Esto, creo yo, va mal. Y no me refiero a lo que todo el mundo dice que va mal, que también, sino a lo que hacemos para cambiar lo que va mal o mejor dicho, cómo lo hacemos. Parece que a veces nos olvidamos que la lucha debe ser creativa porque nuestro enemigo, el Capital, es como un gran vampiro que fagocita nuestras batallas y nos las devuelve en nuestra contra. Parece que a veces nos olvidamos que la libertad, en la gran extensión de la palabra, no se pide, sino que se exige; no se regula, se conquista. Parece, en fin, que, a veces, nos acomodamos como si ya tuviéramos la guerra ganada, cuando, en realidad, día a día, la vamos perdiendo.
Me explico. Por poner un ejemplo, no deja de ser preocupante que una campaña de marketing creada en torno al nuevo jefe del Vaticano nos convenza tan rápidamente. Han bastado unas declaraciones suyas sobre la pobreza, el aborto y los homosexuales, para que casi todo el mundo hable de una nueva era en la Iglesia Católica, cuando, en realidad, nada indica que así sea. En realidad, el nuevo Papa, en sus discursos, no ha dicho nada nuevo acerca de estos temas, sino que ha mantenido la misma línea de sus antecesores. Pero los titulares de los periódicos nos han hecho creer que sí. Y lo que es peor, nos lo creemos. Mientras tanto, la Iglesia Católica, sigue ejerciendo su mismo poder económico y su maligna influencia ideológica anatemizando el aborto, los métodos anticonceptivos o la libre elección sexual mientras, eso sí, mantiene sus acciones en empresas de armas y bancas varias. Parece que algo cambia, pero no. Y nosotros debiéramos saber que la institución es mala en sí misma, que no va a cambiar sino con su desaparición. Deberíamos luchar pues, para destruirla y no para acomodarla a nuestro tiempo.
La huelga es el arma de los trabajadores. Bien, de acuerdo. Pero, ¿qué derecho es ese que para ejercerlo nos descuentan parte de nuestro salario? ¿es qué tenemos que comprar el derecho cada vez que hagamos uso de éste?. El logro que supuso la legalización del derecho a la huelga, en realidad ha sido absorbido por el Capital y se vuelve en nuestra contra. Cada día es más frecuente oír a maestros, médicos, obreros o trabajadores de cualquier tipo, que no van a hacer huelga porque no llegan a fin de mes con lo que les descuentan. Entonces, ¿qué objetivo cumple?. No digo que esté en contra de la huelga, sino que ésta tiene que adoptar otros modos y formas que sean gravosos para nuestro enemigo y no para nosotros. Si es en el transporte público, la jornada de huelga no debiera consistir en no trabajar, sino en permitir que los viajeros viajen gratis; si es el comercio, que los productos no cuesten; si en la enseñanza, los maestros y profesores debieran dedicar sus jornadas a explicar a sus alumnos los males de la voracidad del mercado. Y así un largo etcétera.
Ya sé que todo esto suena a radical, pero ¿no es radical la violencia que sobre la humanidad ejerce la Sociedad de Mercado?.
No nos engañemos. Por mucho que hayamos logrado, seguimos en guerra contra el Capital y como tal hay que actuar.