Entonces se trataba de salir de la larga noche de la dictadura, de conseguir libertad de expresión, de reunión, libertad sindical y de asociación política, elecciones libres, igualdad de derechos para hombres y mujeres, etc.
Se trataba de conquistar un mínimo marco democrático de convivencia que no marcaba el final del camino sino el paso a otra etapa, con nuevos instrumentos de intervención política y de participación social.
Todo esto se consiguió, tras cuarenta años de lucha, en un escenario de permanente miedo a una intervención militar y con constantes cesiones de las fuerzas que habían luchado por la democracia.
Pero hoy la situación es distinta la de hace 25 años. Hoy, la situación ha cambiado y mucho.
Hoy ya no contamos con el nivel de organización, con la concienciación y movilización que hicieron posibles esas conquistas. Y eso se paga.
Hemos ido perdiendo espacios de libertad y participación por la vía de los hechos. Si los derechos que no se garantizan no se cumplen, los que no se ejercen no existen mas que sobre el papel.
A la erosión que de nuestros derechos se hace en los tratados europeos ahora coronados y blindados en una «constitución», se le suma la resignación y el desencanto que se esconden bajo las llamadas a la prudente moderación, al sentido de estado o a la gobernabilidad.
Por eso hoy, a los trabajadores y estudiantes, a los jóvenes en general, que no participamos en ese proceso y que no estamos recibiendo más que explotación salvaje y exclusión social nos ha llegado la hora de asumir nuestro papel político, defender nuestros derechos pero esta vez contra la monarquía neoliberal que padecemos. Porque no se trata sólo de la forma de estado, se trata también de la forma de gobierno.
Reclamamos la República no por un ajuste de cuentas con el pasado. Las y los jóvenes no miramos atrás sino al presente con proyección al futuro.
Necesitamos una República de nuevo tipo, donde a la elección directa de la jefatura del estado se le sumen instrumentos de participación directa de los ciudadanos en los problemas que les afectan, donde se abran espacios de organización social para la conquista y la defensa de los derechos de las clases trabajadoras, de los jóvenes y de las mujeres.
Una República que sea la expresión de una alternativa democrática y participativa al neoliberalismo, articulada desde lo social, por la organización de la gente en sus centros de estudio, de trabajo, barrios y pueblos, con un proyecto político que permita la participación de los ciudadanos en las decisiones de los poderes públicos.
Una República en definitiva, que sea la más firme expresión de la voluntad de los ciudadanos, del poder popular, resultado de la lucha por sus derechos e instrumento para su defensa.
No son soluciones la igualdad de acceso a la corona de hombres y mujeres, ni operaciones de cosmética constitucional. Se trata de abrir un nuevo proceso constituyente que nos permita hacer realidad la democracia participativa.
Tras un año de intensa y asfixiante propaganda monárquica por la Boda de Estado entre Felipe de Borbón y Letizia la Plebeya, ya sabemos que no nos sirve sólo la elección de la jefatura del estado: la lucha por la República es la lucha por nuestros derechos, erosionados por el neoliberalismo, es por tanto la lucha por la democracia participativa contra el neoliberalismo.
Haya o no haya Parto de Estado, estamos dispuestos a que Felipe sea el último de los Borbones, a que el próximo Parto de Estado que haya en nuestro país sea el de la III República.
Desde la UJCE reclamamos el derecho de los jóvenes a luchar por lo que es nuestro, a tener instrumentos de participación política, a luchar por un trabajo digno, por una vivienda, por una educación pública y de calidad. Los jóvenes queremos ser arquitectos de nuestra propia vida. Y por eso, queremos la República.