En abril de 2003 firmé un contrato con Miramax, una filial de la compañía Walt Disney, para que financiara y distribuyera mi película Fahrenheit 9/11. (El productor original se echó atrás; contaré esta historia próximamente.) En el contrato se estipula que Miramax distribuirá mi película en los E.U.A. a través de la división distribuidora de la Disney, la Buena Vista Distribution. También otorga a Miramax los derechos de distribución y de venta de la película en todo el mundo.

Un mes más tarde, ya iniciados los tiroteos, Michael Eisner insistió en reunirse con mi manager, Ari Emanuel. Eisner estaba furioso de que Miramax hubiera firmado el contrato conmigo. Según el Sr. Emanuel, Eisner dijo que nunca permitiría que mi película fuera distribuida por la Disney, aunque no había visto una sola secuencia, ni leído una línea del guión de la película. Eisner le dijo a mi manager que no quería enfurecer a Jeb Bush, el gobernador de Florida. La película, desde su punto de vista, complicaría, y de hecho había complicado ya, la situación de los proyectos actuales y futuros de la Disney en Florida, y estaban en juego muchos millones de dólares en exenciones de impuestos e incentivos.

Pero Michael Eisner no habló con Miramax ni les dijo que parasen mi película. No sólo eso, sino que al año siguiente, SEIS MILLONES de dólares de la DISNEY continuaron financiando la realización de mi película. Miramax me aseguró que no había problemas con la distribución.

Pero hace pocas semanas, cuando Fahrenheit 9/11 resultó seleccionado para participar en el Festival de Cannes, la Disney envió a un ejecutivo de baja responsabilidad a Nueva York para ver la película (hasta hoy, Michael Eisner no ha visto el film). Este ejecutivo se mostró entusiasmado durante la proyección. Rió, lloró, y al final nos dio las gracias. «Esta película es explosiva», exclamó, lo que nosotros tomamos como un síntoma positivo. Pero «explosivo», para esta gente, es sólo una buena palabra para describir el hecho de que hay que recortar cosas en las películas. NUESTRA parte «explosiva» era lo que querían eliminar tan pronto como pudieran [la película ha sido premiada con la Palma de Oro, el máximo galardón del Festival de Cannes].

Miramax hizo lo posible para convencer a la Disney de continuar según lo planeado. Contractualmente, la Disney sólo puede obligar a parar una producción a Miramax si la película no es autorizada para menores de 17 años (la nuestra será catalogada como «para todos los públicos», o como «para mayores de 13 años»).

Según el New York Times de ayer, el asunto del estreno de Fahrenheit 9/11 se discutió en una reunión de la directiva de la Disney la semana pasada. Se decidió entonces que la productora no distribuiría nuestra película.

Esta misma semana recibimos la llamada oficial y definitiva: la Disney no iba a estrenar Fahrenheit 9/11. Cuando la historia salió a la luz en el New York Times, la Disney, en lugar de decir la verdad, se convirtió en Pinocho.

Así pues, ¿qué pasará con mi película? Aún no lo sé. Lo que sé a ciencia cierta es que me aseguraré de que todos vosotros la veáis, de una manera o de otra. Somos estadounidenses. Tenemos muchos problemas encima en estos días, pero algo que todos tenemos en común es que no nos gusta que se nos diga que no podemos ver algo. Despreciamos a los censores, y los peores censores son los que se atreven a limitar los pensamientos y las ideas, y a silenciar la disensión. ESO no es estadounidense. Si tengo que recorrerme el país y mostrar la película en parques públicos (o, como alguien me ofreció ayer, proyectarla en las paredes exteriores de una casa privada para que el vecindario pueda verla), eso es lo que pienso hacer.