El primer paso para legitimar internacionalmente la invasión de Iraq por las tropas de Estados Unidos e Inglaterra, más la ayuda del ejército español, fue el plácet otorgado a la resolución 1.511. Al fin, Francia, Alemania y Rusia dieron su brazo a torcer por motivos diferentes, aunque convergentes en un punto: la defensa de sus inversiones petrolíferas y no quedarse fuera del reparto futuro del botín que emanará de Iraq en los siguientes años.
Según el profesor de derecho internacional de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), Augusto Zamora, «esta resolución es una aberración jurídica, una resolución de la ONU contra los pueblos, habida cuenta de que toda la estructura legal de la ONU fue construida en los años 40 y 50 sobre dos principios básicos: uno, la soberanía de los Estados y, dos, la libre determinación de los pueblos. Esta resolución llama terroristas a las fuerzas de resistencia de Iraq y apela a la comunidad internacional a colaborar con los ocupantes sobre un país soberano. Es una gravísima aberración jurídica, que va contra el espíritu y la letra de las Naciones Unidas».
La 1.511 reserva a Estados Unidos el control de la seguridad del país; el Consejo de Gobierno iraquí, una institución títere nombrada por EE UU, detenta la soberanía del Estado, pero no podrá mover un dedo sin el consentimiento del Gobierno de Washington. Donde mejor se aprecia quién manda y cómo dirige es en la manera en que se planteó la Conferencia de Donantes. El Congreso de Estados Unidos aprobó (ver MO 145, octubre de 2003) una partida adicional de 87.000 millones de dólares adicional para el próximo año fiscal (octubre de 2003-octubre de 2004), una cifra que suma el doble de lo ya gasto en la invasión y en los primeros seis meses de ocupación.
De esa cantidad, 66.000 millones están destinados a los gastos del Pentágono, y de ese dinero un total de 51.000 millones para mantener la ocupación en Iraq. Restan 20.000 millones adjuntados al capítulo dedicado a la «reconstrucción de Iraq» y a seguridad. No será suficiente, ante lo cual Estados Unidos ha solicitado a otros países -aparte de los que ya participan, como España- el envío de soldados. Su fin último es que las zonas claves y seguras estén bajo el mando estadounidense e inglés, mientras que los puntos de control abiertos y la seguridad de las calles la asuman soldados de ‘países amigos’.
Más de 50.000 millones
Estas cifras son esenciales para entender lo que pasó en Madrid. Es decir, Estados Unidos, el causante del destrozo, no puede hacer frente por sí solo a los más de 50.000 millones de dólares calculados por el Banco Mundial necesarios para el levantamiento y funcionamiento normal de Iraq. Además, la Secretaría del Tesoro de EE UU hizo público los datos (20 de octubre de 2003) del año fiscal 2003, que se cerró el 30 de septiembre pasado. Y son muy esclarecedores: el déficit presupuestario norteamericano ha entrado en el libro Guinness con 374.000 millones de dólares, habiendo dilapidado en tres años el mayor superávit fiscal de su historia. En el siguiente ejercicio fiscal, 30 de septiembre de 2004, las previsiones del Tesoro estiman un incremento del déficit hasta aproximarse a los 500.000 millones de dólares. Un último apunte que acreciente la crisis económica del gigante estadounidense es el relativo al índice de pobreza entre su población. A tenor del Censo, y por tanto, información de carácter oficial, el porcentaje de pobreza pasó del 11,7% de 2001 a 12,1% en 2002, más de 40 millones de personas.
El presidente de EE UU, George Bush Jr., insiste en su política de rebaja de impuestos (1,7 millones de dólares menos de ingresos) y en sus campañas sobre Afganistán e Iraq. Por consiguiente, la Conferencia de Donantes es una necesidad más para Estados Unidos que para el pueblo iraquí. Ahora bien, el Gobierno de Bush no va a dejar que ni un solo céntimo de dólar sea administrado por manos ajenas a su control. Todo el dinero que aporte estará bajo la supervisión de la Agencia Estadounidense para el Desarrollo Internacional (USAID) y de los organismos bajo la Autoridad Provisional de la Coalición, cuyo máximo responsable es el delegado del Gobierno de Estados Unidos, Paul Bremer.
«Esta Conferencia ha sido un paso más en el desmantelamiento de la ONU. Se ha buscado la complicidad de una multitud de países y darle un respiro al impero. Estados Unidos es un imperio mendicante, no tiene dinero para mantener la ocupación en Iraq y pide a otros países que corran con parte de la factura, que le paguen parte de la guerra», concluye Augusto Zamora. En Iraq viven 23 millones de personas; sus reservas de petróleo son las segundas más importantes en volumen del mundo. Pero, el ataque de las tropas aliadas de EE UU e Inglaterra infligió graves daños en sistemas de transporte, comunicaciones, edificios civiles imprescindibles para la sociedad como salud y educación, más el deterioro de la red de oleoductos.
Contratas y subcontratas
La paradoja mayor es que la Conferencia de Donantes buscaba dinero para erigir lo que a principios de año ya existía. La mayor fuente de ingresos iraquí es el petróleo. Para el 2004, esta partida puede proporcionar entre 12.000 y 15.000 millones de dólares. Ese dinero servirá para sufragar parte de la factura de gastos de los Estados Unidos. Las adjudicaciones de contratas son todas para empresas de este país (Halliburto para la reconstrucción de la red petrolífera; BearingPoint para la estructura económica; Bechtel en lo concerniente a la infraestructura no petrolera, más distintas agencias como Managemet Sciencies Inc. que cobran por controlar la supervisión de las subcontratas y el avance en el desarrollo social y económico). Toda inversión que salga del bolsillo estadounidense estará siempre administrada y vigilada por USAID. Las migajas es lo que se reparten el resto de países.
El dinero recaudado de la Conferencia de Donantes será el que esté bajo control del Banco Mundial y Naciones Unidas. Esa es la razón de que empresas de 66 países se reunieran en un foro privado y paralelo a la Conferencia de Donantes. Pero, como mucho, podrán aspirar a subcontratar con las empresas de EE UU. Y en el trasfondo último, la deuda externa de Iraq estimada entre 100.000 y 123.000 millones de dólares por el Banco Mundial (Francia, Rusia y Arabia Saudí como principales acreedores), a lo que se agrega los 50.000 millones de dólares reclamados por Kuwait como compensación a la guerra de 1991 y que ha sido reconocida por la ONU. El Senado de Estados Unidos ha considerado que la mitad de los 20.000 millones de ayuda a la reconstrucción sean un préstamo a devolver por las arcas iraquíes, a no ser que los tres países antes mencionados condonen el 90% de las deudas debidas a ellos.