M.O.: Casi toda su vida la ha dedicado a la investigación histórica. Su vasta bibliografía es ejemplar desde el punto de vista de la recuperación histórica. Si tuviéramos que definirla con una frase, no encontramos otra mejor que “demanda contra el olvido”, título de un libro del poeta Raúl González Tuñón.
I.G.:
No soy un historiador profesional. Estudié letras francesas y españolas en Dublín donde excelentes profesores me despertaron el fervor literario. Me interés por la historia se inició en Granada cuando llegué para realizar mi tesis doctoral sobre los elementos populares en la poesía primera de Federico García Lorca. Creo que conscientemente no fui a Granada para investigar las circunstancias de su muerte. Pero en una mañana de 1965, comprendo que esto es más importante que mi proyecto de tesis doctoral. Fue como una revelación. La tesis la podía posponer para después. Comprendí que era mi obligación investigar las causas del asesinato del autor del “Romanceo gitano”. Posiblemente, influyeron en mi subconsciente Gerald Brenan, mi maestro, y Claude Couffon. Aquello me convirtió en investigador y en historiador de la guerra civil, en parte, debido a mi fascinación por García Lorca. No podía escribir su biografía sin conocer la historia. Y así, comenzó mi trayectoria como historiador.

M.O.: En las biografías de Federico García Lorca, casi nada se dice del año que sobrevivió su amante. María Teresa León, en “Memoria de la Melancolía”, evoca su dolor. Ud., en la suya, nos da una escueta noticia de las causas y del lugar de su muerte. ¿Se sabe algo más?
I.G.:
Es emocionante. Lo poco que sabemos de él es lo que apareció en ediciones posteriores a mi estudio sobre Lorca. En un breve epílogo, doy noticia del día y lugar de su muerte. Después pude conversar con un compañero suyo del ejército republicano. Me contó que un día, en el frente de Norte, cuando aparecieron los aviones franquistas, Rafael se sale de la trinchera y se sienta en un parapeto donde le ametrallan.

M.O.: ¡Entonces, no es una leyenda su autoinmolación?
I.G.:
Parece que no. Los testimonios de María Teresa León en “Memoria de la Melancolía” y de C. Rivas Cherif explican el resto de su vida después de la muerte de Lorca. Rafael Rodríguez Rampún, en el frente republicano, habló poco con los soldados de su batería y nunca de Federico. Guardó dentro de sí todo su dolor. A mí me conmovió que, cuando leí su partida de defunción, comprobé que murió el mismo día y el mismo mes que Federico. Parece increíble, pero su vida está llena de misterio. En un dibujo suyo escribió. “Sólo el misterio nos hace vivir” y también en muchos de sus poemas. Es un hombre muy enigmático. De ahí que Antonio Machado venga de “mi Lorca.”

M.O.: ¿Después del estudio tan profundo y pormenorizado de la vida de Antonio Machado, en qué medida los aspectos éticos, estéticos su impresión responde a los aspectos estéticos políticos y éticos con que él se describe en su famoso poema “Retrato”?
I.G.:
El poema “Retrato” es un milagro de la creatividad humana. Publicado en 1908, cuando tiene sólo treinta años, es una revisión y el resumen de su vida. Y de una ética. Machado es una mezcla de pensador y de poeta con un fondo republicano. Su vida no se concibe sino en función de una transformación social y política de España. Y con una actitud filantrópica laica ante el otro.

M.O.: ¿Sobre lo que acaba Ud. de decir, su breve poema “Poned atención: un corazón solitario // no es un corazón” es un compendio de su eticidad?
I.G.:
Este poema está expresado con un profundo conocimiento de causa. Antonio Machado es un hombre terriblemente solitario. En su libro “Soledades”, manifiesta la profunda soledad del hombre que busca el amor y no lo encuentra. Esto le vincula a Lorca. Cree que sin amor no hay vida posible.¨Él espera siempre la llegada de la amada. También es un hombre muy tímido, al contrario que su hermano Manuel. Tiene la dificultad de buscar. Está siempre esperando a que ella llegue. Esto le pasa con Leonor, y, posteriormente, con Pilar Valderrama, la Guiomar de sus versos. En él late una profunda compasión por todos los solitarios del mundo.

