IU nació el 27 de abril de 1986 al calor de las movilizaciones de la OTAN y como una necesidad objetiva y subjetiva de la lucha de clases en nuestro país ante la frustración política y social que el Gobierno de PSOE generó con su alineación militarista al lado de EEUU que se expresó en el fraudulento referéndum que nos incorporó a la OTAN. Este hecho constituía la otra cara de la moneda del proceso de integración capitalista de nuestra economía en lo que sería la futura UE -muchos ya hablábamos de la Europa de los «mercaderes»-, que comportó la destrucción productiva de nuestra economía con gravísimas secuelas para la clase trabajadora, que vio poner en marcha de la mano del Gobierno de Felipe González medidas antisociales que dieron lugar a distintas movilizaciones, desembocando en la HG del 86 convocada por CC.OO. contra la reforma de la Seguridad Social y en la del 14 D del 88 convocada por CC.OO. y UGT contra el Plan de Empleo Juvenil, que paralizó el país.
La fractura en la base social que dio el triunfo al PSOE en el 82 se expresó políticamente en el desarrollo de IU que manifestaba la voluntad de articular un espacio de convergencia de la izquierda política y social en torno a un programa de defendía un modelo social alternativo al del capitalismo neoliberal y a sus formas de hacer política.
Hoy, 22 años más tarde, con un mundo muy diferente al de entonces, desaparecidos los vestigios del socialismo en Europa, con la hegemonía del capitalismo globalizado y los valores conservadores, el propio sistema se derrumba desde los cimientos de su estructura.
Han reventado sus propias leyes en su afán de lucro, se han instalado en la economía especulativa en vez de la real demostrando que la búsqueda del bienestar individual o del máximo beneficio carece de la mano invisible que lo transforme en bienestar colectivo. Han violado sus reglas del juego, las del dejar hacer al mercado, acudiendo a salvar con dinero público a quienes han sido los hacedores de esta crisis, el capital financiero e inmobiliario, mientras miles de trabajadores van al paro, las familias se ahogan con hipotecas impagables, dos tercios de la humanidad pasa hambre y/o muere en las guerras del imperio y nos situamos al borde del infarto planetario.
Que este sistema es egoísta e inhumano y sirve a una minoría de privilegiados es algo que empieza a ser percibido ampliamente, y es que esta crisis demuestra fehacientemente que el capitalismo es incapaz de dar solución a los problemas de la clase trabajadora, de los pueblos del mundo y del Planeta.
En este contexto de crisis aguda del capitalismo es impensable reconstruir Izquierda Unida obviando el dilema capitalismo/socialismo, que es lo que ésta pone en primer plano. Decíamos en la campaña de las Primarias que «La izquierda o es anticapitalista o no es izquierda». Para nosotros, refundar IU es reconstruir una fuerza política alternativa de izquierdas con un programa claramente anticapitalista y con el objetivo de construir una sociedad socialista en el siglo XXI. Un programa como seña de identidad de IU, que exprese la alianza entre las tradiciones del movimiento obrero a las que reconocemos su centralidad junto con los nuevos sujetos emancipatorios: la alianza roja, verde, violeta y blanca, y que nos permita introducir rasgos socialistas en la organización social y económica de la sociedad.
La propuesta política del documento de «Los/las 100 firmantes» es la que mejor responde los problemas que hoy padecen el conjunto de trabajadores y trabajadoras y los sectores populares señalando sus alternativas en la denuncia del neoliberalismo y en un análisis de la crisis que ya anticipamos en el momento de redactar el documento; porque planteamos la necesidad de una salida democrática a la misma situando en el alma de la política los problemas de la clase trabajadora, del trabajo y los derechos sociales, de la planificación democrática de la economía, de las nacionalizaciones y el papel de lo público como un instrumento de justicia social, de la sostenibilidad, la igualdad y la solidaridad, y porque sitúa -clara y nítidamente- que frente a la crisis del capitalismo y sus intentos de refundación no cabe más alternativa que el socialismo, lo cual nos obliga a trabajar desde la movilización social y desde la más amplia democracia participativa.
Por todo ello, es necesario recuperar IU como Movimiento Político y Social (MPyS), plural y participativo, que base su fuerza en la movilización y en su unidad de acción y que articule la más amplia convergencia de la izquierda política y social que hoy se opone a las políticas neoliberales. Desde estos supuestos queremos construir una fuerza capaz de romper con las políticas neoliberales y con unas formas y modos de hacer política oligárquicos y al servicio de los grandes poderes económicos y mediáticos. Esto significa elaboración de un Programa anticapitalista, Estado federal y construcción de la III República.
En lo interno nos exige una profunda regeneración del proyecto, recuperando el protagonismo de las organizaciones de base, que haga de la pluralidad ideológica, de la democracia participativa, de la igualdad, de la elaboración programática, del consenso y la unidad de acción, señas de identidad e instrumento para la transformación social. Y que asegure que la actuación institucional está al servicio del programa y de la movilización social, sin subordinaciones ni hipotecas.
Nuestro objetivo es claro: dar la palabra y la decisión a los afiliados y afiliadas, convirtiéndolos en los protagonistas de nuestra organización, creando mecanismos reales de participación y de elaboración colectiva.
La IX Asamblea de IU no debe tratar de cerrar un Programa político. Lo necesario y urgente es definir los ejes políticos programáticos fundamentales que reflejan la identidad de IU y que permitirán que nos reconozcamos en ellos y que los y las trabajadoras, los sectores populares que aspiramos a representar y los movimientos sociales progresistas nos reconozcan en ellos.
Por ello planteamos una asamblea en dos fases. Una primera, donde fijemos los rasgos definitorios de IU, sus señas de identidad programáticas y principios políticos y organizativos y que nos ponga en condiciones de lanzar una amplia Convocatoria Social en una segunda fase para debatir un programa político con cuantos movimientos sociales y fuerzas políticas podamos coincidir desde nuestros rasgos definitorios y que nos permita la reconstrucción de un fuerte MPyS en torno a una alternativa de izquierdas.
Hablar del futuro necesita, exige, hablar del pasado para compartir colectiva y críticamente nuestra historia. La Asamblea, su reglamento, no puede escamotear el debate del pasado ni dejar de recoger las opiniones que trasladarán los delegados y delegadas sobre el mismo aunque no tengamos Coordinador que nos presente un balance. Cerrar los ojos al análisis del pasado puede impedir que IU tenga futuro.
Pero, a la vez, la democracia interna obliga respetar el debate de las organizaciones, que ha girado en torno a los tres documentos que pasó el CPF. En aquel momento quienes defendieron los otros dos documentos no quisieron que el avalado por las casi 100 firmas del CPF pudiera articular el debate, impidiendo la votación en el órgano. Si la Asamblea ha de representar la síntesis que nace desde la base, deberá votar sobre cual es el documento a debatir y enmendar una vez presentados ante las delegaciones por sus ponentes. El respeto hacia la voluntad mayoritaria de la afiliación es lo que la síntesis de la Asamblea debe recoger. Y es el mandato y referencia con la que la nueva dirección que nazca el 16 de noviembre -plural, colectiva y colegiada- deberá actuar.
* Miembro del Consejo Político Federal de Izquierda Unida