Llegó el Prestige y ya todo fue un mar de hilillos de plastilina, un mar de plastilina el mar, un mar de plastilina el verdor cinguido de Galicia: mil doscientos km. de costa fueron los que quedaron a pan pedir de plastilina. De plastilina/estricnina. Quedó a pan pedir de plastilina/estricnina a babor y a estribor toda Galicia, la Galicia geografía, no la Galicia ciudadanía.

Los que están en el machito pensaban que estaban tratando con la calma Galicia pretérita y preterida. Menudo nabo llevaron los muy malandrines. Marearon la perdiz, sí, pero no marearon el alma de Galicia, y resurgió la Galicia irmandiña. De esta hecha no fue la Galicia de o galego emigra e non pide, fue la Galicia de darse a valer de suyo, la Galicia dueña y señora de sí misma, la Galicia de decir alto ahí! Galicia ganó la vuelta al mundo al sprint aquellos días y el mundo ganó así más que Galicia.

La comisarilla no pasó de llamarles golfos de mar a los que están detrás del Prestige, qué astuta, qué populista, qué monja alférez más sibilina. Ni un nombre. Ni un apellido. Sabiendo como sabe ella los nombres y los apellidos de las sanguijuelas de la plusvalía que están detrás del Prestige. Sabe que lo sabe todo maría santísima. Con ellos vive y con ellos convive. Yo que no vivo ni convivo (realmente subsisto con 700 euros/mes después de sudar la camisa toda la vida, no me lamento, pude tener mucho más y no he querido, no me arrepiento) sé que detrás del Prestige existen personas jurídicas y personas físicas muy conocidas. En los medios de comunicación salen a relucir todos los días.

Personas jurídicas. Crown Resources de Suiza, que a su vez pertenece a Alpha Group, empresa rusa con tentáculos en todo el mundo, en la cual trabajó Vladimir Putin y actualmente tiene excelente relación con su presidente Mijail Fridman, principal socio de Alpha Group. Alpha Group patrocinó la campaña electoral de Boris Yelsin y donó dos millones de dólares para la campaña de Bush. Oriente y Occidente ya son ídem de ídem ¡Qué triste!

(Marc Rich -principal accionista de la antedicha- fue condenado en 1980 por tráfico de armas en España. Lo sacó de prisión su fiel amigo Pío Cabanillas Gallas. Años más tarde entró en prisión en Nueva York, otra vez por tráfico de armas. Juan Carlos I Rei de España envió petición de indulto a EEUU para que lo dejasen libre. Clinton le concedió la libertad por la puerta grande rapidísimo. Cualquiera le tose a este caporal de la gran patronal universal, de la omnipotente gran patronal mundial, soporte real y verídico del poder político en sí: en Europa, en Asia, en África, en América y en Oceanía. Este y Oeste ya son ídem de ídem ¡Qué triste!)

Personas físicas. Los verdaderos dueños del Prestige son la familia de armadores griegos Coulouthros, clan experto en mareas negras: eran los armadores del Mar Egeo, y uno de los hermanos Coulouthros, trabaja de diplomático en la Unión Europea y es asesor de Loyola de Palacio, la comisarilla. Y va ella y le llama golfo de mar al viento. Y van y cogen ellos y la condecoran, condecoran a ella, condecoran al repeinado De Mesa, condecoran a Cascos, a todos salvo a Trillo. Después de aquel su eslogan playas esplendorosas, imposible. Aún hoy no están todas esplendorosas. Los que saben de esas cosas, hablan de una década para salir de todo de esta gran agresión a la Naturaleza.

Gracias al voluntariado, a Nunca Máis, a Burla Negra, a Mar de Tinta, y muy sobre manera gracias a la nervatura activa de la Galicia civil y cívica, las playas gallegas recobrarán su natural esplendor algún día. A pesar del Gobierno y del Gobiernito. Premisa: meter en cintura a los capos del tráfico marítimo. La madre de todas las miserias del mundo, las marinas y las no marinas, es la plusvalía. Hay que abolirla.

Será por sosiego. Si es de lo que estamos hechos los gallegos. De lluvia y calma dijo que éramos el universal Miguel de Orihuela. Pero que desasosiego más negro produjo en nosotros la cabronada esta. No se trata de una catástrofe desatada por las fuerzas ciegas de la Naturaleza, se trata de una canallada inmensa, perpetrada por la desalmada patronal contra la especie, contra todas las especies, gallegas y no gallegas. Es la atroz consecuencia de la avaricia capitalista, fue la insaciable avidez de plusvalía la que ha puesto a pan pedir a Galicia y a lo que no es Galicia. El capitán Mangouras tiene delito, pero es un víctima.

