Tengo un problema que me ha perseguido toda la vida. Desconozco por qué extraña razón, pero desde niño, cada vez que pasaba por delante de un cuartel de la Guardia Civil, al ver el letrero que preside la puerta de entrada, en vez del escrito, Todo por la Patria, mi mente me jugaba una mala pasada y leía, Todo por la Pasta…
El concepto de patria siempre se me ha presentado como algo que pertenecía al mundo de las verdades absolutas, como el dogma de la Santísima Trinidad o que Jesucristo fuese concebido a través de la oreja de la Virgen María – ¡Gran pornógrafo San Abelardo, hay que reconocerlo! – .
Claro está que si yo hubiese nacido en otro país, en Cuba o Venezuela por poner un ejemplo, la cosa sería distinta. Allí el concepto de patria es algo tangible. Significa educación y necesidades básicas cubiertas; significa independencia -primero de la metrópoli y ahora del Imperio del dólar-; significa dignidad y respeto al ser humano. Allí la palabra patria también se dice Internacionalismo, porque la patria se encuentra allí donde haya alguien que sufra.
Pero siendo poseedor de un pasaporte español, de esos que te elevan, por pertenecer al mundo rico, sobre el resto de los mortales y te permite, al no ser sospechoso por ser europeo, pasar las fronteras como si estuvieras en la caja rápida de un supermercado mientras a tu lado, los habitantes del resto del mundo son sometidos a cacheos e interrogatorios, a visados y menosprecios, ¿qué significado tiene para mi la patria, aparte de la vergüenza?.
¿Será mi patria el toro de Osborne, con sus grandes testículos ondeando al aire, símbolo militar y machista? ¿Será la banderita tu eres roja, banderita tu eres gualda, recuerdo del cruel golpe de Estado y posterior dictadura? ¿La semana Santa, los belenes y romerías? ¿Los Reyes Católicos, esos grandes genocidas que forjaron la unidad de España a golpe de sable y mamporro? ¿Cómo aceptar la fecha del 12 de Octubre como algo diferente a la conmemoración del exterminio y colonización de los pueblos indígenas de América y el Caribe? ¿Será patriótico pues el tráfico de esclavos gracias al cual se ha formado el crisol de razas en el llamado Nuevo Mundo? ¿Los jóvenes y no tan jóvenes, ahora rebautizados como neo-nazis, cuando en español siempre han sido nazis, fascistas o falangistas -lo cual viene a ser lo mismo- que claman por ¡España,Paña, Paña!…? ¿El Rey y sus arrebatos alcohólicos?
Como ven, un auténtico lío esto de la patria y más aún, la española. Menos mal que gracias a la Cumbre Iberoamericana, el presidente ha conseguido borrar de un plumazo lo que ya se estaba convirtiendo en una obsesión casi traumática. No era un problema mío el que tengo con los letreros de los cuarteles de la Guardia Civil, ni algo parecido a la dislexia lo que me sucedía, sino una realidad del futuro que a mí, de alguna manera, se me anticipaba.
Decía el cantor: «Dicen que mi patria es un fusil y una bandera…». Pero no. Ahora ya se qué es lo que tanto se han empeñado en enseñarme y nunca había entendido. La patria es Aznar, pero sobre todo Repsol, Telefónica, Iberdrola, Iberia, Unión Fenosa o el Banco Bilbao Vizcaya…
Mi patria es el saqueo y el expolio. Y yo, como patriota, a decir del gobierno, los medios de comunicación y gran parte de la opinión pública, debería defenderlos.
Al fin alguien lo ha explicado con claridad, lo cual es de agradecer. La patria, nuestra patria, es el dinero…