Cualquier mujer, por el mero hecho de haber nacido mujer, puede vivir una relación de maltrato. La violencia explícita sólo se ejerce cuando las agresiones más sutiles son insuficientes para conseguir que la mujer satisfaga todas y cada una de las necesidades del hombre que, para conseguir este objetivo, debe anularla por completo. Las agresiones físicas, de producirse, no se realizan al principio de la relación, antes hay un lento, silencioso y continuado proceso de maltrato psicológico.

La violencia machista no la protagonizan hombres enfermos, agresivos en cualquier ámbito de su vida, ni la sufren mujeres masoquistas. Nos hallamos ante hombres y mujeres que han aprendido, desde casi el mismo momento de nacer, que para ser valorado socialmente como un «verdadero hombre» tiene que mostrarse dominante, llevar las riendas de la relación y resolver con violencia los conflictos y que, para que ser una «buena mujer», habrá de ser «muy femenina»; es decir, deberá realizarse a través de la maternidad y la familia, sacrificarse para mantener la armonía, la paz conyugal.

¿Qué le hace a una mujer maltratada actuar en contra de sí misma?

¿Qué explica el daño que se infringe? Desde muy pequeñas a las mujeres se les pide que sean dulces, obedientes, dependientes, complacientes, pasivas… castigándose en ellas conductas egoístas, agresivas, o independientes.

Conductas, por el contrario, muy valoradas en los hombres. Para recibir un beso, un abrazo, cualquier premio, previamente tiene que haber sido «buena». Las mujeres se hacen adultas sin haber aprendido a ser autónomas, sobre todo emocionalmente.

Crecen con un modelo de «amor romántico» en la cabeza. Interiorizan mensajes como «hay que sacrificarse por quien amas», «debes perdonar todo por amor», «el verdadero amor supone sufrimiento»… Y así buscan su «príncipe azul», ese hombre que en la primera fase de la relación amorosa se comportará de forma seductora, amable y caballerosa, pero que a medida que vaya avanzando la relación, normalmente cuando se inicia la convivencia, irá deshaciéndose de la piel de cordero que ocultaba al lobo.

Cuando esto sucede, las mujeres maltratadas distorsionan la realidad, le quitan importancia a lo sucedido -les han educado y socializado para ello- y, en consecuencia, su «amado maltratador» interpretará que le están dando permiso para repetir el abuso, al no establecer ningún límite a su comportamiento.

Cuando algo falla, las mujeres que sufren el maltrato, piensan que es culpa suya. Si atisban una idea de rebeldía con lo que les está sucediendo, inmediatamente imaginan que van a perder el afecto de quien más las ama y se preocupa de ellas. Sucede que llegan a convencerlas de que no podrían sobrevivir emocionalmente si él las abandonase. Y es que en este sistema nadie enseña a las mujeres a reivindicar su derecho a ser respetadas, a ser bien tratadas, y a vivir libremente.

Llegan a dar por válida una relación agresiva, porque «su salvador» habrá creado un clima de confusión, oscilando entre las conductas amorosas y las insoportablemente violentas. «Te amo, te necesito, no puedo vivir sin ti, si me dejas me mato» Y así, con el corazón roto y la mente neutralizada pierden la autoestima. A las mujeres se las programa psicológicamente para aceptar el maltrato, y los estragos que éste ocasiona en su salud y en las vidas de algunas de ellas, hace cobrar vida a los calificativos de «inestables», «histéricas», «depresivas»…

El maltrato físico llegará cuando el maltratador perciba que puede perder el derecho o el poder que cree tener sobre la mujer, recurriendo a la violencia más burda para recuperarlo. El feminicidio es el último eslabón en la cadena de la violencia machista y, normalmente, tiene lugar cuando la mujer decide liberarse de su infierno particular y emprender el arriesgado camino de la independencia.

Cuando una mujer maltratada «perdona» al agresor, está influyendo en ella la dependencia emocional y/o económica vivida desde siempre, la cual provoca que vuelva con quien cercena su vida ¿Os atrevéis a juzgarla?

Las mujeres son asesinadas de una forma excesivamente violenta. ¡Ha se ser ejemplarizante! Como objeto de agresión, las mujeres son un instrumento de control social. Las convierten en seres débiles y temerosos, de este modo, las convencen de que solas corren peligro, que sólo en casa estarán a salvo. El espacio público que lentamente y con mucha dificultad van conquistando, se reduce con el mensaje de terror que dejan los cuerpos de las mujeres brutalmente asesinadas.

Existe una baja repercusión social del escandaloso maltrato hacia las mujeres. Los medios de comunicación se regodean en los casos más graves y llamativos, tratando morbosa y nocivamente esta ultrajante injusticia social.

¡Denuncia! se le dice a la mujer maltratada, pero ésta ha de saber que la valiente y acertada decisión -no la de denunciar, sino la de comenzar su proceso de emancipación, de empoderamiento- puede costarle la vida, porque la desprotección por parte del Estado, y por parte de la sociedad en su conjunto, hacia las víctimas que denuncian este delito es vergonzantemente ignominiosa.

Por último, concluir diciendo que, la violencia cotidiana y estructural que se ejerce sobre las mujeres no se produce exclusivamente en el ámbito privado. En el espacio público también soportan agresiones psíquicas, físicas y/o sexuales. Resulta especialmente insoportable la que habitualmente ejercen los medios de comunicación, al presentarlas como meros objetos sexuales, y todas estas formas de violencia -privadas o públicas- hunden sus raíces en un modelo de educación sexista alejado del laicismo, las religiones, las discriminaciones en el acceso, ejercicio y salida del mercado laboral, la desigual distribución de las rentas y de los roles y tareas, la reproducción mecánica de frases, ideas y comentarios machistas…

Esta global, planificada y estructural violencia del sistema contra las mujeres, genera unas gravísimas consecuencias en su autoestima, su salud y sus vidas; por ello, deberán afrontar colectivamente la lucha contra las estructuras a desmantelar: el capitalismo y el patriarcado.

* Miembro de la Comisión Permanente de la Secretaría Federal de la Mujer del PCE