La economía española está enferma de deuda: deuda de las hipotecas, deuda de las empresas, deuda pública, deuda de los bancos. ¿Y con qué se cura? Con más deuda. En el momento de escribir estas líneas el Banco Central Europeo está realizando una subasta de préstamos a los bancos a tres años y al 1% para que estos puedan a su vez prestar a los gobiernos al 3%, 4% o más. Así ya se les dieron 500.000 millones de euros en Navidad y se espera que esta vez se supere ampliamente esta cifra. Al final el BCE le habrá prestado casi un billón y medio de euros a los bancos.

El gobierno acaba de anunciar un decreto-ley para «acabar con la morosidad» de ayuntamientos y comunidades autónomas. Básicamente consiste en convertir la deuda comercial, facturas sin pagar, en deuda financiera, es decir, préstamos bancarios. Según la fuente podríamos estar hablando de entre 30.000 y 45.000 millones de euros. No deja de resultar escandaloso que mientras se cierran servicios, se congelan plantillas y se deterioran los equipamientos en nombre de la contención del déficit no hay problema en un aumento de la deuda pública de un 4% del PIB, para contentar a la clientela del PP. Y, por supuesto, a través de los de siempre, que, como siempre, pillan: Santander, BBVA, Bankia, etc.

No parece que la solución deba ir por ahí. Más bien habría que considerar otras opciones. En primer lugar, lo mínimo que habría que pedir es una auditoría ciudadana de esas deudas. ¿Son autónomos y PYMEs todos los acreedores? ¿Cuántos reformados y revisiones de precios hay detrás? ¿En qué se ha gastado ese dinero? En segundo lugar cabe preguntarse por qué, una vez más, se acude a la banca privada para resolver un problema de financiación pública. Justo lo que nos ha traído hasta aquí y que sólo tiene una explicación: salvar los beneficios de esa misma banca.

Frente a este tratamiento homeopático desaforado que consiste básicamente en aumentar la deuda pública para pagar la de los bancos podemos ver el seguido en Islandia, tal y como lo relata nada menos que Poul M. Thomsen, Subdirector del departamento europeo del FMI: Primero, asegurar que las pérdidas de los bancos no sean absorbidas por el sector público. Segundo, controles de capital para evitar las fugas. Tercero, no aplicar recortes para salvar el Estado del Bienestar y que la economía no entre en recesión. Cuarto, reconstruir el sector financiero. El funcionario del FMI concluye que «Si bien al final será necesario aplicar reformas en algunos ámbitos de la economía a nivel más general, estas no formaron parte del programa.»

España no es Islandia, nos dirán. Desgraciadamente, habría que contestar. Thomsen dice: «los islandeses han demostrado su capacidad de resistencia y su fuerza como pueblo. Tomaron el control de su destino e implementaron algunas políticas muy duras que ahora están dando frutos.» Por una vez estoy de acuerdo con el FMI. Aquí, mientras, mendigando un aplazamiento en el objetivo del déficit…