La actividad en el interior de las casas levantadas con adobe de barro (sin paja que le dé robustez a la construcción) o en la solaz quietud de las jaimas -amplísimas tiendas de campaña diáfanas hechas de vasta lona verde- despierta con los primeros rayos del sol y los martilleantes cantos de los gallos. Es la hora del primer rezo del día. Cualquier rincón del hogar sirve para mirar hacia la Meca y orar durante unos minutos, sin que la presencia de los extranjeros occidentales perturbe el recogimiento de sus plegarias. Las manos tocan una piedra que emula el agua requerida para las abluciones. Otros, sin embargo, dirigen sus pasos a una fila de toscas piedras dispuestas en un descampado cuyo centro toma forma de semicírculo, el cual hace las maneras de capilla sagrada. Esa es la mezquita saharaui.
Luego, la elaboración del pan con la harina procedente de la ayuda humanitaria a través del Programa Mundial de Alimentos (PAM) de la ONU. La dieta saharaui es abundante en hidratos de carbono: arroz, pan, cus cus (plato preparado con harina de pan, sémola y engañado con pequeños aderezos de verdura y carne, cuando toca), pasta, legumbres (sobre todo, lentejas) y patatas. En cambio, están prácticamente ausentes de la mesa alimentos tan cotidianos en nuestros hogares como las verduras, frutas y carnes.
La situación actual es calificada como ‘muy delicada’ desde la Media Luna Roja, la ONG árabe equivalente a la Cruz Roja en Europa. En julio de 2003 se suspendió la ayuda de la Unión Europea a través del programa ECHO, lo cual se sintió agudamente durante el Ramadán último. Falsas acusaciones de que los saharauis revendían las aportaciones europeas, dicen desde la Media Luna Roja, les privaron de aquellos productos (frutas -dátiles, insisten, para el Ramadán-, verduras, conservas y carne de camello) complementarios de los envíos del PAM (arroz, harina, lentejas, aceite, azúcar y sal) que actúan de refugio ante el acecho de la muerte por inanición.
Cada mes, 155.430 saharauis se benefician de los alimentos distribuidos por la Media Luna Roja, lo que equivale a casi el 90% de los refugiados, unos 165.000. El sistema de reparto guarda escrupulosa relación con las necesidades de cada familia según sus miembros. La ONG tiene una delegación de voluntarios en cada campamento o wilaya; los nombres de éstas se emparentan con las ciudades del Sahara bajo dominio marroquí: Aaiún, Auser, Smara, Dajla. Cada una, se estructura en distritos o dairas, que a su vez acoge a cuatro barrios, más una daira a modo de wilaya llamada 27 de Febrero, donde se centraliza toda la labor de protocolo gubernamental.
El sol deslumbrante
Una vez todos en pie, llega el primero de las decenas de tés diarios. El ritual de preparación está imbricado con el concepto del tiempo. Ausentes las prisas, la bandeja con la tetera y los diminutos vasos concentran las miradas de familiares y vecinos en el mullido suelo de las alfombradas jaimas. El discurso es fluido en su susurro, sin que la calma se quiebre por el sonido de la televisión, la radio o el tronar de coches.
Ya en las calles, el sol hinca sus rayos con saña; su brillo rebota en la arena y todo cobra una deslumbrante luminosidad. Un paseo por sus anárquicas callejuelas nos desvela algunas de las contradicciones de unos campamentos provisionales en la frontera entre Argelia y Mauritania. Las casas tienen todas una aparente armonía; nada de exhibir diferencias sociales en sus fachadas, como se hace en Occidente. No obstante, las paredes exteriores de algunas sí están recubiertas con cemento y el tejado no es una chapa metálica amarrada al adobe con voluminosas piedras, como es la estampa típica de estas construcciones.
En un lugar con tanto sol, los paneles solares funcionan a pleno rendimiento. No hay luz eléctrica, salvo algunas viviendas del 27 de Febrero por su proximidad a la ciudad argelina de Tinduf; es la energía solar la que sirve para iluminar los interiores y las bombonas de gas para las cocinas y los frigoríficos.
Un fugaz vistazo a los patios nos descubre la rápida extensión de las antenas parabólicas; modernidad en el exterior en claro contraste con la pobreza del material de las casas. Otra mirada, esta vez más indiscreta, a través de las diminutas ventanas resalta aún más ciertos escalones sociales entre las familias saharauis. No es sólo la antena parabólica o la casa forrada de cemento de algunas, las menos, viviendas, sino la ornamentación interior o los víveres de las despensas. No obstante, la mayoría de la población subsiste con los medios materiales mínimos y soporta estoicamente los extremos de unas temperaturas que llegan a superar los 50 grados en verano y bajan a menos cero en las noches de invierno. Para lo primero, no hay lenitivo -salvo unos pocos privilegiados que disponen de aparato de aire-; para lo segundo, gruesas mantas.
