Mundo Obrero: Cuando acaba de cumplirse un mes desde que Delphi anunciara el desmantelamiento «ordenado» de su planta puertorrealeña ¿cómo están los ánimos en la plantilla?

Antonio Pina: La verdad es que la situación es difícil de sobrellevar. Combinar la actividad laboral con las movilizaciones resulta complicado. Pero es un reto diferente que, en mi opinión, está dando resultados y quizá en un futuro hasta sea digno de estudio. La estrategia de seguir trabajando en la planta ha desmontado el esquema que tenía la multinacional. Pensaban que en el momento que nos anunciaran la pérdida de algún contrato, como ha ocurrido con Ford, íbamos a montar en cólera, pararlo todo y, a partir de ese momento, provocar que el resto de clientes buscara otras alternativas a Puerto Real. No ha sido así y seguimos resistiendo, moviendo cielo y tierra para alcanzar una solución.

M.O.: ¿Cuáles son los escenarios que se vislumbran actualmente?

A. P.: Aquí no queremos llevar a la gente a engaño. Lo que tenemos encima de la mesa es el cierre de la factoría y eso no se le debe escapar a nadie. Hay que recordar que esta compañía acaba de salir de un proceso en EEUU donde de las 29 empresas que tenía se ha deshecho de 21, lo que supone una reducción aproximada de 35.000 puestos de trabajo. Y me da la impresión que nuestro caso es el tubo de ensayo para hacer lo mismo en el resto de Europa. Por tanto, el problema es realmente complejo. Todo apunta a que la salida al conflicto va a ser finalmente política, aunque nosotros no descartamos nada, ni siquiera la posibilidad de que Delphi rebobinase sobre los hechos y diera marcha atrás en sus planes. Nuestro único objetivo claro es la continuidad de la actividad industrial y mantener el máximo número de empleos posibles, pues son 4.000 familias las que dependen de nosotros, directa o indirectamente.

M.O.: ¿A usted cuál es la opción que más le convence?

A. P.: Insisto en que a nosotros nos da igual seguir fabricando con el nombre de Delphi o con cualquier otro. Aunque en el plano personal, sí me gustaría que fuera otra empresa la que se hiciera cargo de la producción, pues está claro que si Delphi se quedara las relaciones ya no serían las mismas. Después de haber hecho esta barbaridad con todos sus trabajadores, difícil vía de diálogo podemos tener con estos energúmenos. No hay que olvidar que nos encontramos ante una multicriminal, que ha practicado un terrorismo industrial descarado.

M.O.: Si recordamos las reconversiones navales que ha sufrido la Bahía de Cádiz en los últimos años, observamos que todas han terminado con reajustes de plantilla y prejubilaciones, tratándose además de una empresa estatal como era Astilleros. ¿Desde una posición pragmática habéis llegado a contemplar ese horizonte?

A. P.: Tú mismo lo has dicho, son situaciones distintas. Mientras Astilleros era público y deficitario, Delphi es una empresa privada que hasta ayer estaba ganando dinero y que encima no te avisa de que va a hacer una reconversión sino un cierre. Ahora mismo sólo pensamos en seguir con la actividad. El escenario que tú me planteas no lo hemos dibujado aún, pero llegado el momento habrá que analizar en profundidad el tema de las prejubilaciones o las bajas incentivadas. En cualquier caso, nuestra apuesta es y será siempre por el desarrollo y la instalación de la industria en nuestra provincia.

M.O.: Después de un tiempo en el que vuestras protestas se han distinguido por su carácter pacífico, parece que estáis dispuestos a iniciar una nueva fase marcada por el endurecimiento de las medidas…

A. P.: Nosotros nos hemos armado de paciencia y mantenido reuniones con todas las partes para tratar de resolver el problema, sin suerte hasta el día de hoy. Es evidente que la culpable de esta situación es Delphi, pero poco podemos hacer cuando ya ha dicho por activa y por pasiva que cierra y se va. De ahí que todas nuestras miradas y críticas se centren ahora en la Junta de Andalucía, que es también responsable. Pedimos disculpas a la ciudadanía ante los hechos que van a ocurrir en las próximas semanas, pero no nos queda otra alternativa. El trabajador no se tira a la calle porque le gusta incordiar a nadie, sino porque necesita un salario para sostener a su familia.

