La esencia de la reforma exprés de la Constitución es establecer la «prioridad absoluta» en el pago de la deuda. La nueva redacción del artículo 135 ha incluido esa cláusula que antes no existía. El mensaje es claro: el gobierno renuncia a priori a cualquier tipo de negociación sobre los pagos, para hoy y para siempre. He aquí la esencia de la reforma. La otra parte, la del límite del déficit, es una parida. Se remite al 2020, cuando está por ver hasta que haya euro por esas fechas.

Tengo para mí que esta reforma es una derivada del 15-M porque los mercados son muy sensibles y centenares de miles de personas protestando en la calle encienden las hemorroides de esos delicados entes. Máxime cuando existe el precedente islandés y hay otros países donde se discute la legitimidad de la deuda. Más aún cuando hasta en la propia UE se ha hablado de reestructuraciones e incluso la Merkel ha insinuado quitas en algún momento. Había que mandar una señal inequívoca a los mercados y la coalición PP-PSOE lo ha hecho atándose aún más las manos; los que tienen la deuda serán los primeros en cobrar, pase lo que pase. Se han puesto una vacuna «anti-Islandia». Pero en estos tiempos de mudanza las vacunas se averían con facilidad.

Y es que cuando la gente sale a la calle eso tiene consecuencias políticas, a veces no previstas. El 15-M empezó señalando los límites de la transición e identificando con cierta tosquedad pero bastante acierto a los responsables de los desaguisados. Hasta tal punto se puso el dedo en la llaga que han bastado cien días – qué rápido pasa el tiempo – para acabar con el mito de la Constitución intocable y obligar a sus defensores a machamartillo a modificarla de un día para otro incluso dejando al borde del camino al caganer gafapasta Durán i Lleida.

Podría parecer que mi análisis es recriminatorio: por culpa del 15-M han cambiado la Constitución. Pero nada más lejos. Llevamos años diciendo que la Constitución del 78 no servía, por sus incumplimientos y por su falta de respuestas. Pero estaba blindada; ni siquiera se atrevían a tocar el peliagudo problema de la igualdad de derechos de las hijas de Felipe de Borbón. Pues ya está, la crisis le ha levantado las faldas a la señora Constitución. La velocidad con la que han querido blindar la deuda ha reventado el blindaje del consenso constitucional. Y es que a cada agujero que tapan les salen dos. ¿Quién hubiera dicho hace seis meses que hoy tendríamos una reforma constitucional?

¿Qué no es como nos hubiera gustado? Ni tampoco como lo han pretendido diseñar los aspirantes a estado mayor de la indignación. Pero lo importante es que seguimos aquí y que a la parte contraria no le salen las cuentas. Alemania se estanca y el FMI está recomendando no pasarse con el recorte. Hasta los ricos discuten subirse los impuestos. Pronto habrá que recapitalizar los bancos. ¿De dónde saldrá el dinero? Habrá que volver a poner la nacionalización sobre la mesa, y más cosas… Confiemos en la gente y en la fuerza de nuestras ideas. Esto se mueve, Virginia.