M.O.: La historia de amor con Pilar Valderrama es dramática por sus profundas contradicciones. ¿Cómo cree Ud. que se pueda amar clandestinamente y sólo con la presencia y palabras de la amada?
I.G.:
Es muy difícil conocer la relación de Machado con Guiomar. En primer legar, falta la correspondencia. Sólo conocemos las cuarenta cartas que están en la Biblioteca Nacional que se salvó del holocausto, pues ella quemó doscientas. Es una pérdida humana de proporciones gigantescas. También faltan testimonios de otros. Su libro, “Guiomar soy yo” es una versión post mortem. Fue una relación muy difícil por ser una mujer casada y ferviente cristiana. Fue una víctima de sus circunstancias. Creo que cuando encuentra a Antonio Machado, al que ha buscado, es un momento cumbre en sus vidas. Para el poeta, fue su musa.

M.O.: ¿Entonces fue una fatalidad que él ya había anunciado en su poema “Retrato”?
I.G.:
Exactamente. Puede explicarse comparándolo con su hermano Manuel. Cuando ambos llegan a París, éste tiene mucho éxito con las francesas. Antonio es un tímido y no puede ser un don Juan aunque quisiera. También en “Retrato” enuncia su carácter: “Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido”. Lo único que puedo decir de la relación de Antonio Machado con Guiomar es que le dio esperanza para continuar su lucha en su permanente estado melancólico. En “Soledades” alude a una compañera perdida que se traduce en angustia. Esta puede ser la causa de su habitual hipocondría y de sentirse un fracasado ante el amor. Este sería el trasfondo. Su misma madre dice que nunca lo vio reír. Existe algo que no conocemos pero todo lo colorea la nostalgia del amor perdido. Después, la muerte de Leonor, ahonda su soledad.

M.O.: Antonio Machado escribe también en prosa. Entre otros libros, “Juan de Mairena” ¿Encuentra alguna diferencia el “Juan de Mairena” anterior de la guerra y el posterior?
I.G.:
Es la continuación sólo que después la realidad es otra. Durante la guerra le permite poner en la pluma de Juan de Mairena sus propias ideas. Ya no hay un intermediario. Durante la guerra civil, se aproxima más a su ser real. La máscara se cae y lo que escuchamos es su propia voz.

M.O.: En el último “Juan de Mairena” las referencias a la Revolución rusa, a Lenin y, sobre todo al marxismo son bastantes significativas. Leemos, por ejemplo que el marxismo, por muy equivocado que esté, en cuanto pretende señalar una verdad, en medio de un diluvio de mentiras, tiene un valor ético indiscutible. ¿Esta afirmación fue interioriazada por él en su propio compromiso político?
I.G.:
Sí. Sin lugar a dudas. Machado, una y otra vez, durante la guerra civil escribió sobre el marxismo, aunque él no era marxista. Es un hombre valiente porque por encima de su profundo republicanismo radical, no negó el valor del marxismo como elemento transformador y esencial. Consideraba que había otros factores, además del económico.

M.O.: Pero también tuvo momentos de desaliento durante el periodo republicano.
I.G.:M.O.: En Juan de Mairena leemos: “Y si Cristo vuelve, de un modo o de otro, ¿renegaremos de él porque también lo esperan los sacristanes? ¿Demuestra esta afirmación el fondo religioso que se percibe en algunos de sus poemas?
I.G.:
No recuerdo bien el contexto de la frase, pero para Machado el cristianismo se opone a la filosofía griega donde el amor al otro está ausente. Esta cuestión es el fundamento específicamente cristiano que enlaza con su concepción filantrópica. Y en la palabra “sacristán” metaforiza a la Iglesia Católica como el enemigo del pueblo.

