Llamamos maquila al traslado de un país a otro de un segmento de la actividad productiva, destacando los sectores textil, electrónico y de automoción. Las maquilas funcionan aisladas del resto de la economía y no establecen vínculos significativos para articular el mercado interno, ya que los insumos son de fuera, se dedica a la exportación y depende totalmente del capital extranjero. El escaso control de la degradación ambiental, la eliminación de todo tipo de aranceles y sobre todo el bajo coste de la mano de obra hace atractiva esta inversión a las Sociedades Transnacionales.
La fuerza de trabajo empleada principalmente en esta industria es femenina, joven, poco cualificada, con escasa experiencia sindical y con una alta productividad. Se trata de una mano de obra dócil, paciente, disciplinada y con mayor destreza para ciertos tipos de tareas (extensión del trabajo doméstico). La falta de formación y menor resistencia física son compensadas con una continua oferta de mano de obra alimentada por la migración rural.
Las obreras con menor remuneración que sus compañeros tienen gran dificultad para arrendar una vivienda y tienen que compartir muchas veces en condiciones insalubres. Las largas jornadas de trabajo no permiten a las mujeres menores de edad continuar sus estudios. Si bien la posibilidad de generar sus propios ingresos, les da a las mujeres jóvenes mayor independencia y autonomía, para las mujeres que son madre-esposas-obreras, la doble jornada (soportan la mayor parte de la actividad doméstica) es agotadora.
En las maquilas se producen continuas violaciones de los derechos laborales y reproductivos:
– Para ingresar a las fábricas las mujeres tienen que presentar una prueba de embarazo y si están embarazadas no las contratan.
– Amenaza permanente de despido por embarazo.
– Trabajadoras obligadas a reintegrarse al trabajo a los 15 días de haber parido.
– Abusos físicos y verbales que han llegado a provocar abortos por no poder abandonar los puestos de trabajo.
– En algunas zonas se ha llegado a obligar a empleadas a inyectarse anticonceptivos
– Condiciones de hacinamiento, ruido excesivo y falta de equipo adecuado (mascarillas en el sector textil para prevenir enfermedades en bronquios y piel).
– Despido de las obreras que impulsan organizaciones sindicales
– Mucho control, restricciones para ir al baño y mucha presión de las supervisoras para que cumplan las metas programadas
Paradójicamente, los pantalones más caros del mundo y más exclusivos de tiendas de renombre mundial, como Tommy o Levis, se confeccionaron durante años en las zonas más pobres de Puebla (México) porque en esas regiones las maquiladoras transnacionales hallaron gente dispuesta a trabajar jornadas superiores a las legalmente establecidas, con salarios bajos y pocas o nulas prestaciones, además de no tener ninguna seguridad en el empleo, ni por supuesto un sindicato. Sólo en 2002 en Centroamérica, las exportaciones en maquila fueron de 1,758 millones de dólares. Para ese mismo año, la industria manufacturera representó el 23% del PIB.