Tras largos meses de llanto plañidero reclamando tanques Leopard a sus aliados occidentales, las autoridades ucranianas ya cuentan con ellos en el campo de batalla. Para aquellas personas profanas en el mundo del armamento militar, como es mi caso, decir que cada Leopard tiene un precio de 11 millones de dólares, son de fabricación alemana y, además de su país de origen, otros doce estados europeos cuentan con ese modelo de tanque en sus arsenales, entre ellos España.

Como país fabricante, Alemania se reservaba el derecho de aprobar su envío a terceros países por parte de otros integrantes de la OTAN, de modo que su presidente, Olaf Scholz, reclamó tiempo para decidir antes de dar su brazo a torcer y autorizar la entrega de los blindados a Ucrania. La autorización desató una tormenta política en el país germano. Incluso la ministra de Exteriores perteneciente a Los Verdes, Annalena Baerbock, principal hooligan del envío de Leopards a Ucrania, pidió a los periodistas que dejasen de referirse a los tanques como alemanes utilizando un argumento de Perogrullo: “No importa en absoluto dónde se fabriquen. No dices sobre tu iPhone que es estadounidense o de Tim Cook. Dices que es tuyo. Es la misma historia con los tanques… Estos son ucranianos. Y lo que hacen con ellos no tiene nada que ver con nosotros. ¡Gracias!».

Así las cosas, exactamente 82 años después, los tanques “no alemanes” penetraban en los territorios de la antigua Unión Soviética y entraban en batalla contra el ejército ruso, por primera vez desde la II Guerra Mundial. Desde ese momento, los carros de combate que eran «fundamentales para el triunfo» y supuestamente iban a desequilibrar a su favor la contienda bélica con las tropas rusas, comenzaron a convertirse en chatarra. Una de las imágenes más potentes que dejará esta guerra es la de una docena de tanques Leopard y vehículos blindados Bradley de fabricación estadounidense destruidos en dirección a Zaporozhye. A pesar de que la prensa alemana anunció que “la munición rusa rebota en su blindaje como piedrecitas” y el atlantista diario El País publicaba las siete ventajas que hacían del Leopard 2 “el mejor tanque para la guerra de Ucrania, empresas y artistas rusos han establecido un premio por cazar Leopards como si se tratase de un safari.

La realidad es que la tan cacareada contraofensiva ucraniana que ha comenzado en la primera semana de junio es, por ahora, un auténtico fracaso. El británico Instituto Internacional de Estudios Estratégicos decía que para tener un efecto significativo en la guerra, Ucrania necesitaría alrededor de cien unidades de Leopard mientras el ministro de Defensa ucraniano, Oleksii Reznikov, reclamaba trescientos tanques para cambiar el curso de la guerra. Pero ahora ya piden aviones de combate e incluso municiones con uranio empobrecido porque ni aún así consiguen cambiar el curso del conflicto.

Coincidiendo en el tiempo con la contraofensiva ucraniana, The New York Times publicó que la ONU se muestra ahora (¡en 2023!) preocupada por el apoyo a combatientes rusos de ideología nazi opuestos al Kremlim y por el uso de símbolos nazis en las tropas ucranianas. Por lo de pronto, los países que antaño fueron las potencias del Eje están enviando armas a Ucrania, apoyados por países como España que en su día combatieron junto a la Wehrmacht en la operación Barbarroja. Y aquí, lamentablemente, casi nadie reivindica la paz.

— Y digo yo… ¿aquí no haría falta una Revolución?

— Y luego, ¿por qué me lo preguntas?

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