Homenaje a Gabriel Celaya en Donostia, organizado por la FIM y el Foro por la Memoria de Euskadi (Oroitzapenaren Foroa). ¿Quién puede faltar a esto, que es lo mínimo que podemos hacer por Gabriel? Y allá nos fuimos atravesando nubes. Hacía frío y el cielo estaba encapotado, pero no llovía («euría» es lluvia en vasco), en el viaje en coche entre Bilbao y el Koldo Mitxelena de Donostia, comprobando la decisión franca, la determinación organizativa de cara al futuro de los militantes de EPK; comprobando esa alegría de los camaradas en cada saludo, cada comentario: parece que el futuro les sonríe de manera diferente.
Íbamos Joaquín, el de Atrapasueños, y yo. Y llevábamos el libro, editado en coedición con la Comisión de Cultura del PCE, «La poesía es un arma cargada de futuro». A Carmen Martiarena cierta mala suerte parecía estar sometiéndola a una especie de concurso de dificultades, que iba resolviendo sobre la marcha. Lo mismo que Andrés Díez, y otros: silenciosos y humildes pero sin parar de hacer cosas. Y por fin el acto, en una sala a rebosar, con una jueza de presentadora de la que no me atrevo a escribir su nombre para no perjudicarla (cosas de las nuevas clandestinidades tras el caso Garzón y otros). Bueno, sólo diré que trabaja en el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco y su nombre de combate es Garbiñe Biurrun.
Allí estaba Bernardo Atxaga, tal como me lo imaginaba, quizás más joven, con cara de premio nobel euskaldún, leyendo un poema conocido, que cantara Paco Ibáñez, y otro menos conocido, lleno por todos lados de gabrielidad. Redondo.
Se emitió una entrevista del poeta comunista, o comunista poeta, realizada por TVE, emocionante, con un Celaya fresco, directo, brillante, que volvió a desarrollar la idea de que el poema no existe si no hay lector que le dé eficacia, disolviendo de nuevo la imagen del poeta centrado en sí mismo, del poeta «poetísimo», y repitiendo que no le gustaba la denominación de «poesía social». Una fecha, 1946, cuando conoció a Amparitxu, fue para él una aduana clave. En 1947 lo visitó «El Pajarito» (Jorge Semprún).
El tono bien medido y la sincronía perfecta del Club de los Poetas Rojos, la música emocionante y bien temperada de Tasio Miranda y Ricardo Urrutia. Tuve la ocasión de saludar en nombre de la Comisión de Cultura, en el tiempo cedido por Isabel Salud, que no nos esperaba. Aunque nos recibieron y nos trataron como si nos hubieran estado esperando largo tiempo. Pero no era a nosotros: era a mucha más gente, a esa mayoría inesperada de asistentes que se había sumado al homenaje. Me refiero a que simplemente quieren compartir. Tienen la cara llena de futuro. A veces llueve a gusto de algunos. Lluvia se dice «euría» en euskera. Y Gabriel Celaya, por si alguien no lo sabe, es un poeta hernaniarra.