No nos faltaba más que esto de la Constitución Europea para vivir, una vez más, la estupenda diversidad de opinión entre los colegas que un día nos preparábamos, todos a una, para la lucha final. Ahora resulta que en el coro se cantan varias melodías al mismo tiempo y que hay varias cuerdas con distintas afinaciones: están los del sí porque les gusta, los del sí aunque no les gusta, los del sí por si acaso, los del sí por lo que pudiera venir con el no, los del sí porque no se lo han leído, los del sí porque aunque han leído no lo ven. Y están los que quieren acertar con su voto para colocarse en el bando de una reconfortante mayoría. (Ya saben ustedes: «cien mil moscas no pueden equivocarse…»).

También están los del no. También con sus matices: porque no les gusta, porque una cosa es ser derrotado y otra sentirse vencido, porque se lo han leído y se lo han explicado, porque no le temen al castigo ni a las consecuencias de decir no, porque no quieren ser pragmáticos, porque no suponen que el pragmatismo signifique hacer lo contrario de lo que piensas o de lo que te dice la razón. Porque no hay nada eterno pero algunos procedimientos de cambio son de imposible recorrido. Y porque si opinas que no o no lo ves claro es mejor decir «no» que pasar de la subversión a la reversión.

No nos faltaba más que nos digan nuestros amigos, otra vez, como cada vez que perdemos en un debate por la fuerza de las urnas, que no tenemos sentido común. Lo dicen con cariño, como si ellos hubieran seguido un reposado proceso de maduración que les proporciona un pensamiento equilibrado, noble, con notable equilibrio entre el afrutado mediterráneo y el toque a madera centroeuropea. Lo nuestro debe seguir siendo gaseosa «La Revoltosa», mucha burbuja pugnando por salir de estampida en cuanto desenroscas la tapa.

Es dura la vida del pensamiento radical porque te dicen que te pareces a las beatas repitiendo su salmodia. Y Dios sabe que no somos de los suyos ni practicamos religiosamente el pensamiento laico y racionalista. Pero, claro, en cuanto llegas en tu debate a algunos de los polvos que trajeron estos lodos te dicen que ya está bien de dar la barrila con las viejas consignas. Y son viejas solamente porque no hemos conseguido ganar nuestras batallas por aquello de la correlación de fuerzas y porque no tenemos ningún primo «zumosol» que nos eche una manita. Pero otra Europa debería ser posible cuando tengamos fuerza para ello… y una legión de abogados constitucionalistas para quitarnos de encima todo el entramado que quieren aprobar tan ricamente.

Mientras, seguiremos siendo amigos de nuestros amigos y llevaremos a las tertulias, a los debates esta pasión por la lucha de toda la vida, entre el Capital y el Trabajo. Suena a antiguo pero no hay más que ver el empeño que pone el adversario en llevarnos a su visión de las cosas para comprender que ellos siguen en su lucha. Que no les extrañe la nuestra.