En ciertos puntos de los campamentos se sitúan los pequeños mercados. La moneda es el dinar argelino; aceptan el euro en las compras, aunque lo mejor es cambiar el euro en dinares para evitar los líos matemáticos en la conversión de la moneda. ¿Quién puede comprar los escasos productos de estas tiendas que provienen de Tinduf? Primero, los extranjeros de visita, sobre todo en Semana Santa y Navidad. El resto del año, aquellas familias con soldados retirados que sirvieron en el ejército español durante la época colonial y que reciben una exigua paga. O aquellas familias cuyos hijos tienen sus ‘padres adoptivos’ en España desde que se implantó a principios de los noventa el programa de ‘vacaciones en paz’ y cuya relación se mantiene durante todo el año. O aquellos miembros del Gobierno de la República Arabe Saharaui Democrática (RASD) y de la administración en general que disfrutan de una condiciones económicas algo más ventajosas.
El orgullo saharaui
Aquellos que no disponen de dinero para compras extras, siempre cuentan con la ayuda alimentaria, las cabras para la leche, la solidaridad familiar y vecinal porque, ante todo, los saharauis en el exilio no se sienten diferentes de sus hermanos en el Sahara invadido por los marroquíes. Todos son una familia, un pueblo, una identidad cultural que no reniega de sus raíces. Desde hace unos meses, con amparo de la ONU, se han reanudado los vuelos semanales entre los ‘territorios ocupados’ y los ‘territorios liberados’ para acabar con la distancia de años entre familiares a un lado y otro del muro. De momento, los vuelos son entre Tinduf con las ciudades controladas por los marroquíes de El Aaiún -la capital- y Dajla -antigua Villa Cisneros-. Durante cinco días, los familiares directos se ven las caras de nuevo.
Por tanto, ese vergonzoso muro que rasga el Sahara de norte a sur es sólo una barrera física erigida por el Gobierno de Marruecos para evitar las incursiones del Frente Polisario en su parte del pastel, que supone el 90%. Las minas antipersonas escondidas en el subsuelo a lo largo de los miles de kilómetros de la pared es un regalo envenenado ante una futura RASD independiente y libre de la ocupación pos colonial.
En las escuelas, los niños y niñas de 6º curso aprenden este poema de Bachir H.: «Si eres saharaui/ debes sufrir/ y cumplir con tus deberes / hasta morir. / Defender nuestra patria / con lealtad/ para poder conseguir / la libertad. / Luchar con energía/ para obtener/ la paz tan deseada por nuestro ser. / Ser militante/ cumplir las metas/ de nuestro frente».
Los centros escolares imparten enseñanza hasta el nivel 6º. Su lengua oficial es el árabe; su dialecto el hasanía, muy próximo al árabe clásico. El español se estudia desde el nivel 3º hasta 6º, reforzado con los miles de niños que pasan los veranos en nuestro país. Después, los alumnos pueden proseguir sus estudios en Argel, Cuba o España, según las posibilidades de los convenios y programas de formación. Casi todos los profesionales de la medicina o agricultura, por ejemplo, hablan el castellano con el acervo cubano e, incluso, con el danzón en sus andares.
Un reciente libro de poemas, titulado ‘Bubisher’ (ese pajarillo que trae la esperanza a los desolados paisajes del desierto y buenas noticias a sus moradores), despliega en sus páginas los versos de seis jóvenes poetas que, «como verdaderos saharauis, sueñan y crean en español». Ese es parte del preámbulo, con una lapidaria queja añadida: «El pueblo saharaui es el único pueblo hispanoparlante del mundo árabe y, sin embargo, no existe ninguna sede del Instituto Cervantes en el antiguo territorio -ahora bajo control de Francia, que ha extendido el francés-, ni se han llevado políticas lingüísticas claras en la región para los saharauis. (…) Han sido ellos mismos, los del exilio y los que permanecieron o han vuelto a su territorio, los que se han preocupado de mantener el español»,
El valor de la mujer
Otro de los textos leídos en las escuelas habla del papel desempeñado por la mujer en la supervivencia de un pueblo en ese terreno de la hamada argelina, de donde huían los propios argelinos y muy pocos creían que allí podía pervivir un ser humano. Hoy, 28 años después, esa llanura de arena y piedra acoge a miles de saharauis que tienen sus casas, escuelas, centros sanitarios, talleres artesanales, pequeñas tiendas, algunos huertos y una división administrativa del territorio perfectamente organizada. Y todo eso lo han levantado las manos de las mujeres, como se lee en los libros, porque el hombre estaba y está en el frente bélico, en la brega de la guerra contra el invasor marroquí durante los años de lucha abierta y ahora en constante vigilancia de la línea fronteriza de los territorios liberados.
