consiguió distinguir cuatro tipos de estas células: partiendo de la técnica del tanino y de la plata ya desarrollada, creó cuatro variantes con el fin de investigar mejor la neuroglia. Una de estas técnicas impregnaba las estructuras intracelulares, lo que le permitió estudiar con detalle la neurona y la neuroglia. Posteriormente, desarrolló el método del carbonato de plata amoniacal con excepcionales resultados y revisando, así, los conocimientos que se poseían entonces que sólo distinguían dos tipos de célula: la protoplasmática y la fibrosa.

Ramón y Cajal también hablaba de otras estructuras, bautizadas por él mismo como «glía adendrítica». Es en este “tercer elemento” del sistema nervioso donde Hortega llegó a distinguir dos células distintas: la microglía o mesoglía y la oligodendroglía.

Con ello, Pío del Rio-Hortega se forjó un reconocimiento internacional que llevó a Madrid a ser referencia en estos estudios. ¿Les parece un tema lejano y complejo? Puede ser, pero resultó clave para la investigación posterior en el cáncer y, siguiendo esta línea, nuestro protagonista de hoy se implicó en la investigación de tumores del sistema nervioso.

Su éxito, su enorme capacidad de trabajo y sus descubrimientos traen consigo una pésima relación con compañeros de trabajo e incluso Cajal acaba expulsándole de su laboratorio. Aunque, todo hay que decirlo, no deja de reconocerle los méritos e incluso le recomienda para un nuevo puesto. Su amistad se retomará años más tarde tras la aceptación por parte de Cajal de los méritos de Río Hortega. Sin rencores.

Y es que, en muchos sentidos, Pío del Río no lo tenía fácil para encajar en una sociedad científica conservadora y monárquica: era homosexual, republicano y profundamente de izquierdas, llegando a ser cofundador de la Asociación de Amigos de la Unión Soviética, por lo que no llegó a alcanzar puestos de responsabilidad en la academia para los que estaba sobradamente preparado. Incluso, fue propuesto en dos ocasiones al Premio Nobel de Medicina (1929 y 1937), sin lograrlo.

Su implicación y amor a la ciencia puede resumirse en esta pequeña anécdota: cuando las tropas franquistas asedian Madrid al comienzo de la guerra, Don Pío se monta en una tanqueta junto a una sobrina y un amigo y van hacia el Instituto Nacional del Cáncer, que está muy cerca del frente y es bombardeado, para rescatar 5.000 preparaciones histológicas.

Firmante del manifiesto de adhesión a la Segunda República, tras la victoria del bando sublevado tuvo que exiliarse junto a su pareja, Nicolás Gómez del Moral. Después de recalar en varios sitios, finalmente se asientan en Buenos Aires donde dirigió el Laboratorio de Investigaciones Histológicas e Histopatológicas y desde donde realizó importantes contribuciones.

Después de toda una vida dedicada a la investigación, él mismo se diagnostica un carcinoma que le lleva a la muerte en 1945. ¿Saben? Franco le ofrece regresar cuando saben de su estadio terminal, pero Don Pío no quiso verse utilizado para blanquear un régimen que siempre combatió. Será enterrado en Buenos Aires con la toga de profesor Honoris Causa por Oxford y su insignia republicana en la solapa.

Y acabo con una recomendación, por si quieren saber más de este hombre extraordinario: “Un científico en el armario”, de Elena Lázaro Real.

Necesitamos saber más de quienes han hecho la ciencia en nuestro país y en todos, quienes se implicaron con la democracia y los avances para la clase trabajadora. Y quienes, además, defendieron vivir fuera del armario, siempre acompañado de su pareja en unos tiempos nada fáciles.

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