Un sillón verde aguanta su cuerpo huesudo; al lado está su compañera Esco. En frente, los retratos de sus hijos y nietos. Tiene los ojos vivos y un poco torpe la mano derecha, de cuyos dedos tantos comunistas adquirieron sus salvoconductos y deneis. Escucha con atención cada cuestión y antes de contestar arqueo un poco las cejas como preludio de su discurso enérgico. Lo más reciente en Madrid, las elecciones autonómicas tras el escándalo de los dos desertores socialistas.
La indignación mana de un borbotón de palabras: «Alguna responsabilidad tiene el PSOE por haber tenido a esas dos personas en su lista. Pero responsabilidades de ese tipo las tienen todos los partidos; nosotros mismos hemos tenido cosas muy parecidas y nuestro Partido se ha ido descuartizando por gente que nos ha dejado y se han ido con los socialistas. Lo malo es que mucha gente se ha visto defraudada y no votaron. Ahí es donde perdimos».
¿Desideologización quizá? Ese argumento no tiene solidez en un hombre de profundas raíces marxistas, donde el compromiso con el Partido está por encima de discrepancias internas: «Una de las cosas malas que ha tenido el Partido es esa actitud política e ideológica: la desideologización de mucha gente del Partido. Eso es un disparate que se ha metido en el pecho de muchos militantes y actúan en busca de sus propios intereses. No, nosotros necesitamos militantes ideologizados, marxistas».
Rebeldía comunista
Frontal negativa la de Domingo Malagón cuando se le inquiere por el declive de los partidos comunistas, porque las causas objetivas para su presencia se yerguen con fuerza con la expansión del neoliberalismo en todo el mundo: «El comunismo no se ha terminado. Se ha reducido en mucho el papel de los partidos comunistas, pero no se puede acabar con el comunismo si antes no se han solucionado las causas que los comunistas defendemos, como es la explotación del hombre por el hombre, la explotación del capital sobre el trabajo. Mientras se mantengan esas pautas, se producirá la rebeldía».
En este punto de la conversación trasluce un tono crispado, algo de bilis en busca de una rendija por donde escapar y es así que sus brazos actúan como agujas sísmicas de un cuerpo en tensión. Hemos llegado a uno de los temas más dolorosos para Domingo Malagón, la educación del pueblo. No se nos debe escapar que él, huérfano a los dos años, pasó por esos hospicios de principios de siglo y que bregó lo indecible para meter la cabeza en Bellas Artes durante el curso 1933/34. La insidiosa sublevación militar fascistas cercenó una de las carreras más prometedoras.
Es, por consiguiente, comprensible el análisis crudo y amargo de la gran masa de españoles actuales: «Hoy, la gente apenas si lee los periódicos. En las elecciones, es la masa la que vota, una masa no educada o educada a través de esta televisión tan indecente. Lo que predican en esos medios es ‘a vivir que son dos días’, no están formados. Pero también ha surgido una rebeldía contra la guerra a la que hay que dar un impulso político, un instrumento y un partido políticos. Si no, esa rebeldía se la lleva por delante esa masa no educada. Eso es lo que ocurrió en España en las elecciones municipales y autonómicas del 25 de mayo».
VII Asamblea de IU
Próxima está la convocatoria de la VII Asamblea de IU y para tal evento Malagón pide vehementemente unidad. Incluso, su propuesta va mucho más lejos: unidad de toda la izquierda de este país para derrotar a la derecha. «A IU se le han ido fuerzas políticas que deberían haber continuado ahí. Ahora IU es sobre todo PCE y de eso se ha aprovechado mucho la propaganda del PP. Yo estoy convencido de que tiene que haber la unidad de la izquierda. Quizá, para eso, haya que hacer unos pactos para cada periodo legislativo, una unidad con todas la fuerzas de izquierdas, desde los socialistas a los anarquistas. Unos temas discutidos entre todos y de lo que salga un programa legislativo para cuatro años».
Y también desterrar el terrorismo en el País Vasco, porque esta nunca ha sido la forma de lucha de un comunista: «De principio, contra el terrorismo. Eso es natural, porque eso no es para nosotros una forma de luchar por un futuro mejor para los pueblos ni por una España federal». Y casi de inmediato, sin apenas pausa para respirar, Domingo Malagón aprieta su mano sobre la empuñadora del bastón, porque otro terrorismo no menos cruel asola y amenaza la paz mundial: el terrorismo del capitalismo. «Hoy el capitalismo mundial controla absolutamente todo: los medios económicos, el armamento. Cuando ellos resuelven un problema con las armas, como en Iraq, no lo llaman terrorismo, pero si en este país o en Palestina se defienden con sus propias armas contra el invasor, entonces sí es terrorismo».
Inmigrante y retornado
A mediados de febrero de 1939, Domingo Malagón, que había luchado en el V Regimiento de Milicias Populares, también en la sangrienta batalla del Ebro y en la línea de retirada hasta la frontera francesa, se suma al más de medio millón de republicanos que cruza los Pirineos. El exilio no es sólo la prueba más dura para la dignidad humana, sino el dolor perenne por una causa perdida. En Francia, Malagón es uno de los miles de expulsados políticos a los que el infortunio golpea dos veces: primero, las hordas franquistas y, luego, la apisonadora nazi.
Directo sufridor del alejamiento, hoy son otros los que vienen a trabajar a nuestro país. En ellos también el capitalismo engorda su cebo: «Este problema está relacionado con la globalización capitalista que hoy domina el mundo. Esos pobres tienen que trabajar, no tienen más remedio que marcharse a donde puedan vivir un poco mejor. Al capitalismo le viene muy bien porque es la mano de obras más barata que pueden tener».
Puede ser que esos cuadros colgados de las paredes de su casa, con ese tronco de olivo retorcido como puño en grito, o ese dulce jardín toledano, o esos mágicos puentes parisinos sobre el Sena no conozcan nunca las paredes del Museo del Prado. Pero, hay un espacio mucho más amplio en deuda con la sufrida y silenciosa paleta de Domingo Malagón: la Democracia española. La deuda con él es indiscutible, ahora que se cumple el 25 aniversario de la Constitución.
Hace un cuarto de siglo, Malagón vivió aquellos momentos con la misma entrega que antes dedicara a la fabricación de pasaportes y tarjetas de identidad falsos: «A la muerte de Franco, la gran masa del pueblo español no respondió como esperábamos a la salida que proponíamos los comunistas, que era crear un Gobierno de concentración que posibilitase que el pueblo español se pronunciase en referéndum sobre si quería República o Monarquía. Esa opción no la tuvimos por los residuos del franquismo; Franco lo había dejado todo bien atado con la elección del rey como su sucesor. Tuvimos que aceptar la monarquía porque si no se nos hubieran echado encima, el golpe de estado del 23 de Febrero de 1981 se hubiera producido entonces, en 1977».
Una taza de café y unas pastas acompañan el paso de los minutos, cuando ya en la calle anochece. Domingo y Esco nos enseñan su casa, que no es otra cosa sino una galería de arte en pequeña escala. Esco se mueve con ligereza, pero una enfermedad canalla atenaza su rostro; Domingo anda con torpeza, pero cada músculo de su cara es todo expresividad y jovialidad.