Te juro, Derecha mía, que lo que voy a contarte es verdad. Y te lo cuento para que sepas que tus gentes, cuando te toman el espíritu al pié de la letra, llegan hasta el esperpento. Resulta que una ONG de impecable presencia y prestigio internacional le pide una entrevista a una Concejala de Educación para comunicarle el proyecto de realizar una campaña de difusión de los Derechos Humanos en centros escolares de la localidad.
(No sé si sabes que en los Centros Escolares no andan a tiros porque no es fácil agenciarse un arma, aunque todo se andará. Y no sé si sabes que los violentos escolares no son alevines de guerrilleros marxistas leninistas sino nuestros propios hijos, criados con las mejores papillas del mercado).
No pretendían otra cosa, los de la ONG, que comunicar cortésmente una iniciativa privada a la institución que presume de estar más cerca de los ciudadanos, como es un ayuntamiento. No pretendían una ayuda material, aunque siempre son bienvenidas, sino trabajarse las relaciones entre lo público y lo privado en interés del bien común.
Pues la señora Concejala les respondió textualmente: «Los padres de esta ciudad no quieren que a sus hijos les metan ideas». Y se quedó tan pancha y dejó a los de la ONG en un alucine colectivo.
Toma nota que no le puso calificativo a las ideas. No habló de ideas peligrosas, ni de ideas subversivas, ni de ideas extravagantes, ni de otras ideas distintas a las «nuestras»… Dijo, supuestamente en nombre de todos los padres de la ciudad, que no era partidaria de que a los niños se les metieran ideas. (Lo escribo por segunda vez para que te des cuenta de la monstruosa tontería que dijo tu concejala de derechas y del peligro que entraña tal afirmación).
Es normal, dentro de tu secular estrategia, Derecha mía, que escondas tu dominación de clase y no la reconozcas. Que la disfraces. Que las ideas dominadoras de la clase dominante se difundan como alegres spots publicitarios, como sentidas oraciones al Más Allá o como lugares comunes de una supuesta sabiduría popular. Pero, hasta ahora, nunca había escuchado la idea de no transmitir ninguna ídem como respuesta política a una propuesta de colaboración mutua. Aunque cabe pensar que la Concejala no haya estado afortunada en la expresión verbal o en el reparto divino de inteligencia. O que sea víctima de tu propia demagogia y crea que es posible vivir sin tener ni idea. Digo yo que sin idea propia se podrá vivir pero es imposible sustraerse a las que nos inocula el entorno. Para compensar tanta inoculación interesada está la idea de que existen, más allá del mercado, los derechos humanos, que no son de derechas ni de izquierdas, sino de la Humanidad. Los Derechos Humanos se esgrimen tanto frente a los abusos de poder como frente a las carencias que sitúan a muchos millones de personas en humillante y dramática desventaja para la dura tarea de vivir con dignidad humana. Tu Concejala podría beneficiarse de la aplicación de algunos de esos Derechos, notablemente el derecho a la educación y a la cultura, para salvarla del déficit ideológico que padece. Dile algo. Que se puede ser de derechas pero con ideas fruto del intercambio de argumentos y que teniendo el poder y el mercado de tu parte puedes consentir perfectamente que unas personas bienintencionadas transmitan la idea de que existen derechos asociados a la naturaleza humana. No va a cambiar la correlación de fuerzas por ello y tú camuflas mejor lo que de inhumano tiene tu dominación. Dile que ya nos hacemos a la idea de que ella prefiere un encefalograma plano, pero que a nosotros no nos basta con la vida vegetativa.