La porca miseria de los tiempos actuales encuentra un reflejo fidedigno en la música y los que se aúpan a la categoría de ídolos con pies de barro amparándose en una industria, la discográfica, levantada sobre el axioma del beneficio y no del oficio. Los últimos fenómenos mediáticos así lo corroboran: la enésima edición de Operación Triunfo en Tele 5; la estupidez de relanzar el Festival de Eurovisión utilizando mensajes de móviles en TVE para, finalmente, seleccionar a un esperpento cualquiera; las galas de variedades en canales menores al estilo José Luis Moreno, por ejemplo en la televisión autonómica de Castilla-La Mancha, etc.
Sin embargo, sí hay un programa musical televisivo que merece la pena ver. Es en La 2 de TVE: No disparen al pianista. Es bueno porque es fresco, dinámico, abierto a todos los estilos y, sobre todo, porque nos revela la cara y cruz de cada artista o grupo en base a dos apartados: las entrevistas y las actuaciones en riguroso directo. Empiezo por lo último. Las actuaciones, totalmente en vivo, sin aparataje luminotécnico y de sonido espectacular, retratan a los músicos. Ahí es donde se comprueba la calidad en el manejo de los instrumentos, la voz sin adulterar por los ingenieros de sonido tras las mesas de los estudios de grabación y el saber estar sobre un escenario. Y les digo: el resultado es, en la mayoría de los casos, deprimente: voces planas, homogéneas, sin matices, sin gancho, sin personalidad. En definitiva, uniformidad. Ejemplos: Hombres G, Los Ronaldos -en el programa de su nueva despedida-. Caso opuesto: Amaral, lo más digno del panorama pop español de los últimos años.
Cuando se sientan en torno a la presentadora -por cierto, un notable alto para ella-, descubrimos cómo piensan y cómo se expresan cuando les toca hablar de algo que no sea música. Ahí denotan otra vez una pobreza cultural en sentido amplio, lo que se traduce en un magro manejo de vocabulario, incomodidad en la explicación incluso de su propuesta sonora.
Mejor no tocar nada relacionado con literatura, cine, artes plásticas y mucho menos defender una opinión sólida que ataña a una cuestión sociopolítica. Hay mucho de pose y muy poco de fondo.
Irreductibles tipo Loquillo; músicos con la vena callejera a flor de piel como Rosendo; sensibilidad supurante como Antonio Vega; filósofos de la música como Santiago Auserón; compromiso militante como Pedro Guerra o Ismael Serrano, etc. Hablan y saben de lo que hablan, más allá de fobias y filias. Los únicos que se les emparejan son los declamadores del hip hop y el rap, estilos que estéticamente no me atraen pero justo es reconocer una rebeldía en la construcción de sus letras.
Transatlantic Sessions 3, Volume One
(Whirlan Records/ Resistencia) es un proyecto dirigido por Jerry Douglas, guitarrista, y Aly Bain, violinista, uniendo ambas orillas del océano. Un colectivo impresionante de músicos y cantantes de Estados Unidos, Irlanda y Escocia, casi la flor y nata de la música celta hermanada con el folk y country. El disco es excelso en todo: duración, número de piezas, voces invitadas, músicos… Combina los temas instrumentales con las tonadas cantadas por gente de máxima fiabilidad: Joan Osborne, Eddie Reader, Paul Brady, Julie Fowlis, Daren Matheson, etc. En la parte instrumental, la nómina no se queda atrás: Phil Cunnigham, Dónal Lunny, Sharon Shannon, etc. Disco ensamblado con pulcritud, con sinceridad, cocido en la complicidad de músicos que aman la tradición y producido para la BBC de Escocia, BBC Tour y RTE. Cuanto más lo escuchas, más gana. Obra imprescindible.
Esperanza Fernández es una de las mejores voces flamencas femeninas a fecha de hoy, tanto en formato discográfico como sobre el escenario. Su nuevo disco, Recuerdos (Discmedi), aglutina palos en los que se desenvuelve con soltura (fandangos, tangos, bulerías, farruca), coquetea con la copla aflamencada y demuestra su poderío en los cantes jondos (soleá y seguiriya). Su puesta en escena está cuidadísima, acabando sus espectáculos con el tema que cierra el disco, Gelem-Gelem, el himno de los gitanos en versión romanó, con el acompañamiento de David Peña Dorantes al piano. Ha corregido la tendencia a chillar cuando el cante requiere llevar la voz al máximo y ahora debería darle más pellizco a los cantes festeros. Insisto, es una voz básica del flamenco actual.
M Clan editan Memorias de un espantapájaros (Dro). Los murcianos, liderados por el vocalista Carlos Tarque, tienen el mérito de llevar muchos años en la carretera con un estilo nada fácil. Cierto es que han triunfado popularmente con temas muy flojos, pegadizos en el estribillo y nada más. Abandonaron la senda sobria de sus dos primeros discos y el éxito les llevó a las radiofórmulas. Pero donde hay siempre queda algo. Y el grupo lo demuestra en este nuevo trabajo, muy bueno en todos sus ángulos. Las letras de Tarque vuelven por sus fueros, las melodías huyen del soniquete facilón y esa manera de hacer hispano el sonido folk rock norteamericano, con reminiscencias de blues y algún desliz country obtiene un destilado muy apetecible. Enhorabuena por el disco.