“Nadie se molesta en combatir a la Mafia si la Mafia no existe”, con esta contundente e ilustrativa frase comienza la contraportada de nuestro libro, que tras años de trabajo político combatiendo al crimen organizado se ha convertido en una obra de referencia, un arma arrojadiza contra los entramados criminales y todos aquellos estamentos que los sustentan, incluidas las administraciones y gobiernos ineficaces y el sistema capitalista que les brinda el cobijo y las condiciones idóneas para su actuación y propagación.

Durante décadas uno de los mayores éxitos de la Cosa Nostra siciliana o de la Camorra napolitana ha sido la negación de su existencia. Los pocos que se atrevían a alzar su voz contra las mafias eran ignorados, tachados de alborotadores oportunistas o, en el peor de los casos, silenciados con métodos expeditivos. De forma similar en nuestro caso, cada vez que denunciábamos en sede parlamentaria o a través de los medios de comunicación la actividad mafiosa y criminal nos llovían críticas acusándonos de alarmistas o de dañar los intereses turísticos y la imagen idílica de la Costa del Sol. Las evidencias, con las macrooperaciones contra tramas ligadas al urbanismo mafioso y la corrupción municipal, han dejado patente de qué lado estaba la razón y, tras años de denuncias en solitario y hasta doce peticiones desatendidas de disolución del Ayuntamiento de Marbella, han puesto a cada uno en su sitio.

Junto a las incontestables cifras oficiales de los archivos policiales y judiciales que no arrojan dudas: en tres años se han desarticulado 133 grupos dedicados al crimen organizado en la Costa del Sol, con un balance de 1.233 personas detenidas, la mayoría de ellos con una hoja criminal de extraordinaria violencia, pues la Costa del Sol -la Costa Nostra, en el lenguaje de la Camorra napolitana- se presta anualmente como escenario para 50 ajustes de cuentas y secuestros exprés. Y las cifras van in crescendo si abrimos el punto de mira hacia el ámbito nacional, pues se calcula que 685 grupos criminales están asentados en nuestro territorio con una composición mixta respecto a su nacionalidad de origen, llegándose a cifrar en 101 las diversas nacionalidades presentes, con una tendencia a la especialización y la complejización estructural creciente. Y en la Unión Europea, según datos de Europol, la cifra alcanza la friolera de las 4.000 organizaciones criminales operativas, que engloban a más de 40.000 delincuentes.

Pero hasta que se han producido los primeros golpes contundentes la implantación de mafias en la Costa del Sol, que comenzó al abrigo de la dictadura franquista, ha contado durante demasiados años con el beneficio del anonimato y el dejar hacer de los gobiernos de turno, que se limitaron a mirar para otro lado o, aún peor, a ponerse al servicio de las mismas mafias cuya existencia negaban.

En Costa Nostra, con un discurso cercano y sin rodeos, narramos todo el proceso por el que se va generando en la Costa del Sol una auténtica sociedad de la corrupción, con gobiernos locales conectados con el crimen organizado internacional, los paraísos fiscales y toda una industria auxiliar de la corrupción, integrada por abogados, notarios, tasadores, banqueros, economistas, registradores de la propiedad y otros profesionales y especialistas sin los que el saqueo patrimonial, el blanqueo, la escalada urbanística especulativa y el negocio criminal no hubiesen sido posibles. De esta forma, las mafias impulsan una actividad tan nociva como cruel que puede llegar a tambalear al propio Estado de Derecho, un auténtico cáncer contra el sistema democrático y el bienestar general. No en vano, según un informe1 elaborado por la agencia de inteligencia norteamericana que avanza las tendencias que marcarán el devenir del planeta en los próximos 25 años se apunta al Crimen Organizado como el fenómeno que más gravemente azotará a Europa, ámbito en el que se asegura “llegará a ostentar el control de varios estados”.

En el libro no dudamos en señalar a los culpables y desenmascarar sus responsabilidades, pues si el Ayuntamiento de Marbella no hubiera puesto su urbanismo al servicio de inversiones criminales, si la Junta de Andalucía hubiera actuado a tiempo, si algunos miembros de la Judicatura y de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado no hubieran estado a sueldo de quienes debían combatir, los tentáculos de las mafias nunca habrían podido extenderse tanto y tan profundamente por la Costa del Sol.
Costa Nostra se configura como una obra de afán divulgativo y de denuncia  que analiza las causas y objetivos, revelando sus modus operandis, radiografiando su composición. Y junto a la denuncia no faltan las propuestas, cristalizadas de forma sintética en un decálogo para combatir el Crimen Organizado, una propuesta política transformadora que hay que conquistar desde las diversas instancias de la acción política con el objetivo de cortar los tentáculos al crimen transnacional, quitar el agua que blanquea su dinero sucio y transformar el sistema económico y social imperante.

En este combate también están conectadas la esfera de lucha local y la global, con la necesidad de poner freno al negocio de las mafias. En este apartado las cifras son escandalosamente claras, por ejemplo, el 80% de las solicitudes judiciales que se tramitan desde los distintos países europeos en investigaciones patrimoniales hacia la justicia española tienen alguna conexión con Marbella, el 76% de las numerosas inversiones extranjeras en el sector inmobiliario andaluz procede de lugares considerados paraísos fiscales y en España circulan el 27% de todos los billetes de 500 euros existentes en la zona euro, los que mejor se prestan a la actividad blanqueadora. Y así llegamos al llamado Producto Criminal Bruto, que supone el 15% del comercio mundial, lo que evidencia la necesidad de eliminar los paraísos fiscales repartidos por el planeta, auténticas cloacas del sistema neoliberal que blanquean anualmente 1,5 billones de dólares provenientes del Crimen Organizado y posibilitan un fraude fiscal anual de 255.000 millones de euros, sin que ni instituciones internacionales, ni gobiernos actúen contra esa situación, dejando patente, según la expresión del activista Pascual Serrano en su artículo sobre Costa Nostra, “quiénes son los dueños del mundo”.

Unos dueños espurios a los que es preciso arrebatarles la hegemonía para devolverla a sus legítimos benefactores, la humanidad que sufre la implacabilidad del sistema capitalista y su crisis integral: económica, humanitaria, medioambiental y de valores, que requiere una transformación en el orden mundial para generar un nuevo modelo solidario en el que las mafias no tendrán cabida.