Que la Constitución europea fue la estrella lo prueba que el momento culminante del encuentro, la Asamblea General de los Movimientos Sociales, dando voz a los aproximadamente 50.000 inscritos en la II F SE, centró cada una de las intervenciones en la frontal e indiscutible negativa al texto constitucional tal y como ha sido elaborado por la Convención. Sus alocuciones se resumen en tres puntos: No a la guerra y No al terrorismo; lucha por los derechos sociales europeos, para lo que se exige movilizaciones que cambien el proyecto de Constitución y, tercero, lucha contra la precarización del trabajo, la privatización de la escuela y la sanidad y por el reconocimiento de los derechos de los emigrantes.

Patrice Cohen-Seat, presidente de Espaces Marx de Francia (incluido enRed Transform!) declaraba al diario L’Humanité que «el proyecto de Giscard ha sido escrito por una pequeña minoría, la que tiene el poder económico. Sólo basta con leer el artículo III 46-3 que prohibe a cualquier Estado la regulación de los movimientos de capitales; o el artículo III 55-2 que obliga a las empresas a cargo de la gestión de los servicios de interés general a las reglas de la libre competencia. (…) La lógica de fondo de las instituciones tienden hacia dos objetivos rigurosamente articulados: debilitar los espacios políticos vivos que constituyen los Estados nacionales y, segundo, obstaculizar la emergencia de una verdadera democracia europea, concentrando lo esencial de los poderes entre las manos de algunos no elegidos: los comisarios europeos y los dirigentes del Banco Central».

Hubo algunas peticiones que solicitaban el trabajo conjunto de los movimientos sociales y los sindicatos hasta hacer de estos foros un altavoz común. Una de las opiniones más autorizadas al respecto es la de Fotini Sianou (Grecia), presidenta del Comité de Mujeres de la CES (Confederación Europea de Sindicatos), en tanto que este colectivo es uno de los que sufre con mayor carga los efectos de la globalización capitalista. Sianou declaraba que «desde la CES hemos apoyado el mercado común, y seguimos apoyándolo, intentando hacerlo más social, algo que no lo es hoy en absoluto. Lo que queremos es reformar la Europa en construcción; pensamos que es más realista que cambiarlo todo. De todas formas, seguimos hablando con el movimiento antiglobalización [en Francia llamado ‘altermundialista´], aunque no estemos de acuerdo en todo. Somos aliados, les necesitamos y ellos nos necesitan, sobre todo ahora que el diálogo social en Francia, Italia, Gran Bretaña e incluso Alemania no está muy de moda».

Política y movimiento social

El otro soporte descansa en los partidos políticos. Una conclusión de diversas opiniones recabadas en distintos momentos es que la estructura de los partidos tradicionales no sirve. Paco Frutos, Secretario General del PCE, abrió su intervención en el debate sobre ‘Política, ¿un bien común?’ advirtiendo que no todos los políticos son como Bush, Blair, Aznar o Berlusconi, en una evidente apuesta por el trabajo conjunto de movimientos sociales y partidos políticos, desde la independencia de ambos, como se demostró -añadió- el 15 de febrero de este año en las movilizaciones contra la guerra en Iraq.

¿Cómo superar la desconfianza que caracteriza la relación entre políticos y sociedad civil? El ya citado filósofo y figura clave del movimiento intelectual italiano, Toni Negri, afirmaba en su intervención sobre ‘globalización y militarización’ que es un error el pensar que los frentes militar, económico, social, político y cultural son diferentes; son, recalcó, un único frente y contra él tenemos que aunar todas nuestras fuerzas. Pero también hacía un llamamiento al vacío de contenido ejercido sobre las colectividades, alejándolas de las políticas públicas en la producción de bienes.

Desde la Asamblea contra la Globalización Capitalista y la Guerra de España, Angeles Maestro, escribía en L’Humanité que la Europa que se construye desde hace 50 años es una Europa del capital y de la guerra, bajo el control de Estados Unidos. Y proponía lo siguiente: «(…) Deseamos que Europa se comprometa contra las guerras que se dicen ‘preventivas’, de intervención exterior, que esté inscrito en su Constitución. Deseamos que se vean reflejados los derechos sociales, así como una verdadera ciudadanía europea, para que los inmigrantes tengan por fin los derechos cívicos y políticos esenciales. Hacemos votos, no para una soberanía de los Estados, sino una soberanía de los pueblos».

Cabría resumir el espíritu de este FSE respecto al proyecto de Carta Magna para Europa en lo expresado en su llamamiento conjunto: «Nuestras movilizaciones contienen la esperanza de una Europa sin paro ni precariedad, dotada de una agricultura campesina, duradera y solidaria, que preserve los empleos, el medio ambiente y la calidad de la alimentación; una Europa abierta al mundo, que permita a todas las personas moverse en ella libremente, que reconozca la ciudadanía de residencia a todas y todos los habitantes extranjeros y que respete el derecho de asilo; una Europa que realice una igualdad real entre las mujeres y los hombres, que promueva la diversidad cultural y el derecho de los pueblos a la autodeterminación, es decir, a decidir su futuro de forma democrática».