La suma es una operación matemática que consiste en juntar varias cantidades para que den como resultado una sola; en la suma hay varios sumandos y, según el resultado que se quiera obtener, éstos serán más o menos homogéneos. Pero cuando aplicamos esta definición a otras realidades sociales, la suma es algo más que juntar, pues hay una intención que es conseguir un objetivo determinado y lo primordial es que los sumandos están comprometidos en esa estrategia común; por eso, y de cara al veintitrés de julio, celebro que distintas organizaciones se hayan puesto de acuerdo y sumen su trabajo y su entusiasmo, su experiencia y su capacidad, para unir a la izquierda transformadora en el mismo objetivo. Ya sé que estos procesos no son inmaculados, tienen sus desgarros y sus aristas y a veces cuesta encajarlos, pero la defensa de las propuestas legítimas de todas y cada una de las personas y de las organizaciones que han llevado el diálogo a buen puerto, no debe, a mi juicio, arrojar más sombras sobre ese resultado; porque también alguien podría preguntarse, por ejemplo, la razón por la que desaparecieron en un momento del Gobierno de coalición algunos nombres de Unidas Podemos, lo que tampoco invalida  la gestión de sus responsables. Por todo esto pienso, sencillamente, que la unidad que se ha conseguido -reclamada, además, desde distintos ámbitos de la izquierda política, social y cultural- es, sin duda, importante de cara a las Elecciones Generales y quiero que tenga su traslación al pan y las rosas que exigimos las mujeres.

Nosotras tenemos una larga experiencia en la tarea de unir para sumar y somos conscientes de que, a pesar de haber participado en todas las luchas, hemos visto frustradas muchas veces nuestras expectativas, pero no por eso vamos a dejar de construir un modelo alternativo al capitalismo y al patriarcado que ponga la vida en el centro y que garantice nuestra libertad y nuestros derechos. Ha habido avances en la última legislatura con mayor protección para las personas más pobres en el empleo o en las pensiones -sabemos que la pobreza afecta más a las mujeres-, o con la Ley de Garantía Integral de la Libertad Sexual, la demonizada Ley del solo sí es sí desde el primer momento y que al poner el acento en el consentimiento -tal como salió del Congreso- es un avance importante en la consideración de las mujeres como sujetos libres. Y sabemos que existen diferencias en el Movimiento Feminista, no más graves seguramente que en otros ámbitos pero, también en esto, el nivel de exigencia a las mujeres es mayor, aunque no sea justo. Por todas estas razones, las feministas tenemos que tratar de entendernos, reconocernos, poner en cuestión lo que nos preocupa, encontrarnos en el debate y en la lucha, apoyarnos y fortalecernos en la sororidad: ni las mujeres de los años setenta y ochenta lo sabemos todo, ni las jóvenes pueden pensar que la Historia empieza ahora. Compartamos, más bien, la experiencia y el dolor por las distintas discriminaciones sufridas a lo largo de siglos y hagámoslo con las formas distintas y diversas de organización que vamos aprendiendo a medida que avanzamos, sin olvidar de dónde venimos. Creo que eso es sumar.

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