En el magnífico cuento titulado Los teólogos, Borges relata la fascinante historia de dos personajes enfrentados en su afán de anatemizar herejías: Aureliano y Juan de Panonia. El segundo de ellos murió en la hoguera condenado por las mismas razones que unos años antes le valieron el reconocimiento general y denunciado por su ruin competidor. Aureliano murió perseguido por la culpa de la misma manera que aquel al que inculpó. Dice Borges que el final de la historia solo puede ser referido en forma de metáforas ya que pasa en el reino de los cielos, donde no hay tiempo. En ese lugar y de ese modo la historia relata que Aureliano comprendió que para la insondable divinidad él y Juan de Panonia (el ortodoxo y el hereje, el aborrecedor y el aborrecido, el acusador y la víctima) formaban una sola persona.
Si dejáramos de mirarnos a nosotros mismos por un momento y nos atreviéramos a mirar a la cara de la sociedad de izquierdas que queremos representar, comprenderemos la vacuidad de muchas de nuestras discusiones. Nuestra gente, el «nosotros» exterior a la organización en el que nos reconocemos, no pretende descubrir en nuestros debates los arcanos de nuestras diatribas. En realidad estas no le preocupan mucho. Quieren respuestas a sus preguntas y desean saber si estamos en condiciones de ofrecérselas o deben buscar en otro lado.
Deberíamos haber aprendido que la representación política de nuestro espacio no descansa en ningún hecho natural, sino en la capacidad que hemos tenido de ocupar el espacio de la izquierda alternativa. Cuando fruto de errores, desacuerdos, despistes y deficiente gestión de la pluralidad interna, hemos comenzado a ofrecer confusión y ruido, la gente, nuestra gente de izquierdas se ha aburrido de nosotros y nos ha dado la espalda.
Para recuperar lo perdido, pero también para ganar nuevos espacios tenemos una oportunidad. No será un camino fácil pero, en buena medida, depende de nosotros/as mismos/as, de nuestra inteligencia, de nuestra sagacidad y de nuestra capacidad de volcarnos en lo fundamental.
En primer lugar, la crisis económica ha mostrado con toda su crudeza la realidad de un capitalismo desbocado y sin límites. La lógica neoliberal ha sido el discurso dominante abrazado no solo por la derecha de todos los pelajes, sino interiorizado por una buena parte de las opciones reformistas al uso. La Tercera Vía de Tony Blair fue precisamente eso, la renuncia vergonzante de la izquierda socialdemócrata a sus señas de identidad más características, y fue también la expresión del repliegue ideológico del reformismo frente a las tesis del pensamiento único. Ahora se ha abierto un espacio con varias dimensiones de conflicto y en todas ellas debemos participar si queremos (y podemos hacerlo) recuperar nuestro espacio.
En primer lugar, la impugnación global del sistema. Probablemente nadie más que nosotros podamos decir con legitimidad que este sistema es un camino seguro hacia la autodestrucción y la barbarie. La lucha por el sentido común, esto es, por el modo en que se puede explicar lo sucedido, es un momento importante para construir hegemonía, especialmente entre los sectores populares en sentido extenso. En segundo lugar, ofrecer propuestas solventes y claramente de izquierdas cuyo impacto implicara, en la práctica, una modificación sustancial de la política económica. Esto es sustancial, que las gentes de izquierdas sepan qué proponemos y que la credibilidad de estas propuestas esté fuera de toda duda. En tercer lugar, es una oportunidad organizativa, es decir, un momento para la recuperación de la movilización social de izquierdas sin cuya vitalidad nuestro proyecto se marchita.