M.O.: Desde finales de la Guerra civil, Antonio Machado fue un referente para la izquierda aunque Dionisio Ridruejo, a principios de los años cuarenta quiso neutralizar su vida y obra cuando publicó sus poesías. Una vez llegada la llamada Transición, los poetas postmodernos vuelven su mirada hacia su hermano Manuel. ¿Estamos ante una maniobra más de desmemoria histórica?
I.G.:
No lo sé exactamente porque no he leído ni a los poetas ni a los críticos actuales que escriben sobre Manuel Machado. Puede que haya alguna maniobra, pero no me preocupa especialmente. Estamos en un buen momento, yo lo he llamado la Revolución de la normalidad, pese a los desmanes del Partido Popular. Podemos conocer a ambos Machados. Vivimos en un país que no tiene biografías. Es verdad que existen muchos revisionistas que escriben para vender a sus fieles. Pero también hay una nueva grey de historiadores jóvenes que buscan la verdad, como Alberto Reig Tapia que pronto publicará un libro sobre los tergiversadores, aficionados y oportunistas.

M.O.: Volviendo a su poesía. ¿Qué núcleo de “Campos de Castilla” consideras memorables?
I.G.:
Para los poemas que más me emocionan son “Campos de Soria” dedicados a Leonor después de su muerte. Cuando llega a Castilla le parece una tierra muy hostil e inhóspida. Pero el encuentro con Leonor cambió esta visión y, como es un poeta elegíaco, un poeta que canta lo que se pierde, también los poemas escritos a Leonor en Baeza me parecen estremecedores. En este pueblo andaluz también aquí se sintió extranjero y aislado. Los poemas satíricos e irónicos de esta época, así como el gran “Poema de un día” son testimonios de su vida, del atraso cultural y del ambiente decadente de la sociedad señoritil andaluza.

M.O.: ¿La frase de Marx, tan repetidamente descontextualizada, que dice que los grandes hechos de la historias se repiten dos veces, una, como tragedia, y, otra, como farsa. Hoy día, la izquierda, teniendo en cuenta la distancia histórica, está a la altura de los proyectos políticos y sociales de la II República ?
I.G.:
Las circunstacias son diferentes. El nivel de vida ha subido, las gentes tiene otras preocupaciones. Es difícil ser un idealista en nuestro tiempo como entonces. Cuando llega la República está todo por hacer. Indudablemente, no son tan osados, pero estamos hablando de un país que vivió cuarenta años de dictadura.Sería muy difícil para mí decirle a los españoles lo que deberían haber hecho. Sólo sé que estamos en una cierta democracia y una cierta tranquilidad que nos da una pausa para poder reflexionar sobre la historia reciente.

M.O.: ¿Existe concomitancias entre Antonio Machado y Federico García Lorca ?
I.G.:
El trasfondo popular es un punto de contacto. El padre de Machado, «Demófilo», es un investigador y estudioso del flamenco, tema al que no es indiferente el poeta. En cuanto al tema del amor, Machado sale conmovido después de ver «Bodas de sangre» Lo entiendo porque yo también me conmuevo cuando veo esta tragedia lorquiana donde el amor fracasa por la fatalidad. Y, en el campo de la política, ambos tinen ideas muy parecidas. Ambos trabajan en la República y para la República. Lorca, en la Barraca, y Machado en las Misiones pedagógicas.

M.O.: El poema «Toda imaginería // que no ha brotado del río // pura bisutería». ¿A qué alude según su opinión ?
I.G.:
Tiene una obsesión en contra de la estética barroca por su excesivo conceptualismo. Y también con la llamada deshumanización del arte. Afirma que las imágenes tienen que ser intuitivas no buscadas. Y tienen que surgir de las entrañas del ser humano y del fluir del tiempo, no de la ingeniosidad. Este poema, por su brevedad y por condensar una estética poética, es genial.

M.O.: Para algunos, el soneto a Enrique Líster desdice su valor como poeta, por lo menos no quieren comprenderlo.
I.G.:
Antonio Machado encuentra en la guerra su misión. Sus antepasados fueron luchadores. Su abuelo defendió la Primera República y la palabra “capitán,” recurrente en varios poemas, es una confesión de su espíritu luchador. Naturalmente, capitán de la pluma porque a su edad ya no puede ejercer otra actividad. Su resistencia a abandonar Madrid es todo un ejemplo de su compromiso con la República. Por esto no entiendo que se escandalicen algunos por su soneto a Líster. Entonces era la guerra y había que defender con las armas la República. Un poeta puede ser solipsista, contra lo que él siempre se rebeló y, en un momento determinado, tener que empuñar un arma para la defensa de la democracia. Es ridículo que alguien se escandalice por este poema.