Después de dos años de gobierno socialista se confirma la máxima de que lo que es bueno para las empresas no siempre lo es para los trabajadores. Con Zapatero o con Aznar ganan los de siempre: la oligarquía. Y ello a pesar de esa cultura interclasista, socialdemócrata, que desde el Gobierno, y desde buena parte de los agentes sociales, se pretende difundir entre la ciudadanía. Mientras las empresas (sobre todo las grandes) obtienen pingues beneficios, la moderación salarial, la inflación y el creciente endeudamiento provocados por la especulación urbanística, atenazan las economías domésticas. Y todo ello en un ambiente de creciente precariedad laboral.
Al menos eso es lo que se desprende de los datos oficiales del Instituto Nacional de Estadística (INE) que registramos en los cuadros adjuntos. En el Cuadro 1 podemos comprobar cómo el PIB ha crecido, en términos reales, a una tasa aceptable en los últimos años (por encima del 3%) e incluso se ha acelerado en 2005 y en el primer trimestre de 2006. En ese mismo cuadro podemos comprobar como la remuneración por asalariado no ha tenido un comportamiento tan positivo: en términos nominales la remuneración de los trabajadores ha crecido a tasas cada vez menores (del 3´4% del año 2003 al 2,6% del primer trimestre de este año). En términos reales, es decir, una vez descontada la creciente inflación, el resultado es francamente decepcionante. En el año 2005 la remuneración real de los asalariados se redujo en casi un 1% y en lo que va de año un 1,4% (en términos interanuales). Es decir, a pesar de que la economía crece, los asalariados están cada vez peor pagados.
El crecimiento económico tampoco se ha traducido en una mejora de las condiciones laborales: la precariedad laboral, bien en términos de temporalidad, bien en términos de parcialidad de los contratos, avanza sin freno. Si en el año 2003 el 31,8% de los trabajadores tenía contratos temporales, a día de hoy nos situamos ya en el 33,3%. Pero hay otra fuente de precariedad que en ocasiones pasa desapercibida: la de quienes no logran un trabajo a tiempo completo. Esos trabajadores, que en el año 2003 suponían el 8,2% de los ocupados, ascienden ya al 12,4%. Curiosamente algunos de ellos disponen de contratos fijos, pero a tiempo parcial, y ya se sabe que con los ingresos que se derivan de un contrato de esas características no es posible hacer frente a los gastos más elementales de una vida digna.
El panorama cambia por completo si atendemos a los resultados empresariales. En el Cuadro 2 hemos registrado los beneficios de las empresas que cotizan en la Bolsa de Madrid, agrupadas por sectores significativos. Tal y como cabía esperar, el capital sí ha hecho su agosto aprovechando el crecimiento del PIB y la moderación salarial. En conjunto, las empresas han incrementado sus beneficios un 40,2% en el año 2005. Destacan las empresas del Sector Energético, con un crecimiento de beneficios del 48,5% o las del Sector Financiero, con un 49,8%.
Esta vergonzosa combinación de exorbitantes beneficios empresariales y magros incrementos salariales no es sino la prolongación del modelo de crecimiento «aznarista» que el Gobierno del Sr. Zapatero no ha querido desmontar. La connivencia ideológica del bloque burgués (PP + PSOE) trata de prolongar la actual fase expansiva del ciclo económico a costa de los intereses legítimos (y plenamente Constitucionales) de los trabajadores: un salario digno a cambio de un empleo digno. Sin embargo, la subordinación de la socialdemocracia española a los zafios y pueriles argumentos del neoliberalismo (competitividad a costa de empobrecimiento salarial) auguran un empeoramiento de las condiciones de vida de las y los trabajadores de este país.
* Doctor en Ciencias Económicas