Pero la oportunidad del momento viene dada, también, por el hecho de que los debates preparatorios para la IX Asamblea Federal de IU han puesto de relieve la vitalidad de las organizaciones de base de IU. Es conveniente, no obstante, hacer dos observaciones que complementen esta observación: la primera es que esta vitalidad es declamada en muchos lugares como una última oportunidad. El cansancio y el agotamiento por años de desgaste, de conflictos reales o inducidos, de una sensación de bronca constante, han malgastado las energías internas en pugnas que son percibidas como de aparato y sin mucho sentido. La segunda observación, hace referencia a la geografía de la organización y es que IU es hoy en buena medida una fuerza política presente alrededor de las estructuras institucionales municipales.
Nuestra lectura de estos meses de Asambleas dice que el conjunto de IU quiere, básicamente, dos cosas: que IU no se rompa y se mantenga como una opción claramente referenciada respecto a la izquierda alternativa y dos, que en esta Asamblea pase algo. Que se emita una señal inequívoca de que nos aprestamos a introducir cambios significativos en nuestro quehacer, en nuestras propuestas y nuestra visibilización pública. Desde IU abierta estamos seguros de que la Asamblea no defraudará ese mensaje.
Pensamos que está razonablemente conjurado el primer riesgo: la implosión del proyecto. Pero para que este acuerdo de entendimiento esté fundamentado en bases reales y no sea, una vez más, el fruto de acuerdos cupulares o la sustitución edulcorada de conflictos políticos reales, necesitamos darnos el tiempo de preparar a Izquierda Unida para su auténtico desafío: abrir a la izquierda social y política realmente existente este proyecto. Y hacerlo con convicción, con decisión y con una voluntad política de integrar, de sumar y de escuchar. Y tendremos que estar preparados/as para escuchar cosas que ahora ni nos imaginamos. Por eso, si esta convocatoria a la izquierda social y política es de verdad, esto es, se hace con vocación de sumar, integrar y sintetizar, requerimos del cumplimiento de dos condiciones: la primera, convenir en que no podemos predeterminar el resultado del proceso antes de que este empiece y por eso esta no es la Asamblea para dirimir cuestiones identitarias ni ideológicas. Y en segundo lugar, asumir que nuestros problemas hoy no pueden seguir resolviéndose con la pluralidad que hoy habita dentro de Izquierda Unida. La renovación que necesitamos no puede venir solamente del necesario relevo dentro de lo que hoy somos.
Debemos aspirar a ser mucho más ambiciosos/as: la renovación debe ser profunda en cuadros, en ideas, en propuestas y en formas de acción política y de representación de la misma. Si queremos ilusionar a nuestro espacio social y electoral, en realidad si queremos comenzar por recuperar la ilusión de todos y todas, debemos creernos que una buena parte de las respuestas ya no están dentro sino fuera y que esa Convocatoria a la izquierda social y política es un medio para ese fin. Por eso, esta Asamblea es tan importante, pero por eso también, debemos seleccionar con cuidado los objetivos que precisamos cumplir.
Es evidente que hay un reconocimiento implícito en esta apuesta por la convocatoria a la izquierda real de nuestro país: IU debe pasar a otra etapa. Los elementos que estuvieron en el origen de este proyecto han agotado sus capacidades de impulso y, en el camino, IU ha perdido la capacidad para representar en plenitud el espacio de la izquierda transformadora.
Reinventarse, refundarse, abrir un proceso constituyente, de maneras diversas estamos enunciando una misma necesidad. Bien, nombrar de parecida manera lo que queremos hacer puede facilitar recuperar puentes, acuerdos, consensos y hacerlo con la voluntad de compartir lo esencial: una propuesta política y programática de izquierda alternativa, autónoma, independiente y transgresora.
En adelante IU debe ser tan capaz de incidir con su acción política y sus propuestas, como de generar disidencia, esto es, espacios de crítica y de alternativa a lo existente. No queremos ser la izquierda «políticamente correcta» a la izquierda de la socialdemocracia. Queremos ser la izquierda en la que se reconocen todos y todas aquellos/as que pretenden y sueñan con otro mundo posible.
* Director de la Fundación por la Europa de los Ciudadanos (FEC)