Cuando los trabajadores hacen huelga no es porque no quieran trabajar, sino porque quieren hacerlo en mejores condiciones. Ahora ni siquiera eso, se hace para no empeorar aún más. La Huelga debe tener la máxima contundencia posible ante la gravedad de la agresión, que viene precedida de otras muchas, y seguirán, si no las paramos. Hay un «desentreno» importante en la acción social por cuatro razones, entre otras: una, por la progresiva reducción del sentido de clase; dos, desmotivación fruto de la pasividad; tres, ruptura del sentido unitario de clase; y cuatro, el estado de ánimo que produce el miedo a perder una mínima estabilidad, para quien la tiene, o a perder incluso la precariedad engrosando el ejército de parados.
Para superar lo anterior no valen los voluntarismos. Sólo hay una manera de hacerlo progresivamente: informar verazmente, sin exagerar y sin triunfalismos o derrotismos; recomponer la unidad y la organización del movimiento obrero en las nuevas condiciones objetivas de la composición de clase, lo que exige teoría, educación y práctica, sin lo cual la clase se disgrega e individualiza; y, finalmente, articular un permanente ejercicio de participación democrática en asambleas, concentraciones, manifestaciones y huelga, cuando sea preciso. Al ser ahora preciso, a las direcciones y organizaciones del PCE nos toca actuar con urgencia, preparando en cada ámbito la Huelga General del 29. Es la tarea más importante.
Ya hace un año y medio, después de la HG del 29 de septiembre de 2010, se perdió el impulso social, sindical y político de tan importante acción por aquello de «hecha la prueba de fuerza, a vivir de la renta», esperando que una negociación con el gobierno del PSOE frenaría la pendiente de reducción de condiciones de vida y derechos laborales y sociales. Y, de paso, no erosionar más al PSOE porque detrás venía el PP. El PSOE fue derrotado después de apretar las tuercas y preparar el camino al PP. Y vino el PP, que va a lo suyo sin miramientos. El PP cree en el total liberalismo del mercado capitalista y aplica consecuentemente su política hasta donde puede, ya que no puede aplicarla totalmente, porque la liquidación de más de 100 años de construcción social produciría, o la rendición total a la sumisión, con efectos sociales devastadores, o el levantamiento social contra el sistema.
El PSOE antes y el PP ahora se escudan exclusivamente en la crisis mundial y española y en las exigencias de los mercados y de la Unión Europea, para imponer más recortes. En ningún momento, ni el PSOE, ni mucho menos el PP o CIU, han analizado críticamente las verdaderas causas y los mecanismos internos objetivos de la crisis (tipo de producción, distribución y reparto de la riqueza, competencia, mercado…) ni han hecho la más mínima valoración sobre la responsabilidad del capitalismo en la misma. El sistema es intocable y no tiene recambio. La principal responsabilidad es que las mayorías de las sociedades económicamente desarrolladas tienen demasiados derechos, en un mundo en el que se tiene que competir con los bajos salarios y las condiciones laborales y sociales ínfimas existentes en países como China e India, que sólo entre las dos ya suman más de un tercio de la humanidad. La alternativa que imponen es la deslocalización y privatización de empresas y servicios y la reducción de costes en salarios, seguridad, servicios sociales y pensiones.
Ante ese panorama, la globalización, o internacionalización para hablar en nuestro lenguaje, sólo es aceptable en un marco general complementario en todo: producción de mercancías y servicios, distribución, derechos básicos a mantener y fortalecer donde los haya, y desarrollo de los mismos donde no los haya. Es ahí donde existe una solución civilizada y justa para todos los pueblos y todas las personas. Yo vuelvo a reiterar lo mismo sin miedo a aburrir: el mercado sin planificación democrática, solidaria y con reglas claras es, y continuará siendo, un caos económico, social y ecológico. La planificación democrática de la economía, frente a la planificación económica del capitalismo, basada en la ganancia privada, permitiría, entre otras cosas, poner encima de la mesa algo imprescindible en la actualidad: la racionalización de la producción y distribución del consumo, según un desarrollo social relacionado con las necesidades y posibilidades reales de la humanidad. Qué producir, cómo producirlo y dónde producirlo, permitiría abordar con sentido solidario elemental y con inteligencia para sustituir la competitividad por la complementariedad, los graves problemas a los que nos ha conducido el estancamiento irreversible del capitalismo, entre los cuales está el que algunos llaman «decrecimiento» y yo prefiero llamar redistribución organizada para la estabilidad económica y social, que sólo puede realizarse a partir de la corresponsabilidad colectiva de pueblos, países e instituciones. Expuesto, aprobado y defendido con la participación colectiva, estoy convencido de que puede entenderse y aceptarse que el desarrollo social en países con retraso en sus condiciones básicas de vida puede complementarse con la reducción de consumismos parasitarios en otros, encontrando el equilibrio social y ecológico.
En resumen, para construir una nueva realidad, no bastan palabras, tampoco las mías, sino la voluntad de construirla, en este caso por urgente necesidad. Tampoco una huelga, por mucho éxito que pueda tener su realización, soluciona nada, pero es la forma en que en un momento determinado se puede expresar con fuerza la denuncia de una situación y las alternativas para superarla. Soy consciente de que en la convocatoria sindical del día 29 hay muy pocos elementos de los que he expresado en este escrito, aunque vayan a estar presentes en la voluntad de una parte de los hombres y mujeres que se movilizarán. Sé que las motivaciones de la huelga son más limitadas, excesivamente limitadas, pero estoy convencido de que ésta puede contribuir a impulsar la idea de que luchar contra la reducción de derechos debe ir unido a la perspectiva de un cambio social.
El día 29, la Huelga General para impedir más tropelías sociales del PP y de los beneficiarios de sus políticas. Al día siguiente, una acción sistemática con formas diversificadas es el camino a continuar.