El proceso de elaboración de la Constitución no ha sido democrático, constituyente, donde los ciudadanos hayan podido opinar, no se ha contado con su participación. La Convención -que elaboró el texto- ha estado controlada por los ejecutivos de los Estados, con una presidium de tecnócratas con Giscard D’Estaing a la cabeza. Su arquitectura institucional se fundamenta en seis instituciones.
El Parlamento Europeo, el único elegido democráticamente, no tiene poderes externo, sino que los detenta el ministro de Asuntos Exteriores (Javier Solana, en estos momentos). El Consejo Europeo, formado por los ministros de los países miembros y tiene poderes legislativos. El Consejo de Ministros es el primer poder legislativo de la Unión Europea, donde se elabora realmente las leyes. La Comisión Europea es como un consejo de ministros: sólo ellos pueden hacer propuestas legislativas. El Tribunal de Justicia actúa sólo sobre las leyes comunitarias. El Tribunal de Cuentas que supervisa los gastos.
Pero a estos seis órganos hay que añadir el Banco Central. El Banco Europeo, totalmente ajeno a cualquier tipo de control democrático de la Constitución y es el que marca las políticas económica y monetaria. Es quien gobierna en realidad.
En el tema de defensa, esta Constitución no avanza nada: se crea la Agencia de Armamento, una Unidad de Intervención Rápida para resolver conflictos externos a la Unión Europea y se mantienen las relaciones con la OTAN, es decir, la dependencia con los Estados Unidos.
Se mantiene, es verdad, el Comité de las Regiones, pero no admite ningún cambio en las fronteras actuales, anulando el derecho a la autodeterminación. Y cualquier revisión en su contenido ha de ser por la unanimidad de todos sus Estados miembros, lo que bloquea cualquier elemento de reforma.
Alternativas hay y ejemplos tenemos. Hay modelos, como la Constitución Bolivariana de Venezuela con el referéndum revocatorio cada dos años; o la Constitución de Portugal nacida de la Revolución de los Claveles que habla de acabar con las diferencias sociales. Se puede evolucionar hacia una Europa de ciudadanos, una Europa participativa que supere a la Europa de los mercaderes.
Nuestro NO a este tratado constitucional es decir sí a una Europa unida, a una Europa en democracia, a una Europa que apueste por la paz.
* Relator del panel ‘La arquitectura institucional del tratado de la UE