M.O.: En vista del apoyo que estáis recibiendo desde todos los sectores sociales de la población, ¿barajáis la posibilidad de convocar una huelga general?

A. P.: Sí, es una propuesta que está ahí. En el calendario de movilizaciones cabe todo. Hemos empezado suavemente y, a medida que pasen los días, iremos incrementando la lucha. Primero con cortes de carretera; luego con otra gran manifestación, que tenemos prevista a finales de marzo o principios de abril; y es probable que estas acciones desemboquen en una huelga general en la Bahía de Cádiz.

M.O.: ¿Cómo valora el papel que están desempeñando hasta ahora Junta de Andalucía y Gobierno central en esta crisis?

A. P.: Hay que reconocer que tras el anuncio de cierre se han movido rápido, si lo comparamos con otros casos similares sucedidos en el país. Ahora bien, desconocemos si han actuado así porque tenían constancia de lo que iba a pasar. Imagino que el tiempo quitará y dará razones. Si al final se demuestra que estaban al tanto, me parece mal. Y si no lo sabían, peor todavía, porque las administraciones públicas tienen que enterarse de las previsiones de las multinacionales a las que dan subvenciones con tanto gusto.

M.O.: ¿Confía en la labor de revisión que está haciendo la Junta de las cuentas de la empresa y en las acciones judiciales que puedan derivarse?

A. P.: Nuestra esperanza es que el asunto no llegue a los tribunales porque entonces se podrían alargar mucho lo que son los periodos. Mantener al personal en una situación desocupada y pendiente de lo que decida un juez es complicado. Hay que intentar agotar todos los cartuchos posibles antes de llegar a la vía administrativa o judicial.

M.O.: La proximidad de las elecciones municipales ¿supone una ventaja para vuestra lucha o, por el contrario, se trata de un inconveniente ante el riesgo de ser utilizados políticamente?

A. P.: Para nosotros es una ventaja. Y es que si no hay una respuesta tranquilizadora encima de la mesa en breve, podemos incordiar muchísimo a los políticos. De todos modos, lo que tengan que hacer se hará de forma soterrada, para no espantar posibles acuerdos o clientes con los que estén negociando.

M.O.: La unidad de los trabajadores es una de las claves fundamentales para librar con éxito esta batalla. Sin embargo, el colectivo de eventuales ha criticado al comité de empresa, al que acusa de no representarlos. ¿Qué tiene que decir al respecto?

A. P.: La posición del comité es la de sumar y no restar y así se lo hemos hecho saber a los eventuales. Cuando nosotros decimos que el conflicto de Delphi afecta a 4.000 familias, ahí están por supuesto incluidos también ellos. Pero eso no significa que aquí haya nadie especial. El calor tiene que ser para todo el mundo por igual. A mí tanto me importa el compañero eventual que el de la empresa auxiliar. Entiendo que habrá momentos determinados en que la gente crea que no se le atiende como se merece realmente, pero el problema es global y estoy convencido de que los trabajadores eventuales van a estar con nosotros hasta el final.

M.O.: Dejando a un lado el indiscutible drama laboral que estáis viviendo ¿qué lecciones positivas destacaría de esta experiencia desde el punto de vista de la organización sindical y de la lucha de clase?

A. P.: Es prematuro hacer el análisis que me pides. Lo que sí es cierto es que la sociedad gaditana nos ha dado una gran lección de solidaridad, respaldándonos en estos momentos tan crudos y angustiosos para nosotros. Se está poniendo de manifiesto que cuando la gente se une cuesta más trabajo que este capitalismo funcione de la manera actual. Creo que hay que buscar el consumo equilibrado y saber cómo, cuándo y quién fabrica. No hay derecho a la forma de producir que hay establecida hoy en muchos países, donde no se respeta absolutamente nada. Los ciudadanos tenemos que aprender esta enseñanza y ser consciente de que cuando uno va a las grandes superficies a comprar no vale el más bueno, el más bonito y el más barato. Hay que pelear por el comercio justo porque esta sociedad puede ser distinta a la que realmente conocemos. Asumir esto debe ser un reto, por lo menos para la gente de izquierdas, ya que no es posible seguir viviendo al ritmo que lo estamos haciendo. Y en esto tiene gran parte de culpa los políticos que quitamos o ponemos a la hora de soltar el voto.

* Periodista