Querida, no quiero ser cruel (al menos no tanto como tú), pero lo de la Unidad de España que tanto proclamas y dices defender parece un chiste malo si la relacionas con la desunión de tu partido favorito, o sea, con la OPA agresiva que se ha montado en el PP. Que te hagas un ERE casi sin reconocerlo es algo que está en tus genes, como lo de insultar a tus proclamados enemigos. ¡Y con qué facilidad adjudicas la enemistad, incluso a los propios! Yo de esto también tengo experiencia porque en mi familia, al menor descuido, te tildaban de titista o de prosoviético o de zorrokotroko y te daban un disgusto. Y esa imagen cainita ha contribuido también a que no nos tomen en serio salvo cuando os ponéis demasiado feroces, que entonces siempre nos toca salir a la calle, al monte o al extranjero. A ver si os va a pasar lo mismo (quiero decir, en lo tocante a que no os tomen en serio por demasiado gritones, que la gente ya se ha refinado mucho y desde que debemos el adosado no nos queremos acordar de cuando nos peleábamos en la corrala).

Ya supongo que no hay que confundir tu disciplinada carne de cañón, los hooligans mononeurona, que se manifestaban llamando ladrón (¡impresionante!) a Rajoy, con los analistas que, fríamente y sin dejar de ganar pasta ni por un momento, han lanzado la operación de acoso y derribo, pero deberás reconocer que, con esta algarabía, se te han aireado los bajos fondos dejando escapar un cuezco casposo de cubata de garrafón.

Tan increíble me parecía que aplicaras a los tuyos la misma baba verde que aplicas a nuestra derecha rosada gobernante, la que será capaz con su abstención de que nos atéis al puesto de trabajo sesenta y cinco horas semanales, que inmediatamente pensé en que se os habían crecido los enanos de vuestro circo vocinglero. Luego comprendí que no. Vuestra gente es como es pero vosotros, los que os ponéis al frente del cotarro de las causas sagradas, excluyentes e intolerantes, sois aún peores porque utilizáis la fe del carbonero aliada a vuestro calculadora mente financiera.

No me creo vuestra crisis porque, por mucho alboroto que se levante, lo tenéis atado y bien atado, digo, a vuestro «traidor» Mariano (¡qué desperdicio de palabras mal usadas!). Comprendo que no os guste que quiera imitar a Zapatero en lo del talante porque D. José Luis, además de resultar más simpático, no se está portando mal para los intereses del sistema y, si os gana otra vez las elecciones, nos llevará con muy buenas palabras a la pérdida absoluta de lo público, a las sesenta y cinco horas semanales y a lo que haga falta porque lo decida Europa (¿Cuál? ¿La de los pueblos? ¿La de las urbanizaciones? ¿La del Capital, por ventura o por joint venture?). Vosotros iríais, naturalmente, por las montañas nevadas. Pero, claro, no os basta con que os funcione el tinglado general, queréis meter mano directamente en el gobierno y estáis convencidos de que ese aroma cavernícola os da las señas de identidad de la España Eterna. Efectivamente, así es en cuanto a la identidad, pero es una identidad que se da de tortas con vuestros propios intereses económicos. La plusvalía tiene que ver poco con la moralina y con las esencias ancestrales y si conviene adornar el beneficio de unos pocos con los rituales para muchos, quedarse en el boato de la misa sin llegar a vuestro dios es como creerse las simplezas seudo trascendentales que se reparten para consumo del populacho y aplicárselas en propia carne.

Así no hay forma de organizarse. Vosotros a ser finos y elegantes. Dejadnos a los demás las exaltaciones de ánimos, sudar la camiseta, sentir los colores… (Yo, por ejemplo, cada vez que oigo hablar de la «furia roja» es que me pongo), las consignas generales (no veas cómo admiro al que creó ese mensaje de unidad de destino en lo universal con tres palabras y dos gritos como es el «A por ellos, oé, oé»). Vosotros a las cifras: ¿cuánto invertimos? ¿cuánto ganamos?. Que Aznar ganó cuando iba de centrista de pelo en pecho y se perdió por las montañas nevadas… de Irak.