Comulgo personalmente con Nunca Máis al cien por cien. Comulgo y le agradezco el gesto de levantar a Galicia contra viento y marea. Qué mérito tiene esta gente. Esta nuestra gente. Gracias también a Mar de Tinta y a Burla Negra. Gracias a cuantas personas y colectivos lograron que Galicia de esta enseñase los dientes. Menos mal. Gracias a eso. Si llegamos a dejarlo en manos de ellos (de los altos y menos altos cargos de allí y de aquí) nuestra costas volverían a recobrar quien sabe cuando su verdor cinguido. Llegaría a salirnos la resina por los oídos. Aquí se ha cometido un crimen de lesa nación y de lesa humanidad y el criminal principal no es Mangouras sino el sistema capitalista.

Digo que menos mal que no lo dejamos en manos de los altos cargos de aquí y de allí y podría decir que ojalá se fuesen todos a las quimbambas aquel día. A cazar o a tomar por retambufa todos lejos de Galicia. Desde el primero al último. El Rey incluido. Yo ni cargado de cariñena le daré en la vida vivas a la monarquía. Jamais de la vie. Soy comunista.

El ministro de Fomento llegó al disparate de proclamar a los cuatro vientos que sus hobbys son su prioridad desde pequeño. Y no se le cae la cara de vergüenza. Hace falta tener blindados a doble casco los sentimientos. Y sigue siendo ministro. Quien lo nombró y lo mantiene es como él. Cero patatero se merecen.

Y el Rey y el Gobierno insisten a tuerto y a derecho en que el asunto este es ajeno a ellos. Que ellos no tienen nada que ver en esto. Hacen falta dosis descomunales de desvergüenza para sostener y no enmendar la falsa versión oficial que nos venden de los hechos. Sabiendo como saben que era perfectamente evitable esta desfeita. Sabiendo como saben que todos lo sabemos.

Que esta inconmensurable canallada contra la especie, contra todas las especies, era perfectamente evitable bien lo saben ellos. Lo que sucede es que no se atreven a legislar en función del interés general. Y prevalece la codicia de las sanguijuelas de la plusvalía. Porque la plusvalía es el leitmotiv del procaz sistema capitalista. Sí señor: procaz, inhumano insaciable y cruel. Aunque al Rey bien le va con él. Por eso dice lo que dice. Por eso viene aquí y va y dice que ningún político venga como él a hacerse la fotografía. Y va y lo dice, in situ y vestido de domingo, delante de un enjambre de cámaras y de periodistas. Como si lo suyo fuese apolítico. Si eso no es demagogia, nos lo explique.

Qué razón tenía y tiene Marx en afirmar que superar la explotación del hombre por el hombre es una necesidad social humanamente imprescindible. Qué justificado estaría que un buen día se cumpla el vaticinio de Engels y salte por los aires el estado capitalista hecho añicos.

A lo mejor los de Nunca Máis no están por borrar del mapa el estado capitalista. Pero yo sí. Esto no se arregla con llamarles golfos a los depredadores de plusvalía. Tienen el vicio de amasar riqueza por cuenta ajena y defienden ese privilegio con uñas y dientes. Hay que someterlos a golpe de ley. De ley no leguleya. Imperativamente. Acordarse de santa bárbara cuando truena es habituarse al gemido y a la queja. Todas las alforjas sobran para el viaje ese. Hay que nacionalizar los grandes medios y distribuir equitativamente la riqueza que se crea. El paraíso lo queremos aquí y ahora. En el más allá, si es que lo hay, que yo no lo cero, ya se verá. Aquí y ahora lo que urge es acabar de todas todas con este infierno.

Obviamente. Las autoridades no están por esas. Pero hay que obligarlas a ello. Hay que obligar a los parlamentos a legislar en función del interés general, obligar a que realmente todos seamos iguales ante la ley, y acabar con la barbaridad de que los multimillonarios sigan haciendo de su capa un sayo eternamente, urge acabar con eso de una vez. Si yo tuviese poderes, que no los tengo, desgraciadamente, se los llevaría por delante a todos ellos una pandemia virulenta.

Y decir que no se ha producido aquí un triste linchamiento. Qué incongruencia. A quien se le cuente.