El secretario general del Partido Socialista Obrero Español, (PSOE), Alfredo Pérez Rubalcaba, protagonizó un sonado debate la pasada semana con el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy Brey, durante la sesión de control al Gobierno, que en esta ocasión estuvo centrada en la reforma laboral más regresiva y más dolosa para los derechos de los trabajadores de nuestra historia democrática. Tanto ‘enrojeció’ Rubalcaba, que Rajoy le dijo que se iba a quedar «sólo con los sindicatos». Rajoy y el Partido Popular, se olvidó de la oposición frontal que muestra a esta ‘contrarreforma’ laboral el grupo de la Izquierda Plural además de otros grupos nacionalistas de izquierda. Pero el caso que nos ocupa es que el renovado pensamiento pseudo-socialdemócrata de Rubalcaba no tiene mucho que ver con lo que señalaba -el hoy líder de la oposición- en 2010 cuando el PSOE estaba en el Gobierno Rubalcaba, entonces vicepresidente del Gobierno: cuando aún la campaña electoral estaba lejos, se dirigía en Baleares a los asistentes de la Convención Socialista de Mallorca y afirmaba que la reforma laboral puesta en marcha el 15 de mayo de ese año y que, entre otras cosas, abría la caja de los truenos del abaratamiento del despido y creaba la ‘temporalidad infinita’, no sólo no se quedaría en lo ya conocido si no que «iría a más» y a más fue. Una de las ‘perlas’ que nos dejó el Gobierno del PSOE, como un canto de cisne, fue la vuelta del ‘contrato de aprendiz’ a la legislación laboral española, lo que suponía un importante aumento de la precarización de los trabajadores y trabajadoras jóvenes del país.
Cuando Rubalcaba pasó de ser vicepresidente a candidato a las elecciones del 20-N, intentó desmarcarse del giro neoliberal del PSOE, así, en julio de 2011 declaró que la reforma laboral aprobada en mayo «no creaba empleo». Comenzaba así un ejercicio de desdoblamiento de personalidad del candidato socialista -que llegó hasta la derrota de noviembre-; uno de los principales artífices de la política del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, se intentaba desmarcar negando su participación en algunos de los mayores atropellos a las clases trabajadoras de España, sabiendo que esa rémora acrecentaba su divorcio con las bases históricas del PSOE.
Hoy Rubalcaba, desde los bancos de la oposición aparece como el adalid de los derechos de los trabajadores y critica la, por otro lado, totalmente caciquil y lesiva para los derechos de los trabajadores, reforma laboral del Partido Popular.
Un desmarque y una pasión que habría sido de agradecer allá por mayo de 2010, cuando José Luis Rodríguez Zapatero anunciaba con gesto serio su alianza con la ultraliberal Comisión Europea, y la traición de su gobierno a los trabajadores y trabajadoras de España. En ese momento no se vio a un Rubalcaba que expresase su disconformidad con dicha reforma, no, se le vio defendiendo casi ‘a capa y espada’ la nueva normativa y afirmando en retórica casi Churchilliana que «los sacrificios de hoy serían las pensiones y la educación de mañana». Los datos, que suelen ser los mejores jueces, han demostrado que la reforma de Zapatero no creó empleo, si no que engrosó las listas del paro, cosa que pasará con la reforma que ahora apuntala la derrota de la clase trabajadora española, que generaliza su precarización y que abarata el despido a niveles insospechados. Pero no hay que olvidar que la reforma que cambiará de raíz el marco de las relaciones laborales en España dando un poder absoluto al empresario, vio su camino abierto allá por mayo de 2010, cuando un gobierno de un partido que no para de autodefinirse como socialdemócrata miró más hacia el parquet de la bolsa y hacia las salas de reuniones de los consejos de administración del Ibex-35 que hacia las calles y plazas de este país.