Para clarificar su perspectiva, Francisco Frutos precisa inicialmente: «Este libro no pretende ser un texto teórico, hay miles de obras teóricas sobre el marxismo y el comunismo, y muchas de ellas lo hacen muy bien. Este libro quiere llegar fundamentalmente al sentimiento, a la conciencia y a la emoción de todos los que sienten que el mundo en que viven es brutalmente injusto y buscan algunas respuestas para cambiarlo. Es cierto que trataré de explicar algunos conceptos teóricos imprescindibles, pero lo haré con sencillez, como dice el título para que cualquier persona pueda perfectamente entender su significado. Para ello, echaré mano de algunas definiciones elaboradas por maestros del marxismo.

Cuando me propuse elaborar un libro con este título, me embargaron dos sensaciones: una escribir sobre cuarenta años de experiencia propia en defensa de los ideales comunistas era fácil, que su sencillez no puede traducirse en simpleza que facilite su lectura cómoda, para conformar el sentido común de quienes han sufrido un previo, prolongado y casi imperceptible lavado de conciencia» .

El riesgo en que podría haber incurrido el autor, es el de caer en el dogmatismo. Afortunadamente no ha sido así. Ya el Partido Comunista de España superó su dogmatismo inicial, mediante un complejo proceso de crítica y autocrítica que se prolongó durante décadas. También preserva a Francisco Frutos del dogmatismo el adoptar la perspectiva gramsciana. Que es la del marxismo más abierto y flexible, pero sin perder nunca el rigor teórico.

Generalmente, se me considera como un especialista en Gramsci, desde que, en 1973, publiqué mi libro «Introducción al pensamiento político de Gramsci -incluyendo un diccionario de conceptos gramscianos, como los de bloque histórico, hegemonía, jacobinismo, intelectual orgánico e intelectual tradicional, etc.- y muchas comunicaciones, artículos, y prólogos sobre temas gramscianos, Por ello, puedo atestiguar que Francisco Frutos realiza una brillante aplicación de los conceptos de Gramsci a los campos de la política, la cultura y la sociedad., incluyendo la misma concepción del Partido, al que considera el Príncipe Moderno, destinado a desempeñar la misma función que Maquiavelo atribuyó al Príncipe en el Renacimiento. Actualmente lo desempeña al Partido de la clase obrera.

Enjuiciando racionalmente la función histórica desempeñada por la Revolución Soviética, Francisco Frutos acierta al precisar «que esto no significó el atraso de los pueblos de la URSS, como dicen ahora los neoliberales, representó una modernización y un avance social importante, que sacó de la miseria a millones de personas, para incluirlas en el circuito de la educación, la salud, el derecho a una vivienda y alimentación dignas, etc, al tiempo que llevaba el progreso a países asiáticos que ahora vuelven al primitivismo religioso. Visto el derrumbe programado de la URSS y sus resultados devastadores en las condiciones y expectativas de vida de sus habitantes, así como las consecuencias que ha tenido ese derrumbe para el mundo, poniéndole al borde del abismo bélico, social y crisis cultural, se nos plantea la siguiente reflexión: La URSS necesitaba sin duda reformas (los comunistas españoles y otros europeos, fuimos los primeros en proponer una teoría para situar al socialismo en auténtica e indisoluble fisión con la democracia participativa) pero sus hundimientos ha dejado las riendas de una proceso histórico plagado de problemas, en manos de los sectores más retrógrados del pensamiento político y económico».

Valorando debidamente el relevante libro de Francisco Frutos, sólo nos queda felicitarle por el acierto que ha tenido, lo que ha significado y significa el comunismo para el conjunto de la humanidad.

Rectificamos al Papa actual, en su afirmación de que «el comunismo fue una mal necesario», para afirmar rotundamente que el comunismo fue y es un bien necesario.