¿Quieres estudiar y tienes capacidad para ello? La República te costeará la carrera
La cultura ha dejado de ser privilegio de una minoría. (anuncio del Gobierno de la II República)

Si recuerdan, en el último número de la Ciencia para el Pueblo, hablábamos de cómo Enrique Rioja participó en la creación y puesta en funcionamiento de los Institutos para Obreros, llegando a dirigir personalmente el primero de ellos, en Valencia. Estos Institutos Obreros fueron puestos en marcha, ya empezada la guerra, siendo Jesús Hernández (PCE) ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, con el fin de llevar el conocimiento a las clases trabajadoras de nuestro país y formar una auténtica vanguardia revolucionaria entre las y los obreros antifascistas. Comenzó así, y en palabras recogidas en la Gaceta de la República, Decreto de 23 de noviembre de 1936, “un ensayo encaminado a alcanzar rápidamente los beneficios de la enseñanza superior”. Como decíamos, con la pérdida de la guerra se perdieron la memoria de estos centros y su revolucionaria pedagogía.

Por fortuna ha habido distintos autores y colectivos que han rescatado este legado. Mención de honor merece la autora Cristina Escrivá Moscardó que, además de investigadora, escritora y activista comprometida con la memoria democrática, es presidenta de la Asociación Cultural Instituto Obrero de Valencia cuya página web (ENLACE https://www.institutobrero.com/) recomiendo muchísimo, así como la propia obra de Cristina Escrivá referida a la recuperación de la memoria de los Institutos para Obreros.

Siempre me ha parecido maravilloso, y así lo he puesto como ejemplo en numerosas ocasiones cuando hablamos de la necesidad de salir del cortoplacismo y la táctica sin estrategia, que Lenin estuviera escribiendo sobre las tareas de la Biblioteca Pública de Petrogrado en pleno noviembre de 1917. Bonita visión de futuro, ¿verdad?

Pues aquí teníamos a un gobierno republicano con un ministro comunista, Jesús Hernández, que apostó, ya iniciada la guerra, por un proyecto pedagógico revolucionario: los Institutos para Obreros. Estos institutos, creados por Decreto el 21 de noviembre de 1936, buscaban formar a obreras y obreros de entre 15 y 35 años, y extender entre las capas populares un Bachillerato Abreviado, intensivo, de 2 años y organizado en 4 semestres. Aunque se establecía que, durante la guerra, sólo podrían acceder a él quienes tuvieran edades entre los 15 y los 18 años. El primero de estos Institutos, como vimos, fue el de Valencia. También se establecieron en Sabadell, Madrid, Barcelona; en otras ciudades quedaron en proyecto sin poder ser llevados a cabo como, en Gijón y Alcoy.

Revolución pedagógica adaptada a los tiempos

¿Y qué hacía de estos Institutos algo tan importante, además de ser, como dice Cristina Escrivá Moscardó en su libro sobre la materia, un bello sueño republicano? Pues que se trataba no solo de que la cultura dejara de ser un privilegio de una minoría, sino que además se revolucionaba la pedagogía para adaptarla a los nuevos tiempos. Se basaba en propuestas que siguen siendo válidas hoy día: coeducación e igualdad de género, remuneración que permitiese al alumnado estudiar sin comprometer la economía familiar y una educación solidaria, laica, científica y activa.

Para elegir a quienes se incorporarían a estos Institutos se realizaban unas pruebas de aptitud que demostraran su capacidad para enfrentar el bachiller intensivo y, una vez finalizado con éxito estos estudios, poder optar a continuar en la universidad de elección. Se llame prueba de aptitud, selectividad o EvAU, la cuestión es que los exámenes de acceso no son precisamente nuevos.

Asimismo, y en concordancia con el interés manifiesto en formar a los y las obreras antifascistas que construirían el país del mañana y serían los dirigentes de una nueva sociedad emanada del pueblo, era necesario el aval de algún sindicato, Unión General de Trabajadores (UGT) o Confederación Nacional del Trabajo (CNT), Mujeres Antifascistas, partidos o de alguna de las organizaciones juveniles antifascistas.

Ayer y hoy

Con gran emoción, puesto que se trató de una de las experiencias más queridas por la República, el domingo 31 de enero de 1937, en el paraninfo del Instituto Obrero de Valencia, se puso en marcha este bello sueño de formar a la vanguardia obrera de nuestro país. Para ello se impulsaba un plan de estudios completo en lo académico, porque en él se encontraban algunas de las mentes más brillantes del momento implicadas en la educación; en lo deportivo y lúdico, porque contaba con plan deportivo, biblioteca y centro de ocio; pero también en lo social, ya que establecía un régimen de pensión o internado completo, indemnización por valor del salario percibido en su espacio de trabajo para quienes estudiaran allí y atención médica. El alumnado, además, participaba de la toma de decisiones de la dirección del centro, porque la propuesta pedagógica incluía también la profundización en la radicalidad democrática.

Todo momento era una oportunidad de aprendizaje. En palabras de Rioja Lo Bianco, en 1938:

“El auxilio entre compañeros, la convivencia entre alumnos y profesores, ayuda a estos, el trabajo colectivo o de seminario, la charla en el club, la participación de los alumnos en los organismos rectores del Centro, etc., proporcionan el clima adecuado para intervenir en la formación del alumno obrero con motivo de cualquier pretexto. De este modo la labor educadora no se interrumpe. En definitiva, el espíritu de colaboración impregna en la obra educacional en los Institutos Obreros”.

El alumnado tuvo la oportunidad, en los tres semestres que duró el proyecto antes de que el fin de la guerra y la llegada de la dictadura acabara con él, de aprender de personajes de la talla de Antonio Machado, León Felipe, Ángel Gaos, José David Siqueiros, José Renau o Jacinto Benavente, además del equipo docente. Un bello sueño del que nunca debimos despertar y al que tendríamos que poner toda nuestra atención. En tiempos de sobreinformación y pérdida de reflexión, donde podemos aprender como nunca, pero somos presas de las fake news como siempre, redoblar los esfuerzos en la formación ha de ser la principal tarea revolucionaria. Y hacer nuestra una frase sobre la pedagogía en aquellas aulas: “no importa que el alumno entre en el aula con la lección no aprendida, lo imperdonable es que salga de ella sin la lección sabida”.

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