Cuidan de la prole casi con el mismo mimo que de sus animales o de la limpieza de sus casas. Apuran hasta la última gota del agua contenida en los bidones ubicados enfrente de cada hogar y que un camión cisterna se encarga de rellenar tras haber obtenido el preciado líquido de los pozos de El Aaiún. Es un agua abundante en sales que afea con manchas verdes los dientes y que los visitantes no podemos beber.
Los problemas de salud, consecuencia de los limitados alimentos y la mala calidad del agua, se agravan con la ignorancia cultural en cuestiones de higiene o el cumplimientos con las citas médicas, junto a las pocas medicinas disponibles. Como en casi todos los órdenes sociales, la asistencia de las organizaciones de apoyo al pueblo saharaui en toda España es vital. Las delegaciones de médicos españoles forman a los médicos saharauis en los dispensarios médicos de cada daira y a los especialistas de los dos hospitales generales, el de Rabuni y el de Boula. Durante unos días, realizan operaciones de urgencia y mantienen un intercambio multidisciplinar constante.
El recorrido diurno de los campamentos, la observación del saharaui mientras cruza los páramos con ese paso ralentizado, armonioso y firme, tiene como colofón un espectáculo sin precio en el ocaso del día, cuando la noche extiende un manto cupular bordado con estrellas. La inmensidad del espacio busca el regazo humano y la ósmosis con el universo sella un pacto secreto. Otro té y a dormir.
El referéndum que nunca llega
Vayamos al origen político del conflicto. En 1884, con el reparto europeo (Conferencia de Berlín) de Africa, España crea el protectora del Sahara Occidental. En 1965 y 1966, la ONU proclamó el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui por medio de un referéndum. Tres años después, nace el Movimiento Nacional de Liberación Saharaui, liderado por Mohamed Sidi Brahim Asiri, origen del actual Frente Polisario, formado el 20 de mayo de 1973 como movimiento nacional que encabeza la lucha del pueblo saharaui por su independencia en los planos militar, político y diplomático.
El 14 de noviembre de 1975, se firma el Acuerdo de Madrid, en la cúspide de la agonía de la Dictadura franquista, según el cual el Sahara Occidental tendrá una administración tripartita: Marruecos, Mauritania y España. España se retira, bajo presión marroquí, el 26 de febrero de 1976 y Mauritania llega a un acuerdo con los saharauis en 1979 para su también retirada. En el escenario, sólo queda Marruecos.
En octubre de 1975, el Tribunal Internacional de Justicia de la Haya reconoce el derecho de autodeterminación en el Sahara y en febrero de 1976 el Frente Polisario proclama la República Arabe Saharaui Democrática (RDSA). El enfrentamiento armado del Frente Polisario, antes con España, ahora tiene un enemigo más cercano, Marruecos, que defiende lo que su Gobierno llama «Gran Marruecos» donde el Sahara Occidental es la cuna de la actual dinastía gobernante, la alauí.
En 1980, comienza la construcción del muro o ‘berm’ (2.200 kms). En 1989 se presenta el Plan de Paz de la ONU, cuya misión para la celebración de un referéndum (MINURSO) inicia los preparativos con un alto el fuego entre ambas partes. La MINURSO ha identificado un censo de unos 85.000 electores, aunque se enfrenta a más de 120.000 recursos presentados por ciudadanos marroquíes.
En mayo de 2001, se presenta el Plan Baker, ex secretario de Estado de EE UU y actual delegado de la ONU en el Sahara. Este acuerdo marco es la clave que se discute en la actualidad, aceptado en octubre de 2003 (XI Congreso) por el Frente Polisario y sobre el que Marruecos no ha dado su aprobación. Consiste en lo siguiente:
1- La población del Sahara obtendría una autonomía en materias como presupuesto, fiscalidad regional, seguridad interior, cultura, educación, comercio, transportes, agricultura, etc.
2- Marruecos sería competente en materia de política exterior, defensa, moneda, aduanas…
3- El poder ejecutivo sería ejercido por un consejo ejecutivo durante un periodo de cuatro años y sus miembros serían elegidos por las personas que figuran en la lista elaborada por la ONU a fecha de 30 de diciembre de 1999.
4- Al finalizar un periodo de 5 años, se organizaría un referéndum sobre el estatuto del Sahara Occidental en el que podrán participar las personas que hayan residido habitualmente en el Sahara Occidental al menos un año antes de la celebración del escrutinio.
La MINURSO debe decidir en estos días si prorroga su mandato en la zona, como parece ser que ocurrirá por otros 10 meses. Si abandona la ONU el conflicto, sellaría la ocupación marroquí del Sahara Occidental. Otra de las salidas previstas es la partición del territorio en dos, la cual no satisface a ninguno de los contendientes. Y en el haber de los inconvenientes, la posesión de las minas de fosfato y las exploraciones de yacimientos petrolíferos concedidas por Marruecos a empresas francesas y estadounidenses. El referéndum, mientras tanto, duerme en el limbo de los justos.